Me siento en la cama con una toalla que cubra mi desnudez y comienzo a farfullar maldiciones por no tener más ropa interior, y porque seguro que la que llevaba ayer sigue empapada por haber pasado la noche en el suelo. Comienzo a desesperarme y aseguro que no es agradable verme con uno de mis fortuitos ataques de nervios.
Ni siquiera he traído el coche, donde al menos suelo tener ropa en el maletero. Y para mejorar las cosas, en este preciso momento Sam sale del baño con sólo una toalla colgando de sus estrechas caderas mientras canturrea una canción que reconozco con el primer tono de la melodía.
—¿Te gusta Ed Sheeran? —increpo con incredulidad.
—No digas tonterías —responde mientras se pasa una toalla pequeña por la cabeza para secarse el pelo. Pero sus mejillas se han puesto coloradas.
—Sí que te gusta, estabas cantando Happier —repli
Cuando llegamos al aparcamiento casi me caigo de culo al ver Porsche 911 turbo S, mi mirada se pierde en la brillante pintura negra. Santo Dios, espero que sea de alquiler, porque, joder... ¡Quiero conducirlo!Sam me dirige una mirada de superioridad ante mi cara de susto y mi boca entreabierta por la impresión. Sus ojos bicolores adoptan ese brillo paternal cuando devoro el coche con la mirada.Me llevo la mano al pecho y corro hasta él para poder tocarlo.—Dime que es de alquiler —murmuro en tono suplicante.—No..., me lo compré al tercer día de llegar —contesta con una sonrisa que deja a la vista sus perfectos dientes blancos.¡Jo! Entonces estoy segura de que tengo vetado el asiento del conductor, dado lo desconfiado que es para permitirme conducir sus juguetes... Pero me lo debe, ya que le deje conducir mi Audi.Al instante en que hago el amago de hacer un puchero, se tapa
Miro el reloj de mi muñeca y atisbo que me quedan quince minutos para que la charla termine. Permanezco sentada detrás de la mesa, micrófono en mano, después de haber contado mi vida a un auditorio lleno de gente que me escucha como si les estuviera contando el secreto de la felicidad, cosa que no podría estar más lejos de la realidad.Las lágrimas me empañan los ojos, pero me obligo a mantenerme firme y con la cabeza fría para poder continuar. La mano me suda alrededor del micrófono y mi mirada viaja de una señora de avanzada edad a un muchacho adolescente, hasta llegar a una pareja con apuntes sobre el regazo.Trago saliva y no sé en qué momento soy capaz de levantarme y moverme hasta quedar frente al escenario. Sé que tengo que dar el golpe de gracia, dejarles con la boca abierta, y sobre todo, demostrar que la gente que en algún momento ha tenido una vida como l
Aiden me mira por encima de las pestañas, con los puños metidos en los vaqueros y la expresión cenicienta, como si hubiera perdido la vitalidad y se sintiera turbado.No sé en qué estoy pensando cuando acorto los pasos que me separan y le cojo de la mano, pero al mismo tiempo pidiéndole su expreso consentimiento a Sam con la mirada, a lo que responde asintiendo con la cabeza mientras me hace un gesto con el pulgar y el meñique, simulando un teléfono para dejarle claro que lo llame cuando esté lista.La sala se ha vaciado por completo y sólo quedamos nosotros tres, bueno dos, porque Sam me está haciendo un gesto con la mano de despedida mientras avanza hacia fuera del auditorio. Aiden mira por encima del hombro cuando Sam desaparece y luego vuelve a mirarme a mí. Sus ojos han tomado de nuevo su frialdad natural y su mandíbula se tensa.Frunzo el ceño ante su repentin
