CAPÍTULO 40

No, no, no…

Rania salió de la oficina de Samir con una sensación agridulce. Había conseguido la oportunidad que necesitaba, pero también sabía que estaba adentrándose en aguas peligrosas. A medida que se dirigía a su habitación, su mente trabajaba a toda velocidad. La nota que recibió de la en el grupo de criadas le había dejado con más preguntas que respuestas, pero cualquier cosa era mejor que quedarse con Samir.

A la mañana siguiente, Rania se despertó con una determinación en sus ojos. Tomó a Omar en sus brazos, y sus ojos se nublaron cuando su bebé le ofreció su primera sonrisa.

—Eres igual a tu padre… demasiado hermoso… —acarició sus mejillas mientras Omar hizo unos sonidos.

Ya tenía más de dos meses, y cada vez se veía más bonito.

—Buenos días, mi señora… —Laya entró a la habitación con el biberón, y lo frotó en sus manos—. Este chico está muy sonriente hoy…

—está hermoso…

Laya asintió y miró su atuendo.

—¿Va a salir? —Rania no le contó nada, prefería ir por las ramas sin alert
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