—No puedo. Tu madre me invitó a almorzar al club y fue muy insistente.Casandra rio, pero él sabía que no estaba del todo cómoda con ello. Debía hablar con su madre, porque hacerlo con su padre era una causa perdida.—No caigas en sus juegos de manipulación —dijo Fabio, pulsando el botón del ascensor y notando las enormes ojeras que llevaba desde hace días.Temía que con tantas presiones, ella saliera huyendo de nuevo, negándose a dramas familiares que no le competían y a una relación formal a la que se negó desde el principio.—Me dijo que quiere disculparse por lo de la cena. Tengo que ir.—Pero, ¿quieres hacerlo? Mi contrapropuesta es que nos veamos en un hotel cercano y terminemos lo que iniciaste esta mañana —sugirió con la voz ronca, sonriendo satisfecho al recordar el servicio especial que recibió de su boca. No pudo evitar acomodarse la entrepierna.—Tengo trabajo y no creo que podamos vernos hoy.—¡Con más razón aún! —insistió.La risa de Casandra causó una corriente eléctric
Susana Admitir que cometió el más terrible de los errores al casarse con Raúl, no fue nada sencillo, y es que, para Susana, los días y las noches pronto se convirtieron en todo un suplicio. El solo pensar en seguir viviendo a su lado era ahora inadmisible. La tarde siguiente de su noche de bodas, envió por ella y llegó a la hacienda de la familia, como le dijo Virginia, la chica del servicio. Una vez allí, solo lo vio durante dos días y al tercero, él regresó a la ciudad y la dejó allí, sin avisarle. No tenía voz alguna en la forma en que se llevaban las cosas en el lugar. Lourdes, su suegra, llegó un día después de irse Raúl, acompañada de su hija menor, Mirna; otra arpía. Esa chica disfrutaba haciendo comentarios de mal gusto y le gastaba bromas horribles con insectos o cualquier porquería de otros animales sobre su cama o en la bañera. Una tarde, encabritó el caballo en el que paseaba con un grito, y la vio reírse mientras Virginia le colocaba un filete en el rostro, por el golp
Susana fue sacada de allí por otro de los guardias, lo reconoció como uno de los de la entrada. Él la envolvió con cuidado con la misma manta y, sin mirarla a los ojos, la condujo hacia un estrecho elevador.Subieron varios pisos y atravesaron un oscuro pasillo con paredes de piedra caliza que parecía recargado y de mal gusto. Cada paso del enorme hombre la causaba dolor, pero Susana no se atrevía a decir una palabra.Llegaron frente a una puerta de cristal esmerilado, y él la miró con aflicción por un breve instante antes de pedirle que se pusiera de pie para abrir.Ella lo intentó, aunque se vino abajo sin poder sostenerse. Escuchó una disculpa entre dientes, pero antes de que pudiera responder, él la sujetó con firmeza antes de alzarla de nuevo, la apoyó en su cuerpo y presionó la mano sobre un sensor, activando la cerradura.La placa de vidrio se d
CasandraNo es que estuviera llevando un registro, pero el calendario en la pantalla parpadeaba con claridad mientras hablaba con Andrea sobre la fecha de la gala. Ya habían pasado cinco semanas juntos, inmersos en una especie de ensueño, y eso, aunque no iba a admitirlo ni bajo tortura, la ponía nerviosa, porque las cosas buenas en esa área de su vida, simplemente no pasaban.—¿Me estás escuchando? —preguntó Andrea mientras le daba de comer a su hijo, el pequeño Alexander.—Que sí. Ya lo anoté e incluso me ofrezco a ir por ustedes al aeropuerto —respondió Casandra, mostrándole una sonrisa burlona que Andrea odiaba.—Te lo repito, porque tu padre se quejó conmigo de que faltaste a la videollamada familiar la semana pasada.—Era domingo.Andrea soltó una risa y su sobrino la imitó. Ella fingió estar centrada en unos documentos. Aunque sabía que con su cuñada, eso no serviría de mucho.—Ya le expliqué que los fines de semana no existes para nadie.—Eres una tonta —respondió en tono infan