Aiden frunce el ceño al mismo tiempo que cierra la puerta del coche y echa una ojeada alrededor. Me río al ver su cara de desconcierto, es graciosa, más que nada porque alza mucho la ceja derecha y sus ojos se entrecierran de una manera que le da un toque cómico.Señala con el pulgar detrás de su espalda hacia la taberna.—¿Por qué narices me has traído aquí? No es muy de tu estilo —corrobora con intriga en la voz.—Tiendo a sorprender a la gente —contesto con una sonrisita de suficiencia.A pesar de que lo que acaba de suceder hace apenas media hora, parece que no ha sido un contratiempo para lo que estaba en mis planes. Tal vez sea un poco retorcido e infantil que me daría de bofetadas, pero tengo que comprobarlo por mí misma para darme cuenta de que lo que estoy pensando es un disparate.Aiden me saca del aturdimiento cuando tira de mi man
La información da vueltas en mi cabeza como si de un huracán se tratara. Pensaba que sólo pasaba en las películas y los libros, pero por lo visto, tengo un caso delante de mí.La fecha rebota en mis paredes craneales una y otra vez. Sé que es una tontería y a lo mejor sólo mera casualidad, pero es la fecha en la que nació Aiden. Además, el hombre estaba casado y tenía una hija antes de su aventura. Ojalá que no sea cierto y me esté equivocando. Aunque espero mucho más que Aiden siga a su bola e ignorándonos.Miro por encima de mi hombro y Aiden también me mira, pero parece haber perdido su gracia natural. Su mirada se ha oscurecido varias tonalidades y tiene la mandíbula ligeramente apretada.Mierda, seguro que lo ha escuchado y está suponiendo lo mismo que yo. Miro de nuevo a Sean para asegurarme que no está prestándonos at
Cuando entramos en el aparcamiento del edificio donde vive Sam descubro que estoy tremendamente nerviosa por todo lo que ha pasado desde que me dejó con Aiden. Los humos se han calmado entre nosotros y ahora ambos estamos en silencio, inmersos en nuestros propios pensamientos.Intento no pensar en el hecho de que no tengo ni remota idea de si Sam podrá leer en mi rostro lo que he hecho, si podrá ver mi culpabilidad, y lo débil que soy cuando estoy con Aiden.Sam está en la lejanía, apoyado en capó del coche, con un pie cruzado sobre el otro, la mirada perdida mientras le da una calada a su cigarrillo.¿Por qué tiene que ser tan jodidamente sexy? Estoy impaciente y abrumada a la par por todo lo que provoca en mí a pesar de que aún no nos ha visto.La mano de Aiden me da un leve apretón en la rodilla.—¿Estarás bien? —pregunta. Al instante gi
Abro los ojos de golpe al sentir una presión en mi hombro. Por un momento, me siento desorientada, sin saber exactamente dónde estoy, pero feliz por alguna extraña razón que no logro explicar. Mi mirada se enfoca a Sam, que me mira con una sonrisita burlona al ver mi cara de susto. Sus labios se mueven, pero sólo escuchoEmberde Katherine Mcmarana.Arrugo la nariz y me quito el auricular para poder escucharlo.—¿Perdona? —digo demasiado alto, haciendo que la gente nos mire de reojo al pasar por la pasarela del avión.—Que ya hemos llegado —repite de nuevo. Entrecierra los ojos, mirándome como si supiera algo que a mí se me escapa— ¿Qué estabas soñando? Sonreías —inquiere con una sonrisa torcida.Tomo aire y sonrío con incredulidad. No tengo ni idea de lo que he soñado. Nunca suelo recordarlo, ni s
En cuanto las puertas del ascensor se abren mi mirada se queda clavada en las vistas panorámicas que dan a la bahía de San Francisco. No tengo palabras que puedan expresar lo que ven mis ojos sin no ponerme chillar lo increíble que es.Salgo del ascensor con pasos cortos, sin apartar la mirada y suelto a Coco, que comienza a pasearse en todas direcciones. Voy tan ensimismada que casi me caigo por culpa del salón a doble altura, pero no me impide seguir mi camino hasta llegar al ventanal, ligeramente ovalado.Me apoyo en la columna circular que tengo al lado y sonrío satisfecha.—Esto es increíble —suspiro a la vez que me cruzo de brazos.—Sabía que te gustaría. —Desvío la mirada para mirarlo de reojo. Su semblante pensativo con ambos manos detrás de la nuca; su mirada parece perdida en la profundidad de la ciudad—. Esto fue cosa de mi padre. Te juro que no