Aiden frunce el ceño al mismo tiempo que cierra la puerta del coche y echa una ojeada alrededor. Me río al ver su cara de desconcierto, es graciosa, más que nada porque alza mucho la ceja derecha y sus ojos se entrecierran de una manera que le da un toque cómico.
Señala con el pulgar detrás de su espalda hacia la taberna.
—¿Por qué narices me has traído aquí? No es muy de tu estilo —corrobora con intriga en la voz.
—Tiendo a sorprender a la gente —contesto con una sonrisita de suficiencia.
A pesar de que lo que acaba de suceder hace apenas media hora, parece que no ha sido un contratiempo para lo que estaba en mis planes. Tal vez sea un poco retorcido e infantil que me daría de bofetadas, pero tengo que comprobarlo por mí misma para darme cuenta de que lo que estoy pensando es un disparate.
Aiden me saca del aturdimiento cuando tira de mi man
La información da vueltas en mi cabeza como si de un huracán se tratara. Pensaba que sólo pasaba en las películas y los libros, pero por lo visto, tengo un caso delante de mí.La fecha rebota en mis paredes craneales una y otra vez. Sé que es una tontería y a lo mejor sólo mera casualidad, pero es la fecha en la que nació Aiden. Además, el hombre estaba casado y tenía una hija antes de su aventura. Ojalá que no sea cierto y me esté equivocando. Aunque espero mucho más que Aiden siga a su bola e ignorándonos.Miro por encima de mi hombro y Aiden también me mira, pero parece haber perdido su gracia natural. Su mirada se ha oscurecido varias tonalidades y tiene la mandíbula ligeramente apretada.Mierda, seguro que lo ha escuchado y está suponiendo lo mismo que yo. Miro de nuevo a Sean para asegurarme que no está prestándonos at
Cuando entramos en el aparcamiento del edificio donde vive Sam descubro que estoy tremendamente nerviosa por todo lo que ha pasado desde que me dejó con Aiden. Los humos se han calmado entre nosotros y ahora ambos estamos en silencio, inmersos en nuestros propios pensamientos.Intento no pensar en el hecho de que no tengo ni remota idea de si Sam podrá leer en mi rostro lo que he hecho, si podrá ver mi culpabilidad, y lo débil que soy cuando estoy con Aiden.Sam está en la lejanía, apoyado en capó del coche, con un pie cruzado sobre el otro, la mirada perdida mientras le da una calada a su cigarrillo.¿Por qué tiene que ser tan jodidamente sexy? Estoy impaciente y abrumada a la par por todo lo que provoca en mí a pesar de que aún no nos ha visto.La mano de Aiden me da un leve apretón en la rodilla.—¿Estarás bien? —pregunta. Al instante gi
Abro los ojos de golpe al sentir una presión en mi hombro. Por un momento, me siento desorientada, sin saber exactamente dónde estoy, pero feliz por alguna extraña razón que no logro explicar. Mi mirada se enfoca a Sam, que me mira con una sonrisita burlona al ver mi cara de susto. Sus labios se mueven, pero sólo escuchoEmberde Katherine Mcmarana.Arrugo la nariz y me quito el auricular para poder escucharlo.—¿Perdona? —digo demasiado alto, haciendo que la gente nos mire de reojo al pasar por la pasarela del avión.—Que ya hemos llegado —repite de nuevo. Entrecierra los ojos, mirándome como si supiera algo que a mí se me escapa— ¿Qué estabas soñando? Sonreías —inquiere con una sonrisa torcida.Tomo aire y sonrío con incredulidad. No tengo ni idea de lo que he soñado. Nunca suelo recordarlo, ni s
En cuanto las puertas del ascensor se abren mi mirada se queda clavada en las vistas panorámicas que dan a la bahía de San Francisco. No tengo palabras que puedan expresar lo que ven mis ojos sin no ponerme chillar lo increíble que es.Salgo del ascensor con pasos cortos, sin apartar la mirada y suelto a Coco, que comienza a pasearse en todas direcciones. Voy tan ensimismada que casi me caigo por culpa del salón a doble altura, pero no me impide seguir mi camino hasta llegar al ventanal, ligeramente ovalado.Me apoyo en la columna circular que tengo al lado y sonrío satisfecha.—Esto es increíble —suspiro a la vez que me cruzo de brazos.—Sabía que te gustaría. —Desvío la mirada para mirarlo de reojo. Su semblante pensativo con ambos manos detrás de la nuca; su mirada parece perdida en la profundidad de la ciudad—. Esto fue cosa de mi padre. Te juro que no
