MónicaDespertar fue como volver a la vida después de un sueño interminable. Al abrir los ojos, sentí que mi cuerpo pesaba toneladas, pero ahí estaba él, Jhoss, sentado junto a mi cama, con lágrimas brillando en sus ojos. Su mirada lo decía todo: alivio, amor, desesperación por no perderme.Lo vi sentado junto a mi cama, con la cabeza entre las manos, como si rezara o simplemente tratara de calmar la tormenta que parecía haberse apoderado de su vida. Cuando notó que lo observaba, levantó la cabeza de golpe. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y su expresión, mezcla de alivio y desbordante amor, me dejó sin palabras.—Estás aquí... —susurró, y su voz quebrada me llenó de emociones que no podía explicar.Quise hablar, pero mi garganta estaba seca, y lo único que pude hacer fue intentar sonreír. Él tomó mi mano y la apretó con fuerza, como si al soltarme pudiera perderme otra vez.Los días pasaron lentamente. Cada vez que despertaba, lo veía ahí, firme, cuidándome como nunca imaginé que
MónicaEl día comenzó lleno de luz y alegría. Josselyn estaba radiante, con su pequeño vestido rosa y una sonrisa que iluminaba mi mundo. Jhoss y yo habíamos decidido llevarla al centro comercial por primera vez. Queríamos comprarle algunas cosas nuevas y disfrutar de un rato en familia. Todo parecía perfecto.Mientras caminábamos, mi corazón se llenaba de orgullo. Miraba a Jhoss empujando el cochecito con una ternura que no podía describir. Sentía que finalmente habíamos encontrado la paz que tanto habíamos buscado.—¿Qué te parece si pasamos por la juguetería primero? —preguntó Jhoss con una sonrisa.—Perfecto, aunque probablemente terminemos llevándonos más cosas de las que necesitamos —respondí riendo.Josselyn balbuceaba felizmente desde su cochecito, ajena al mundo pero irradiando una felicidad que era contagiosa. Sin embargo, esa tranquilidad duró poco.Lo vi antes de que se acercara. Nicolás. Estaba parado al final del pasillo, mirándonos con una mezcla de nerviosismo y anhelo
MónicaTodo comenzó a caer por su propio peso. Después de semanas viviendo con la madre de Jhoss, él decidió que era hora de volver a casa. Su madre, doña Emilia, se había encariñado tanto con Josselyn que la despedida no fue fácil. Para mí tampoco lo fue. A pesar de que el tiempo con ella había sido breve, su calidez y cariño habían logrado que me sintiera parte de una verdadera familia.Esa mañana, mientras empaquetaba las cosas de la niña, doña Emilia apareció en la habitación. Llevaba a Josselyn en brazos y la miraba como si intentara memorizar cada detalle de su rostro.—No puedo creer que ya se vayan —dijo con un suspiro, sentándose en la cama.—Tampoco yo, doña Emilia —respondí, dejando de doblar la ropa por un momento—. Gracias por todo. Ha sido increíble estar aquí con usted.—No me agradezcas, hija. El agradecimiento es mío. No sabes lo feliz que me has hecho permitiéndome estar cerca de mi nieta... —Su voz se quebró, y alzó la mirada hacia mí, con lágrimas en los ojos—. Por
MónicaEl día de mi boda llegó con un aire de emoción que llenaba cada rincón de mi ser. Había imaginado este momento desde que era niña, pero jamás pensé que sería tan especial como lo estaba viviendo ahora. Cada detalle había sido planeado con amor y cuidado. La decoración, los arreglos florales, el vestido... todo parecía salido de un sueño.Estaba en la habitación que me habían asignado para prepararme, frente al espejo, mientras la estilista daba los últimos toques a mi cabello. Mi vestido blanco colgaba en la pared, esperándome, y el brillo de mis ojos reflejaba la mezcla de nervios y felicidad que me invadía.De repente, la puerta se abrió y Nicolás apareció. Me miró fijamente, y su presencia me sorprendió, aunque no me desagradó.—Estás hermosa, Mónica —dijo con una sonrisa triste, avanzando unos pasos hacia mí.—Gracias, Nicolás. No esperaba verte aquí.Él extendió su mano, y en ella sostenía una pequeña caja de terciopelo azul. La abrió, revelando un hermoso collar con un br
