El bufete bullía con su habitual atmósfera laboral, mientras todos se apresuraban con carpetas y documentos en mano. Fabio se sentía más incómodo de lo normal mientras avanzaba por el pasillo en dirección a la oficina de Casandra. La vergüenza de su llamada del fin de semana lo atormentaba, y Josh no lo había dejado olvidar. Aquel acto impulsivo y bochornoso ahora requería que enfrentara las consecuencias. Cuando llegó a la puerta de la oficina de Casandra, contuvo la respiración antes de tocar suavemente. Al escuchar su voz firme concediéndole la entrada, abrió la puerta y la encontró mirando su computadora. Sus ojos se cruzaron, y Fabio pudo captar un rastro de incomodidad en su expresión. Seguro, ella debía estar resentida. No había respondido a sus llamadas, lo que claramente señalaba su desinterés, y ahora él había empeorado la situación. Era patético. —Casandra, necesito hablar contigo —dijo Fabio, con la voz ligeramente tensa. Casandra negó con la cabeza, pero él entró rápi
La suave luz de la mañana se filtraba por las cortinas, iluminando la habitación donde ambos dormían plácidos. Sus cuerpos estaban entrelazados, ella descansando sobre el pecho de Fabio. Como si el mundo exterior no importara.Él se removió cuando Casandra deslizó la pierna por la protuberancia entre las firmes piernas masculinas y rio cuando lo escuchó gemir y presionar hacia arriba, aún dormido.La noche anterior había sido intensa y ahora, con la calma de la mañana, la realidad parecía aún más cruda, más no desagradable. Los nervios y las dudas fueron echadas de su sistema con cada embate y promesa susurrada al oído con las que sellaron su reconciliación.Observó el rostro sereno y masculino, con una media sonrisa curvando sus labios, y se dio cuenta de que los obstáculos y tensiones que estaban superando juntos, nunca fueron planeados, aquella tarde en el juzgado, al delinear su fotografía.Deslizó una mano por su mejilla, acariciando su piel con suavidad antes de inclinarse sobre
Casandra había pasado la noche anterior en el apartamento de Fabio, y ahora disfrutaban de los momentos de tranquilidad en su reciente relación. Al parecer se quedaría de nuevo y él sonrió, acomodando mejor los pies delicados sobre su pierna.Ambos se encontraban en el sofá, cada uno con su laptop en el regazo, concentrados en leer y revisar sus respectivos casos.Casandra levantó la mirada de la pantalla y él se dio cuenta de que había algo reconfortante en compartir estos momentos, en sentirse cómodos en la presencia del otro.Unos suaves golpes en el hombro lo hicieron volver al presente. Josh les ofreció una taza de café recién hecho a ambos, y ella tomó el aroma reconfortante entre sus manos.—Gracias, nene. Siempre sabes cómo alegrarme —dijo, mirándolo con cariño antes de darle un beso rápido en la mejilla.Fabio resopló, pero Josh le lanzó un beso al aire y respondió:—Para ti también hay, no te pongas celoso.—Yo soy quien mejora su día a día, y no solo con café —respondió, gu
—No puedo. Tu madre me invitó a almorzar al club y fue muy insistente.Casandra rio, pero él sabía que no estaba del todo cómoda con ello. Debía hablar con su madre, porque hacerlo con su padre era una causa perdida.—No caigas en sus juegos de manipulación —dijo Fabio, pulsando el botón del ascensor y notando las enormes ojeras que llevaba desde hace días.Temía que con tantas presiones, ella saliera huyendo de nuevo, negándose a dramas familiares que no le competían y a una relación formal a la que se negó desde el principio.—Me dijo que quiere disculparse por lo de la cena. Tengo que ir.—Pero, ¿quieres hacerlo? Mi contrapropuesta es que nos veamos en un hotel cercano y terminemos lo que iniciaste esta mañana —sugirió con la voz ronca, sonriendo satisfecho al recordar el servicio especial que recibió de su boca. No pudo evitar acomodarse la entrepierna.—Tengo trabajo y no creo que podamos vernos hoy.—¡Con más razón aún! —insistió.La risa de Casandra causó una corriente eléctric
