El viento provocó en su cuerpo un estremecimiento que le hizo castañetear los dientes. Fabio intentó calentarse las manos con su aliento, pero lo único que logró con éxito fue tiritar, así que decidió guarecerse de la gelidez del clima dentro de una pequeña iglesia que encontró en el camino. La misa acababa de terminar, así que se sentó en la última fila. El nudo de su garganta aún no lo abandonaba, como tampoco la estúpida esperanza de que ella hubiese corrido tras él al darse cuenta de lo que hacía, o al menos, al anhelo a una llamada de último minuto.Fabio tragó con fuerza y suspiró, agradecido por la tibieza del lugar. Observó a los feligreses salir uno a uno por el pasillo, pero llamó su atención una de las mujeres que recorría su mirada por cada una de las bancas con ansiedad. De pronto, el entusiasmo llenó sus finas facciones.Los movimientos de la mujer cambiaron en la medida que avanzaba hacia él, derrochando sensualidad a cada paso. El pelo entrecano
JoshEl teléfono de Josh timbró una vez y él lo respondió de inmediato al descubrir a quién pertenecía la llamada: —¡Maldito, hijo de puta! Estaba a punto de llamar a la policía. ¿Dónde demonios estás? —gruñó fuera de sí.Llevaba horas llamándole y preguntando al encargado de la recepción en cada turno si sabían algo de su amigo. Incluso le marcó a Susana y no le importó dejarla preocupada al colgar cuando respondió no haber recibido ninguna llamada de Fabio.—En el Hades. —Las carcajadas resonaron a través del auricular—. Josh tienes que venir.—¡Al Hades te voy a enviar yo, pendejo! —gritó cada vez más iracundo al escuchar cómo tropezaba con las palabras—. No soy tu madre para estar cuidando tu trasero. Si ibas a beber, lo menos que podías hacer, era invitarme. —Relájate, guapo. Eso es el nombre del bar donde está tu amigo. Cuando llegues, menciona a Abrahel y el de seguridad te dejará entrar. Fabio está bien, no te preocupes.
SusanaParada frente al ventanal, miró las luces de la ciudad, el tráfico y algunas personas aventurándose a cruzar las calles bajo la copiosa lluvia. Escuchó el escándalo de la música y las risas estridentes de algunas mujeres al otro lado de la puerta y se limpió una lágrima de la mejilla.Habían pasado horas desde que dijo; “Sí, acepto” ante al obispo, quien viajó expresamente para la boda de su sobrino favorito y también frente a cientos de personas que apenas la conocían. Escuchó un disparo, y Susana se lanzó al piso por instinto y se arrastró tras uno de los laterales de la alta cama, con las piernas flexionadas, tratando de protegerse. La música no se detuvo y tampoco las risas, pero la puerta se abrió y el ruido exterior se hizo más claro. —¿Susana?La voz de Raúl la tranquilizó un poco, aunque seguía enfadada con él. Pero se arrodilló para mostrarse tras la orilla de la cama y hacerle saber que estaba bien.
