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                                                                                            París, Francia. Junio, 2010.

No tenía ni la mínima idea de lo que había hecho las últimas tres horas de mi vida, pero estaba tan puesta que creía que era un milagro que aún no me hubiera desmayado.

De lo que me parecía que estaba segura es que estaba en un coche con un tío al que acababa de conocer y me había traído hasta el hotel. Se suponía que teníamos prohibido salir por la noche como norma estricta de los profesores, pero yo, como se había vuelto costumbre, conseguí largarme y saltarme el toque de qu

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