Las horas se hicieron eternas, pero finalmente todo estaba listo. Después de varios días de trámites, conversaciones legales y noches en vela, el abogado del hospital me informó que la bebé oficialmente llevaba mi apellido: Josselyn Longaset. Mi corazón latía con fuerza al escuchar ese nombre. Era como si, de alguna manera, ella siempre hubiera sido parte de mí, incluso antes de que todo esto ocurriera.La enfermera la trajo envuelta en una manta blanca, tan pequeña, tan frágil. Sus ojos apenas se abrían, pero su boquita parecía esbozar una sonrisa mientras la sostenía por primera vez. Una paz inexplicable llenó mi ser, y por un momento olvidé todo el caos que nos rodeaba.—Hola, pequeña Josselyn —susurré, mi voz temblando de emoción—. Prometo protegerte, siempre.Sentí que el mundo entero se detenía mientras la mecía en mis brazos. Pero, como si el destino decidiera que no merecía ese momento de tranquilidad, la puerta de la sala se abrió de golpe.Ahí estaba él: Nicolás, acompañado
NicolásMe dejaron en una sala pequeña después de la pelea, con dos guardias de seguridad apostados en la puerta, como si fuera un criminal. La sangre de mi labio partido goteaba sobre mi camisa, pero no me importaba. Mi mente era un torbellino de rabia y frustración. Jhoss... ese maldito se había llevado todo de mí, y ahora también quería a mi hija.Una enfermera entró con una bandeja de primeros auxilios, su rostro amable pero tenso.—Señor, déjeme limpiarle las heridas —dijo con voz baja.No contesté, simplemente incliné la cabeza, dejándola hacer su trabajo. Mientras pasaba una gasa húmeda por mi rostro, el ardor me hizo apretar los dientes.—Esto no va a resolver nada, ¿sabe? —murmuró de repente.La miré con el ceño fruncido.—¿De qué habla?—De la pelea, del caos. Mónica está en una condición muy delicada, y esto no le hace ningún bien a nadie. Ni a usted ni a su hija.Su mención de Mónica fue como un golpe en el pecho.—¿Cómo está? —pregunté, mi voz más suave de lo que esperaba
JhossSostuve a Josselyn en mis brazos mientras salíamos del hospital. Aunque era pequeña, su presencia parecía llenar cada espacio de mi ser. Después de tantos días de caos, al fin podía respirar con un poco de calma. Ella era perfecta: sus mejillas rosadas, sus pequeños dedos agarrando con fuerza mi dedo índice.Había ganado la batalla legal, al menos por ahora. La bebé era oficialmente Josselyn Longaset, y yo su representante legal. A pesar de la oposición feroz de Nicolás, había logrado darle a esta pequeña mi apellido y asegurar su lugar conmigo.Caminé hacia el coche que nos esperaba. Mi madre, estaba junto a la puerta trasera, ansiosa por ver a su nieta.—¿Puedo cargarla? —preguntó, su rostro lleno de emoción contenida.Asentí con una sonrisa y con cuidado le pasé a la bebé. Mi madre la recibió como si sostuviera el tesoro más grande del mundo.—¡Oh, Dios mío, es tan hermosa! —exclamó, sus ojos brillando de alegría—. Mira esas mejillas, Jhoss. Es igualita a Mónica.Tragué saliv
JhossEl reloj en la pared parecía avanzar a un ritmo interminable, cada tictac resonando en mi cabeza como si me estuviera clavando agujas. Habían pasado horas, tal vez días, desde que Mónica había sido ingresada en la clínica, pero su estado seguía siendo crítico. Y yo, aquí, sentado en una sala fría, me sentía incapaz de hacer nada. Solo esperaba, con la respiración entrecortada y el corazón pesado, algún tipo de mejora, algún tipo de milagro.La puerta se abrió de repente, y la doctora que había estado atendiendo a Mónica entró con una mirada seria.—Jhoss, puedes pasar —dijo con una voz suave pero firme, como si tratara de calmarme antes de lo que podía estar por venir.Me levanté de inmediato, mis piernas temblando mientras caminaba hacia ella. Sabía que este momento podría ser crucial, y todo lo que quería era estar junto a Mónica. La doctora me indicó que me acercara al cubículo donde la tenían.El aroma a antiseptico me envolvía mientras caminaba entre las máquinas, los cable