MónicaEl cumpleaños número dos de nuestra pequeña Josselyn llegó más rápido de lo que esperaba. Parecía que había sido ayer cuando la sostenía en mis brazos por primera vez, tan pequeña y frágil, y ahora estaba corriendo por toda la casa, llena de energía y alegría. Jhoss y yo habíamos comprado una casa hermosa con un jardín amplio, el lugar perfecto para celebrar este día tan especial.Estábamos emocionados por la fiesta. Decoramos el jardín con guirnaldas de colores, globos y una mesa central llena de dulces y pastelitos temáticos. Josselyn estaba obsesionada con los unicornios, así que todo tenía detalles mágicos y brillantes.A pesar de la emoción del día, llevaba varios días sintiéndome mal, cansada y un poco mareada. No le había mencionado nada a Jhoss porque no quería preocuparlo. Así que, en secreto, me hice unos análisis de sangre. Cuando vi los resultados, mi corazón se llenó de emoción y nervios: estaba embarazada.Decidí que lo mejor sería contárselo antes de la fiesta. Q
MónicaTodo parecía estar marchando tan bien. La consulta con la ginecóloga fue un alivio, todo estaba perfecto. Ya tenía tres meses de gestación y el bebé estaba creciendo sano y fuerte. Jhoss y yo estábamos felices, como si el universo finalmente estuviera de nuestro lado. La sonrisa en su rostro mientras me tomaba la mano durante la consulta me hacía sentir que finalmente todo tenía sentido, que todo lo que habíamos vivido nos había llevado a ese momento de felicidad.Mientras regresábamos a casa, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de naranja y rosa, un color que me parecía simbólico. Todo estaba bien, o eso pensaba. Cuando llegamos al estacionamiento de la casa, algo sucedió. De repente, Jhoss cayó al suelo, y antes de que pudiera reaccionar, vi que su rostro se tornaba pálido. Un líquido rojo comenzó a salir de su nariz, y en cuestión de segundos, mi corazón se aceleró con una mezcla de pavor y confusión.—¡Jhoss! —grité, corriendo hacia él y tratando de sacudirlo, pero
MónicaCuando finalmente me dejaron entrar a la habitación, mis pasos eran pesados, como si llevara el peso de todo el mundo sobre mis hombros. El aire parecía más denso, cargado de tristeza y desesperación. Jhoss estaba ahí, sentado en la cama del hospital, mirando hacia la ventana. Su perfil, que siempre me había parecido tan fuerte y seguro, ahora se veía más delgado, más frágil. La luz que entraba por la ventana iluminaba su rostro de una manera casi cruel, resaltando el cansancio en sus ojos.Me acerqué despacio, tratando de controlar las lágrimas que ya luchaban por salir. No quería que me viera así, rota, pero era imposible. Cada paso hacia él hacía que mi corazón se quebrara un poco más.—Jhoss… —mi voz apenas fue un susurro. Él giró la cabeza lentamente hacia mí y, para mi sorpresa, me sonrió. Esa sonrisa suave y familiar que siempre lograba calmar mis tormentas, aunque ahora parecía cargada de una tristeza que no podía ocultar.—Mónica —dijo con voz serena, aunque su tono te
JhossLa tarde estaba tranquila, y la casa se sentía demasiado silenciosa sin las risas de Mónica y nuestra hija llenándola. Ellas habían salido con mi madre a dar un paseo, y yo sabía que este era el momento perfecto para lo que tenía que hacer. Tomé el teléfono, mis manos temblaban mientras marcaba el número.—¿Jhoss? —La voz de Nicolás al otro lado de la línea sonaba sorprendida—. ¿Qué necesitas?—Necesito que vengas a verme. Es importante —le respondí, tratando de sonar más fuerte de lo que me sentía en ese momento.No tardó mucho en llegar. Cuando entró al salón, llevaba una expresión seria, como si intuyera que algo andaba mal. Nos saludamos con un apretón de manos breve, y le indiqué que se sentara.—¿Qué pasa, Jhoss? ¿Por qué me llamaste? —preguntó, inclinándose hacia adelante en su asiento.Respiré hondo, sintiendo cómo el peso de lo que iba a decir me aplastaba el pecho. No sabía cómo empezar, pero sabía que debía hacerlo.—Nicolás, te llamé porque necesito pedirte algo. Alg