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30. Conflictos personales

—No puedo. Tu madre me invitó a almorzar al club y fue muy insistente.

Casandra rio, pero él sabía que no estaba del todo cómoda con ello. Debía hablar con su madre, porque hacerlo con su padre era una causa perdida.

—No caigas en sus juegos de manipulación —dijo Fabio, pulsando el botón del ascensor y notando las enormes ojeras que llevaba desde hace días.

Temía que con tantas presiones, ella saliera huyendo de nuevo, negándose a dramas familiares que no le competían y a una relación formal a la que se negó desde el principio.

—Me dijo que quiere disculparse por lo de la cena. Tengo que ir.

—Pero, ¿quieres hacerlo? Mi contrapropuesta es que nos veamos en un hotel cercano y terminemos lo que iniciaste esta mañana —sugirió con la voz ronca, sonriendo satisfecho al recordar el servicio especial que recibió de su boca. No pudo evitar acomodarse la entrepierna.

—Tengo trabajo y no creo que podamos vernos hoy.

—¡Con más razón aún! —insistió.

La risa de Casandra causó una corriente eléctric
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