JhossLa mañana había llegado con una calma inquietante, pero para mí, el reloj parecía haber detenido su marcha. Mi cuerpo seguía agotado, arrastrado por la pesadez del dolor y la confusión que habían marcado las últimas horas. No había logrado dormir, mis pensamientos estaban tan desordenados que ni siquiera podía cerrar los ojos por más de unos minutos. La imagen de Mónica, conectada a máquinas, luchando por su vida, no se borraba de mi mente. Era una tortura que me carcomía desde dentro.Me había quedado en el hospital, no podía irme, ni por un segundo. Estaba allí, en la sala de espera, y mi hermana no se separaba de mi lado, aunque ambos sabíamos que la esperanza era cada vez más débil. Nos apoyábamos mutuamente en silencio, como si el dolor fuera un peso que debíamos llevar juntos. Cada tanto, miraba el reloj, como si al hacerlo pudiera cambiar la realidad. Pero nada cambiaba, y me sentía atrapado en una espiral de impotencia.La doctora apareció poco después del amanecer, su r
JhossEl día que Mónica finalmente despertó fue como si el mundo entero respirara conmigo. Todo el peso que llevaba en mi pecho se desvaneció en un instante cuando la vi abrir los ojos y mirarme. No podía contener las lágrimas mientras me inclinaba hacia ella, tomándole la mano con cuidado, como si fuera a romperse.—Estás aquí… —susurré con voz temblorosa—. Estás conmigo, Mónica.Ella me miró con una mezcla de cansancio y ternura. Sus labios se curvaron en una sonrisa débil, pero llena de significado.—Jhoss… —murmuró, apenas audible, pero suficiente para hacer que mi corazón saltara.—No hables —le dije rápidamente, temiendo que se agotara más de lo necesario—. Solo descansa, ¿de acuerdo? No voy a ir a ningún lado. Estoy aquí para ti, y lo estaré siempre.Los días que siguieron fueron una mezcla de emociones. Cada pequeño avance que Mónica hacía era una victoria, y me aferré a esos momentos como si fueran todo lo que necesitara para vivir. Me aseguré de estar con ella cada minuto qu
MónicaDespertar fue como volver a la vida después de un sueño interminable. Al abrir los ojos, sentí que mi cuerpo pesaba toneladas, pero ahí estaba él, Jhoss, sentado junto a mi cama, con lágrimas brillando en sus ojos. Su mirada lo decía todo: alivio, amor, desesperación por no perderme.—Estás aquí... —susurró, y su voz quebrada me llenó de emociones que no podía explicar.Quise hablar, pero mi garganta estaba seca, y lo único que pude hacer fue intentar sonreír. Él tomó mi mano y la apretó con fuerza, como si al soltarme pudiera perderme otra vez.Los días pasaron lentamente. Cada vez que despertaba, lo veía ahí, firme, cuidándome como nunca imaginé que alguien lo haría. Me daba de comer, me ayudaba a moverme, y cuando el cansancio lo vencía, se dormía en esa incómoda silla al lado de mi cama. Yo lo observaba en silencio, con el corazón lleno de gratitud y amor. Nunca pensé que alguien pudiera amarme así, con tanta entrega.Una tarde, mientras me ayudaba a caminar por los pasillo
MónicaDespertar fue como volver a la vida después de un sueño interminable. Al abrir los ojos, sentí que mi cuerpo pesaba toneladas, pero ahí estaba él, Jhoss, sentado junto a mi cama, con lágrimas brillando en sus ojos. Su mirada lo decía todo: alivio, amor, desesperación por no perderme.Lo vi sentado junto a mi cama, con la cabeza entre las manos, como si rezara o simplemente tratara de calmar la tormenta que parecía haberse apoderado de su vida. Cuando notó que lo observaba, levantó la cabeza de golpe. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y su expresión, mezcla de alivio y desbordante amor, me dejó sin palabras.—Estás aquí... —susurró, y su voz quebrada me llenó de emociones que no podía explicar.Quise hablar, pero mi garganta estaba seca, y lo único que pude hacer fue intentar sonreír. Él tomó mi mano y la apretó con fuerza, como si al soltarme pudiera perderme otra vez.Los días pasaron lentamente. Cada vez que despertaba, lo veía ahí, firme, cuidándome como nunca imaginé que