Susana Admitir que cometió el más terrible de los errores al casarse con Raúl, no fue nada sencillo, y es que, para Susana, los días y las noches pronto se convirtieron en todo un suplicio. El solo pensar en seguir viviendo a su lado era ahora inadmisible. La tarde siguiente de su noche de bodas, envió por ella y llegó a la hacienda de la familia, como le dijo Virginia, la chica del servicio. Una vez allí, solo lo vio durante dos días y al tercero, él regresó a la ciudad y la dejó allí, sin avisarle. No tenía voz alguna en la forma en que se llevaban las cosas en el lugar. Lourdes, su suegra, llegó un día después de irse Raúl, acompañada de su hija menor, Mirna; otra arpía. Esa chica disfrutaba haciendo comentarios de mal gusto y le gastaba bromas horribles con insectos o cualquier porquería de otros animales sobre su cama o en la bañera. Una tarde, encabritó el caballo en el que paseaba con un grito, y la vio reírse mientras Virginia le colocaba un filete en el rostro, por el golp
Susana fue sacada de allí por otro de los guardias, lo reconoció como uno de los de la entrada. Él la envolvió con cuidado con la misma manta y, sin mirarla a los ojos, la condujo hacia un estrecho elevador.Subieron varios pisos y atravesaron un oscuro pasillo con paredes de piedra caliza que parecía recargado y de mal gusto. Cada paso del enorme hombre la causaba dolor, pero Susana no se atrevía a decir una palabra.Llegaron frente a una puerta de cristal esmerilado, y él la miró con aflicción por un breve instante antes de pedirle que se pusiera de pie para abrir.Ella lo intentó, aunque se vino abajo sin poder sostenerse. Escuchó una disculpa entre dientes, pero antes de que pudiera responder, él la sujetó con firmeza antes de alzarla de nuevo, la apoyó en su cuerpo y presionó la mano sobre un sensor, activando la cerradura.La placa de vidrio se d
CasandraNo es que estuviera llevando un registro, pero el calendario en la pantalla parpadeaba con claridad mientras hablaba con Andrea sobre la fecha de la gala. Ya habían pasado cinco semanas juntos, inmersos en una especie de ensueño, y eso, aunque no iba a admitirlo ni bajo tortura, la ponía nerviosa, porque las cosas buenas en esa área de su vida, simplemente no pasaban.—¿Me estás escuchando? —preguntó Andrea mientras le daba de comer a su hijo, el pequeño Alexander.—Que sí. Ya lo anoté e incluso me ofrezco a ir por ustedes al aeropuerto —respondió Casandra, mostrándole una sonrisa burlona que Andrea odiaba.—Te lo repito, porque tu padre se quejó conmigo de que faltaste a la videollamada familiar la semana pasada.—Era domingo.Andrea soltó una risa y su sobrino la imitó. Ella fingió estar centrada en unos documentos. Aunque sabía que con su cuñada, eso no serviría de mucho.—Ya le expliqué que los fines de semana no existes para nadie.—Eres una tonta —respondió en tono infan
Llegó por la tarde del viernes, saludó a don Pedro, que atendía a alguien en la entrada e intentó detenerla, pero lo evadió. Al subir, abrió con su propia llave y lejos de lo que esperaba, el apartamento que compartió con él por años se veía acogedor.Ahora tenía plantas, cambió el sofá donde se sentaban a disfrutar de algunas películas el fin de semana, y la cocina estaba llena de artilugios de los que no tenía idea de su uso o utilidad. Entró a la que fue su habitación y vio trajes sastre femeninos en el ropero, olía a un perfume extravagante, aunque demasiado pretencioso según su opinión.Encontró el baño repleto de productos de hombre y mujer, y se preguntó desde cuándo Fabio se interesaba tanto en su cuidado personal. Él era un sujeto sencillo, que se encontraba cómodo, con una rasurada y lo básico para oler bien. Regresó cerca de la entrada, percatándose de que no estaba equivocada; las fotografías donde aparecían todos juntos ya no estaban. Habían sido sustituidas por una