Las ideas dan vueltas en mi cabeza como pájaros volando y las posibilidades son infinitas. Salgo por la puerta principal como alma que lleva el diablo y cálculo cual será el mejor sitio para hacerlo.
Sé que le gusta caminar, seguro que ha pedido un taxi, así que pienso que el mejor sitio es la pared que está al otro lado de la calle lateral y que se ve antes de dar la esquina con el edificio.
Cruzo la calle casi corriendo y miro la hora en el reloj: tengo exactamente cuarenta y cinco minutos para hacerlo. Coloco la escalera casi al final de la pared, empezando por la derecha y poso la bolsa en la base que me proporciona. La abro y saco el celofán y la primera foto que da la casualidad de que es esa que nos sacamos con el cartel de Venice, en Santa Mónica.
Recuerdo ese día como uno de los mejores de mi vida. El día que acepté lo que realmente sentía por Sam y se lo dije, igual que
SamCreo que estoy lo más cerca al estado de shock cuando sus pequeñas manos de dedos largos cubren mis mejillas nuevamente, eso unido a sus labios suaves con sabor a cereza provoca que un suspiro de alivio escape de mis labios cuando percibo su sonrisa nerviosa contra mi boca.Después de todo el numerito que monté anoche suponía que como era de esperar, me mandaría a la mierda, que su temperamento y orgullo la harían volver a Chicago. Pensaba que al fin podría ponerla a salvo, lejos de toda esta basura en la que me he metido por incompetente.Desde luego, esto es mucho mejor que cualquier cosa que podría haberme imaginado. Siempre he sabido que Becca tiene una mente brillante detrás de toda esa tozudez, pero nunca ha sido buena expresando sus sentimientos, así que sí, esto me ha pillado totalmente por sorpresa.
¿De verdad lo estoy haciendo? ¿De verdad estoy a menos de veinticuatro horas de casarme? Así debe ser, porque estamos a menos de veinte minutos de aterrizar en el aeropuerto Internacional McCarran de Las Vegas.Si alguien me hubiera dicho tres años atrás que iba a compartir el resto de mi vida con aquel chico prepotente y de ojos tan peculiares como él mismo, se hubiera ganado la hostia del siglo. Y ahora estoy segura de que he escogido a la persona ideal.No tengo dudas al respecto.Su respiración tenue golpea mi cuello mientras duerme con la cabeza en mi hombro. Mantiene una expresión tan apacible y serena, que incluso su ceño está completamente relajado bajo algunos mechones de cabello castaño que caen sobre su frente. No obstante, los surcos violáceos bajo sus ojos indican la falta de sueño que lleva padeciendo los últimos meses.Ninguno de los dos ha ten
Debe haber casi cuarenta grados en el ambiente, pero tengo el cuerpo entumecido, como si la sangre no tuviera riego por las venas. Quizás lo que siento es pánico en estado puro al darme cuenta de que estoy admirando las calles luminosas y ostentosas de Strip, con vivos colores que te invitan a no dejar de mirarlas.El aire viciado por el calor se respira en el taxi unido a los dedos de Sam entrelazados con los míos sobre mi pierna. Él tampoco ha dicho una palabra desde que salimos del aeropuerto, pero yo tampoco he vuelto a abrir la boca, no sé si porque no tengo nada que decir, o porque estoy tan nerviosa que no creo que sea capaz de juntar más de dos palabras.Me muerdo el labio inferior con indecisión y exhalo un hastiado suspiro.—¿Crees que estamos haciendo lo correcto? —pregunto en un murmullo apenas audible.Giro la cara en su dirección para darme de lleno con su mirada posa