No entiendo por qué me duele escucharlo cuando en el fondo tiene razón. No puedo quedarme, pero no quita que él pudiera venirse conmigo, volver de nuevo a Chicago, de donde nunca debió irse.Sam se encoge de hombros y profiere un gruñido de frustración.—A ella no le molan estos rollos y yo no estoy dispuesto a meterla en esta mierda. Ya ha pasado por cosas espantosas y no voy a ponerla en peligro explicando cosas que no tiene por qué enterarse —masculla entre dientes.—Tú sabrás lo que haces, pero será peor cuando se entere. Parece comprensiva. Además, se ve a leguas que te quiere —dice con una sonrisa de ánimo. Se yergue y le da una palmada en el hombro a Sam antes de encaminarse fuera de la cocina.Bajo de nuevo las escaleras a toda prisa. Estoy tan descolocada con lo que acabo de escuchar que casi no tengo tiempo de retroceder hacia los sof&aacu
Una semana.Una maldita semana ha pasado desde que Sam se coló en mi cuarto y por primera vez desde que volvió fue sincero conmigo, aunque pensase que estaba dormida.No me centraré en los detalles, sino en el contenido.El hecho de que me haya dicho abiertamente que me necesitaba, que era su ancla para seguir siendo él mismo. Aunque no le impide que me trate como un cero a la izquierda cuando compartimos algún minuto de su ajetreado tiempo, porque no lo he visto parar durante toda la semana.Mi única compañía ha sido Cole, que parece estar intentando ocupar mi tiempo para que no piense en Sam. Aunque algo me dice que le está haciendo un favor para que no me inmiscuya en sus asuntos.Siempre es lo mismo: sale del apartamento a las seis y media de la mañana, sabiendo que no madrugo porque me gusta dormir, de vez en cuando me honra con su presencia a la hora de comer, aunque ni siq
Me doy la vuelta y encaro de frente al intimidante edificio. No sé cuanta gente trabajará ahí, pero debe de ser una barbaridad.Trago saliva con dificultad y me obligo a subir las escaleras, aunque mis piernas no dejan de temblar como si de flanes se trataran. «No seas cobarde, Becca» me reprendo a mí misma. Me mezclo entre el gentío hasta que llego a la recepción, que es realmente enorme, decorada con un toque sobrio en colores blancos y grises y paredes acristaladas que le dan una presencia seria y profesional.Con pasos seguros me acerco al recepcionista, que en el mismo instante en que nuestras miradas se encuentran sé que no tardaré en encontrar el despacho de Sam.Adopto mi mejor sonrisa y apoyo los codos sobre la superficie pulida. El chico, que debe tener aproximadamente mi edad, me mira, aunque su mirada no tarda en desviarse hacia mis labios para más tarde terminar en mi escote.
Me he dejado embaucar con demasiada facilidad. Tal vez podría haber opuesto un poco de resistencia, pero cuando sentí el roce de sus labios sobre los míos no pude resistirme a lo que deseaba, incluso mi cuerpo le correspondió antes de que mi cerebro lo procesara.Así que no fue de sorprender que acabáramos tal como suponía.Mi plan ha salido a pedir de boca, a pesar de que algo me dice que Sam también lo deseaba. Aunque se haya comportado como un auténtico imbécil, me ha hecho disfrutar, mucho.Mi mirada se pierde por el enorme despacho, decorado con los muebles oscuros en tonos grisáceos combinado con la gran pared de cristal con vistas al resto de edificios de grandes alturas de San Francisco.No sé cómo alguna vez pude decir que esta ciudad no me gustaba, cuando es una maravilla, incluso más bonita que Los Angeles.Cierro los ojos por un par de segu