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Gruño para mis adentros cuando la resplandeciente luz de la mañana entra por el ventanal de la habitación. Hundo la cara en la almohada y tanteo con la mano el hueco donde debería encontrarse Sam, aunque de él sólo queda la huella de su calor y su olor fresco y almizclado.

Anoche apenas fui consciente de cómo llegué a la habitación, Sam prácticamente tuvo que llevarme a la espalda de lo agotada que estaba; suerte que no quedaba mucho camino para llegar al hotel. Lo último que recuerdo es que me quitó la ropa y después me cubrió con el edredón.

Después todo se volvió oscuro.

Agudizo el oído en busca de algún sonido por la habitación, pero lo único que recibo es el de mi respiración pesada cuando me incorporo con una mano en el colchón mientras me aparto el pelo apelmazado de la cara y resoplo, frustr

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