Funeral

Mónica

No sé cómo encontré las fuerzas para hacerlo, pero me acerqué a Jhoss, sintiendo el peso de cada palabra que estaba a punto de pronunciar. Su respiración era débil, su rostro sereno pero marcado por el cansancio de una lucha que duró más de lo que cualquiera habría soportado.

Me incliné hacia él, mis labios temblorosos junto a su oído, y le susurré lo más difícil que jamás había dicho:

—Puedes irte en paz, mi amor. No quiero seguir siendo egoísta. Tienes derecho a descansar. Si hay otra vida, te buscaré. Te amo con todo mi ser, y cuidaré de nuestros hijos y de tu madre. Pero ya no te aferres más al dolor... puedes irte, Jhoss.

Mi voz se quebró, las palabras ahogadas en lágrimas que no dejaban de caer. Lo observé mientras mis dedos acariciaban suavemente su cabello, grabándome cada detalle de su rostro, cada línea que contaba nuestra historia. En ese momento, el mundo pareció detenerse.

Jhoss tomó una última respiración profunda, como si estuviera reuniendo toda su energía para
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