Susana avanzó por los peldaños y se topó con detalles desagradables; ropa interior femenina tendida en el suelo o colgando del pasamanos, otra dentro de copas e incluso preservativos usados.Una mujer menuda al otro extremo, limpiaba lo que estaba a su paso con la misma expresión de asco que ella tenía. —Virginia… —Recordó su nombre de cuando la madre de Raúl se la presentó—. ¿Sabe dónde está el señor? —No, señora. Cuando el patrón sale con esas gentes se va por días y no regresa acá. Se va para la hacienda. Seguro mañana la llama para que se junte con él. ¿Le sirvo algo de comer? Vi que apenas probó bocado desde que vino. —No, gracias. Estoy bien, no tengo apetito. ¿El chofer se queda? —preguntó, dispuesta a salir de ese lugar. Se sentía indignada por el trato que le estaba dando Raúl.Si eso sería de su vida, con toda la seguridad del mundo anularía su matrimonio. De todas maneras, ella aún poseía su apartamento a
El bufete bullía con su habitual atmósfera laboral, mientras todos se apresuraban con carpetas y documentos en mano. Fabio se sentía más incómodo de lo normal mientras avanzaba por el pasillo en dirección a la oficina de Casandra. La vergüenza de su llamada del fin de semana lo atormentaba, y Josh no lo había dejado olvidar. Aquel acto impulsivo y bochornoso ahora requería que enfrentara las consecuencias. Cuando llegó a la puerta de la oficina de Casandra, contuvo la respiración antes de tocar suavemente. Al escuchar su voz firme concediéndole la entrada, abrió la puerta y la encontró mirando su computadora. Sus ojos se cruzaron, y Fabio pudo captar un rastro de incomodidad en su expresión. Seguro, ella debía estar resentida. No había respondido a sus llamadas, lo que claramente señalaba su desinterés, y ahora él había empeorado la situación. Era patético. —Casandra, necesito hablar contigo —dijo Fabio, con la voz ligeramente tensa. Casandra negó con la cabeza, pero él entró rápi
La suave luz de la mañana se filtraba por las cortinas, iluminando la habitación donde ambos dormían plácidos. Sus cuerpos estaban entrelazados, ella descansando sobre el pecho de Fabio. Como si el mundo exterior no importara.Él se removió cuando Casandra deslizó la pierna por la protuberancia entre las firmes piernas masculinas y rio cuando lo escuchó gemir y presionar hacia arriba, aún dormido.La noche anterior había sido intensa y ahora, con la calma de la mañana, la realidad parecía aún más cruda, más no desagradable. Los nervios y las dudas fueron echadas de su sistema con cada embate y promesa susurrada al oído con las que sellaron su reconciliación.Observó el rostro sereno y masculino, con una media sonrisa curvando sus labios, y se dio cuenta de que los obstáculos y tensiones que estaban superando juntos, nunca fueron planeados, aquella tarde en el juzgado, al delinear su fotografía.Deslizó una mano por su mejilla, acariciando su piel con suavidad antes de inclinarse sobre
Casandra había pasado la noche anterior en el apartamento de Fabio, y ahora disfrutaban de los momentos de tranquilidad en su reciente relación. Al parecer se quedaría de nuevo y él sonrió, acomodando mejor los pies delicados sobre su pierna.Ambos se encontraban en el sofá, cada uno con su laptop en el regazo, concentrados en leer y revisar sus respectivos casos.Casandra levantó la mirada de la pantalla y él se dio cuenta de que había algo reconfortante en compartir estos momentos, en sentirse cómodos en la presencia del otro.Unos suaves golpes en el hombro lo hicieron volver al presente. Josh les ofreció una taza de café recién hecho a ambos, y ella tomó el aroma reconfortante entre sus manos.—Gracias, nene. Siempre sabes cómo alegrarme —dijo, mirándolo con cariño antes de darle un beso rápido en la mejilla.Fabio resopló, pero Josh le lanzó un beso al aire y respondió:—Para ti también hay, no te pongas celoso.—Yo soy quien mejora su día a día, y no solo con café —respondió, gu
—No puedo. Tu madre me invitó a almorzar al club y fue muy insistente.Casandra rio, pero él sabía que no estaba del todo cómoda con ello. Debía hablar con su madre, porque hacerlo con su padre era una causa perdida.—No caigas en sus juegos de manipulación —dijo Fabio, pulsando el botón del ascensor y notando las enormes ojeras que llevaba desde hace días.Temía que con tantas presiones, ella saliera huyendo de nuevo, negándose a dramas familiares que no le competían y a una relación formal a la que se negó desde el principio.—Me dijo que quiere disculparse por lo de la cena. Tengo que ir.—Pero, ¿quieres hacerlo? Mi contrapropuesta es que nos veamos en un hotel cercano y terminemos lo que iniciaste esta mañana —sugirió con la voz ronca, sonriendo satisfecho al recordar el servicio especial que recibió de su boca. No pudo evitar acomodarse la entrepierna.—Tengo trabajo y no creo que podamos vernos hoy.—¡Con más razón aún! —insistió.La risa de Casandra causó una corriente eléctric