Si quiero

Mónica

Todo comenzó a caer por su propio peso. Después de semanas viviendo con la madre de Jhoss, él decidió que era hora de volver a casa. Su madre, doña Emilia, se había encariñado tanto con Josselyn que la despedida no fue fácil. Para mí tampoco lo fue. A pesar de que el tiempo con ella había sido breve, su calidez y cariño habían logrado que me sintiera parte de una verdadera familia.

Esa mañana, mientras empaquetaba las cosas de la niña, doña Emilia apareció en la habitación. Llevaba a Josselyn en brazos y la miraba como si intentara memorizar cada detalle de su rostro.

—No puedo creer que ya se vayan —dijo con un suspiro, sentándose en la cama.

—Tampoco yo, doña Emilia —respondí, dejando de doblar la ropa por un momento—. Gracias por todo. Ha sido increíble estar aquí con usted.

—No me agradezcas, hija. El agradecimiento es mío. No sabes lo feliz que me has hecho permitiéndome estar cerca de mi nieta... —Su voz se quebró, y alzó la mirada hacia mí, con lágrimas en los ojos—. Por
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