Gruño para mis adentros cuando la resplandeciente luz de la mañana entra por el ventanal de la habitación. Hundo la cara en la almohada y tanteo con la mano el hueco donde debería encontrarse Sam, aunque de él sólo queda la huella de su calor y su olor fresco y almizclado.Anoche apenas fui consciente de cómo llegué ala habitación, Sam prácticamente tuvo que llevarme a la espalda de lo agotada que estaba; suerte que no quedaba mucho camino para llegar al hotel. Lo último que recuerdo es que me quitó la ropa y después me cubrió con el edredón.Después todo se volvió oscuro.Agudizo el oído en busca de algún sonido por la habitación, pero lo único que recibo es el de mi respiración pesada cuando me incorporo con una mano en el colchón mientras me aparto el pelo apelmazado de la cara y resoplo, frustr
SamSi tuviera que describir con una sola palabra como me siento... creo que no la encontraría. Me parece totalmente irreal que vaya a casarme con la mujer con la que he fantaseado cada día de mi vida desde que tengo diecisiete años.Esta mañana cuando la dejé, no he podido dejar de pensar que hay una ínfima posibilidad de que me deje plantado en el altar; yo mismo le he dejado caer la idea. Pero estoy dispuesto a correr el riesgo con tal de sentirme tal y como me siento ahora. Simplemente quiero pensar que está dispuesta a tomar los mismos riesgos que yo cuando puse en marcha esta locura que sólo un loco podría comprender.Y ella está tan loca como yo.—Nunca me habías contado que tenías una chica en tu vida —comenta Evan mientras se revisa las uñas en un gesto condescendiente.—Hay muchas
SamTrago saliva con dificultad y levanto la mirada cuando un par de tacones avanzan hacia nosotros. Por un segundo el aire se me queda atascado en los pulmones cuando la observo, mordiéndose el labio inferior cuando se detiene y me mira, moviendo los dedos rítmicamente sobre los tallos del ramo de rosas blancas. Ciara se encuentra detrás de ella con una resplandeciente sonrisa.El corazón se me encoge en el pecho cuando comienza a sonarSinnersde Lauren Aquilina.Sus ojos verdes y brillantes se cierran, como si estuviera deleitándose con la melodía mientras las comisuras de sus labios se elevan en una leve sonrisa. Sabía que era la canción perfecta desde el mismo segundo en el que la escuché canturreándola anoche en el avión, cuando pensaba que no estaba escuchándola.«Nuestras vidas son historias esperand
Durante un gran periodo de mi vida pensé que la felicidad era un plato prohibido para mí. Tal vez porque había hecho algo sin darme cuenta, o que no era merecedora de cosas buenas en mi existencia. Nunca he sido creyente, ni lo seré a estas alturas de la ecuación, pero creo que hay algo, llámalo, Dios, Karma, o en el más extremo de los casos, destino.Y el destino me ha llevado de nuevo a él.Siempre hemos tenido nuestros altos, nuestros bajos y nuestros «estamos al límite», pero qué sería de la vida sin alguien con quien poder compartir tus pensamientos, tus inquietudes, tus ilusiones... lo que te conforma como ser humano de este lugar llamado mundo.Ahora tengo la certeza de que Sam será mi compañero del crimen lo que nos reste de vida.Todo esto cruza mi mente mientras Sam atraviesa el umbral de la habitación conmigo en brazos. Le exigí
Cuando llego hasta la recepción, casi tengo ganas de gritarle lo imbécil que es por comportarse como si fuera un adolescente inconsciente, pero tampoco soy ninguna adolescente como para gritarle en una zona pública.La recepcionista, que parece más joven que yo, me escruta con una mirada asustada ante la visión de Sam al borde de la inconsciencia, balbuceante y con la mirada perdida en ningún sitio en concreto. Un tipo que no conozco lo lleva agarrado por la cintura y unos de sus brazos alrededor de sus hombros.Ahora mismo quiero matarlo, y también morirme. Pero en vez de eso le dedico una sonrisa tranquilizadora a la pobre muchacha y avanzo hacia mi marido y su compañero de juerga.Los mataré a ambos.—¿Qué ha pasado? —susurro con furia contenida.—No tengo la menor idea —me responde el chico tatuado de ojos caramelo. No tendría por qu&eacu