Llegó por la tarde del viernes, saludó a don Pedro, que atendía a alguien en la entrada e intentó detenerla, pero lo evadió. Al subir, abrió con su propia llave y lejos de lo que esperaba, el apartamento que compartió con él por años se veía acogedor.Ahora tenía plantas, cambió el sofá donde se sentaban a disfrutar de algunas películas el fin de semana, y la cocina estaba llena de artilugios de los que no tenía idea de su uso o utilidad. Entró a la que fue su habitación y vio trajes sastre femeninos en el ropero, olía a un perfume extravagante, aunque demasiado pretencioso según su opinión.Encontró el baño repleto de productos de hombre y mujer, y se preguntó desde cuándo Fabio se interesaba tanto en su cuidado personal. Él era un sujeto sencillo, que se encontraba cómodo, con una rasurada y lo básico para oler bien. Regresó cerca de la entrada, percatándose de que no estaba equivocada; las fotografías donde aparecían todos juntos ya no estaban. Habían sido sustituidas por una
CasandraJosh se encontraba de turno en el hospital cuando llegó, así que tuvo que esperar un par de horas antes de que estuviese desocupado. Eso le ayudó a tranquilizarse y dejar de llorar. Se sentía ridícula, como una adolescente inexperta bajo el influjo de su primera decepción. Rio casi de forma histérica, porque ella ya tenía demasiadas acumuladas y algunas casi olvidadas en su camino, una más era como si la vida le dijera que era para no perder la costumbre. En un principio quería hundirse en su cama para seguir lamentándose, pero Josh la convenció de quedarse. Hasta que la puso nerviosa, porque la dejó llorar un rato y luego estuvo mirándola casi sin parpadear por mucho tiempo y en completo silencio. Al advertir un gesto de exasperación de su parte, él la detuvo sujetándole la mano e hizo que se sentara nuevamente. —¿Estás segura de lo que viste? —Josh, no me trates como una mujer perturbada. Sé lo que vi.—No, me refiero a que, si en
Problemas 1Aun en esa cafetería seguía evaluando la posibilidad de hablar con Casandra para pedirle que se mudara con él. Necesitaba formalizar aquello sin nombre que tenían y que le sentaba tan bien, cada noche que se separaban anhelaba volver a dormir con la misma placidez con la que lo hacía a su lado. Sentía que no necesitaba nada más.La verdad es que desde el día que ayudó a Casandra en las compras para remodelar su apartamento, no había vuelto a pensar en Susana ni en los posibles problemas que tendría. Después de hablar con sus padres y avisarle que todo estaba bien, decidió hacer un cambio en la forma y la frecuencia de comunicarse. Una noche vio en el periódico un titular en la sección rosa, donde se preguntaban quién era la mujer que acompañaba a Raúl en una fiesta y se hacía énfasis sobre la ausencia de su esposa, pero para ser sincero no se le ocurrió preguntar. Y no lo volvió a recordar hasta que la tuvo enfrente, mientras esperaba que Casandra saliera. A
SusanaSusana sintió el aroma de Fabio muy cerca y experimentó una mezcla de alivio y anhelo por estar entre sus brazos de nuevo. Él le dio unas palmadas delicadas en el hombro, como si temiera tocarla, y Susana estuvo a punto de echarse a reír. Tal vez su atuendo no era tan sugerente como había pensado, pero abrió los ojos, fingiendo sorpresa, y se estiró, dejando al descubierto su pequeño conjunto de seda rosa, su color favorito en la ropa interior. Y con enorme satisfacción pudo descubrir cómo Fabio la recorría entera.La seguía deseando y no era para menos. Habían compartido demasiadas cosas juntos para que de la noche a la mañana se esfumaran por una relación incipiente. Esa era su señal. —Hola, Fabio. No estaba segura de si volverías a casa, y me dio pena mover todo lo que hay sobre la que solía ser mi cama. —Se inclinó a abrazarlo, pegándose a él como si quisiera fundirse en su piel—. ¿Cómo estás? ¿Ya comiste? ¿Solucionaste el malentendido con esa chica?