Cuando consigo aparcar el coche en el parking, tengo el corazón en la garganta y el estómago tan revuelto que tengo la sensación de que vomitaré en cualquier instante. He intentado llegar lo antes posible, de hecho, durante el camino he visto los flashes brillar un par de veces, lo que me indica que este mes Cynthia tendrá unas cuantas multas en el buzón. Aunque ahora no podían importarme menos.
Lo único en lo que puedo pensar es en él, en lo que habrá hecho esta vez como para cometer semejante estupidez. No puede hacerme esto, no se lo permitiré, nunca. Jamás se volverá a deshacer de mí y yo nunca volveré a dejarlo solo. La simple idea de que le ocurra algo provoca que las lágrimas escuezan en mis ojos por la angustia.
Pico al botón del ascensor repetidas veces, pero eso no hace que el maldito trasto vaya más rápido. Frustrada, emito un
Cuando mis pies me llevan hasta el apartamento, tengo el cuerpo entumecido y mi mente parece no poder detenerse; no hace más que reproducir las duras palabras de Sam, una y otra, y otra vez. Incluso mi cerebro parece querer hacer que me derrumbe, pero aunque deseo derrumbarme, llorar hasta que no tenga más lágrimas que darle, hasta que la daga clavada en mi pecho deje de doler.Desearía poder arrancármela para siempre, pero ese mismo dolor consigue que no pierda la cordura por completo.La oscuridad de la sala de estar me devora como el insignificante ser que me soy en estos momentos. Las rodillas me tiemblan como si fueran dos flanes y cuando me apoyo en la puerta para intentar sostenerme, al fin ceden, permitiéndome dejarme caer hasta el suelo. Me hago un ovillo contra la madera y hundo la cabeza entre las rodillas.Deseo llorar para poder liberar toda la presión que se acopla en mi pecho, pero mis ojos son lo m
Creo que he perdido por completo la chaveta, pero al mismo tiempo sé que esto es la prueba que necesita para saber que voy en serio al cien por cien. No me importa los riesgos que vaya a tomar con tal de demostrarle que también puedo mostrarle que todo lo que nos compone como pareja sigue vivo en mi mente.Puedo demostrarle que soy la mejor opción, aunque no sea la más segura de las dos.Eso es en lo que me estoy apoyando cuando las puertas del ascensor del apartamento se abren de par en par, recibiéndome con un silencio sepulcral. Aprieto las cintas de la bolsa de gimnasio entre mis dedos temerosos y tomo una profunda bocanada de aire antes de atreverme a entrar.Ya no juego en casa; ya no soy la única que pelea por su amor. Tengo una competencia dura, pero algo de lo que estoy completamente segura es que Sam es para mí y no pienso volver a perderlo por rendirme con lo nuestro.Su corazón está
Las ideas dan vueltas en mi cabeza como pájaros volando y las posibilidades son infinitas. Salgo por la puerta principal como alma que lleva el diablo y cálculo cual será el mejor sitio para hacerlo.Sé que le gusta caminar, seguro que ha pedido un taxi, así que pienso que el mejor sitio es la pared que está al otro lado de la calle lateral y que se ve antes de dar la esquina con el edificio.Cruzo la calle casi corriendo y miro la hora en el reloj: tengo exactamente cuarenta y cinco minutos para hacerlo. Coloco la escalera casi al final de la pared, empezando por la derecha y poso la bolsa en la base que me proporciona. La abro y saco el celofán y la primera foto que da la casualidad de que es esa que nos sacamos con el cartel de Venice, en Santa Mónica.Recuerdo ese día como uno de los mejores de mi vida. El día que acepté lo que realmente sentía por Sam y se lo dije, igual que
SamCreo que estoy lo más cerca al estado de shock cuando sus pequeñas manos de dedos largos cubren mis mejillas nuevamente, eso unido a sus labios suaves con sabor a cereza provoca que un suspiro de alivio escape de mis labios cuando percibo su sonrisa nerviosa contra mi boca.Después de todo el numerito que monté anoche suponía que como era de esperar, me mandaría a la mierda, que su temperamento y orgullo la harían volver a Chicago. Pensaba que al fin podría ponerla a salvo, lejos de toda esta basura en la que me he metido por incompetente.Desde luego, esto es mucho mejor que cualquier cosa que podría haberme imaginado. Siempre he sabido que Becca tiene una mente brillante detrás de toda esa tozudez, pero nunca ha sido buena expresando sus sentimientos, así que sí, esto me ha pillado totalmente por sorpresa.
¿De verdad lo estoy haciendo? ¿De verdad estoy a menos de veinticuatro horas de casarme? Así debe ser, porque estamos a menos de veinte minutos de aterrizar en el aeropuerto Internacional McCarran de Las Vegas.Si alguien me hubiera dicho tres años atrás que iba a compartir el resto de mi vida con aquel chico prepotente y de ojos tan peculiares como él mismo, se hubiera ganado la hostia del siglo. Y ahora estoy segura de que he escogido a la persona ideal.No tengo dudas al respecto.Su respiración tenue golpea mi cuello mientras duerme con la cabeza en mi hombro. Mantiene una expresión tan apacible y serena, que incluso su ceño está completamente relajado bajo algunos mechones de cabello castaño que caen sobre su frente. No obstante, los surcos violáceos bajo sus ojos indican la falta de sueño que lleva padeciendo los últimos meses.Ninguno de los dos ha ten
Debe haber casi cuarenta grados en el ambiente, pero tengo el cuerpo entumecido, como si la sangre no tuviera riego por las venas. Quizás lo que siento es pánico en estado puro al darme cuenta de que estoy admirando las calles luminosas y ostentosas de Strip, con vivos colores que te invitan a no dejar de mirarlas.El aire viciado por el calor se respira en el taxi unido a los dedos de Sam entrelazados con los míos sobre mi pierna. Él tampoco ha dicho una palabra desde que salimos del aeropuerto, pero yo tampoco he vuelto a abrir la boca, no sé si porque no tengo nada que decir, o porque estoy tan nerviosa que no creo que sea capaz de juntar más de dos palabras.Me muerdo el labio inferior con indecisión y exhalo un hastiado suspiro.—¿Crees que estamos haciendo lo correcto? —pregunto en un murmullo apenas audible.Giro la cara en su dirección para darme de lleno con su mirada posa
Gruño para mis adentros cuando la resplandeciente luz de la mañana entra por el ventanal de la habitación. Hundo la cara en la almohada y tanteo con la mano el hueco donde debería encontrarse Sam, aunque de él sólo queda la huella de su calor y su olor fresco y almizclado.Anoche apenas fui consciente de cómo llegué ala habitación, Sam prácticamente tuvo que llevarme a la espalda de lo agotada que estaba; suerte que no quedaba mucho camino para llegar al hotel. Lo último que recuerdo es que me quitó la ropa y después me cubrió con el edredón.Después todo se volvió oscuro.Agudizo el oído en busca de algún sonido por la habitación, pero lo único que recibo es el de mi respiración pesada cuando me incorporo con una mano en el colchón mientras me aparto el pelo apelmazado de la cara y resoplo, frustr
SamSi tuviera que describir con una sola palabra como me siento... creo que no la encontraría. Me parece totalmente irreal que vaya a casarme con la mujer con la que he fantaseado cada día de mi vida desde que tengo diecisiete años.Esta mañana cuando la dejé, no he podido dejar de pensar que hay una ínfima posibilidad de que me deje plantado en el altar; yo mismo le he dejado caer la idea. Pero estoy dispuesto a correr el riesgo con tal de sentirme tal y como me siento ahora. Simplemente quiero pensar que está dispuesta a tomar los mismos riesgos que yo cuando puse en marcha esta locura que sólo un loco podría comprender.Y ella está tan loca como yo.—Nunca me habías contado que tenías una chica en tu vida —comenta Evan mientras se revisa las uñas en un gesto condescendiente.—Hay muchas