Cuando Fabio despertó, se encontró con dos noticias que le helaron la sangre. La primera, que Casandra le mintió de forma descarada y que Susana se había ido con Raúl sin decirle nada. Lo supo, porque no encontró a la abogada en su apartamento después de lo sucedido la noche anterior y su amiga le dejó una nota sobre la mesa del comedor. Una nota breve y fría que le cayó como una bomba en las manos. No se dio cuenta a qué hora se fue la primera y a qué hora pasó la segunda por sus maletas, y por eso se sintió doblemente burlado. —Así que te usó —dijo Josh con la boca llena de la comida que sobró de ayer. Mirándolo apenas para prestarle más atención al partido de fútbol. —Algo así. —Le lanzó una patada para que dejara de reírse, pero no lo hizo. Así que, resignado, agregó—. Me dijo que todo estaba bien, que no estaba molesta por lo de papá. Que, por el contrario, le vino bien que llegara a la firma una cartera de ese calibre. ¿No la notaste extraña anoche? —En absoluto. A quien sí
El nerviosismo de Fabio al volante le pareció tierno y muy entretenido, pero no dejaba de repetir la última frase de Andrea esa mañana, cuando volvió a su apartamento, sintiéndose culpable por intervenir en la relación o lo que fuese que tuvieran pendientes él y su amiga, Susana: Ten cuidado, Cas. Deja de buscar lo que no se te ha perdido.Y es que por más que intentaba salir del radar del hombre que tenía al lado, parecía que el mundo entero fraguaba un plan en su contra para recordárselo.Ocurrió con Josh y aquella cena, con Gael Andrade, actuando como el zorro de negocios que era y ofreciéndole semejante oferta que él sabía que no podía rechazar cuando el bufete recién iniciaba y necesitaban la credibilidad que un negocio como el suyo podían darle.Encontrarlo en el bar no fue una casualidad y aunque sus conocidos se dieron cuenta, no era la primera vez que tenían que fingir un escenario similar para darle una mano y eliminar competencia femenina o terminar con uno de los hombres
Casandra entró en la sala de juntas con determinación, sosteniendo una carpeta bajo el brazo. Como jefa del bufete Fellini, Herrera & Asociados, se reunía cada lunes con algunos abogados para revisar los casos de esa semana y asignar las tareas correspondientes.¡Sin embargo, no esperaba que al abrir la puerta iba a encontrarse con el hombre que la dejó esta mañana sin avisar! El mismo que la había hecho vibrar con sus besos, sus caricias, sus palabras todo el fin de semana.Ella se quedó paralizada en la entrada, sin poder creer lo que estaba viendo. ¿Qué hacía él allí? ¿Por qué no le había informado que empezaría a trabajar ese día? ¿Cómo iba a enfrentarse a él sin haberse preparado?Fabio la miró con una sonrisa traviesa y le guiñó un ojo. Ella se preguntó si es que estuvo demasiado ocupada disfrutando de su cuerpo y de su compañía, que no le puso atención a lo que decía.No podía negar que en los últimos días ese hombre se había convertido en una adicción y se había divertido como
—¿Repíteme por qué demonios tengo que ir contigo? —exclamó Josh.Mientras se acomodaba en el asiento de al lado, intentando llamar la atención de la aeromoza al tiempo que hablaba con él. —Porque perdiste la apuesta y porque eres tan buen amigo, que si no soy capaz de avanzar por ese pasillo lo harás por mí.Durante el viaje, sufrieron retrasos en ambas escalas y todo parecía estar conspirando en su contra.—Casandra volvió a llamarme. —Josh le mostró la pantalla medio burlón.Pero Fabio respondió con un gruñido que hizo que su amigo oscilara los ojos en su dirección.Ella lo estuvo evadiendo las últimas semanas, cancelando y moviendo sus planes juntos como si fuese a propósito. Pero lo que más le molestaba es que desde lo ocurrido en la oficina, ella parecía haber retrocedido. Y se hartó. Dejó de buscarla, de mendigar su atención y tampoco le dijo que viajaba para lo de la boda de Susana. Eso, y la función que debía desempeñar en ese viaje, lo tenían de mal humor y
El viento provocó en su cuerpo un estremecimiento que le hizo castañetear los dientes. Fabio intentó calentarse las manos con su aliento, pero lo único que logró con éxito fue tiritar, así que decidió guarecerse de la gelidez del clima dentro de una pequeña iglesia que encontró en el camino. La misa acababa de terminar, así que se sentó en la última fila. El nudo de su garganta aún no lo abandonaba, como tampoco la estúpida esperanza de que ella hubiese corrido tras él al darse cuenta de lo que hacía, o al menos, al anhelo a una llamada de último minuto.Fabio tragó con fuerza y suspiró, agradecido por la tibieza del lugar. Observó a los feligreses salir uno a uno por el pasillo, pero llamó su atención una de las mujeres que recorría su mirada por cada una de las bancas con ansiedad. De pronto, el entusiasmo llenó sus finas facciones.Los movimientos de la mujer cambiaron en la medida que avanzaba hacia él, derrochando sensualidad a cada paso. El pelo entrecano
JoshEl teléfono de Josh timbró una vez y él lo respondió de inmediato al descubrir a quién pertenecía la llamada: —¡Maldito, hijo de puta! Estaba a punto de llamar a la policía. ¿Dónde demonios estás? —gruñó fuera de sí.Llevaba horas llamándole y preguntando al encargado de la recepción en cada turno si sabían algo de su amigo. Incluso le marcó a Susana y no le importó dejarla preocupada al colgar cuando respondió no haber recibido ninguna llamada de Fabio.—En el Hades. —Las carcajadas resonaron a través del auricular—. Josh tienes que venir.—¡Al Hades te voy a enviar yo, pendejo! —gritó cada vez más iracundo al escuchar cómo tropezaba con las palabras—. No soy tu madre para estar cuidando tu trasero. Si ibas a beber, lo menos que podías hacer, era invitarme. —Relájate, guapo. Eso es el nombre del bar donde está tu amigo. Cuando llegues, menciona a Abrahel y el de seguridad te dejará entrar. Fabio está bien, no te preocupes.
SusanaParada frente al ventanal, miró las luces de la ciudad, el tráfico y algunas personas aventurándose a cruzar las calles bajo la copiosa lluvia. Escuchó el escándalo de la música y las risas estridentes de algunas mujeres al otro lado de la puerta y se limpió una lágrima de la mejilla.Habían pasado horas desde que dijo; “Sí, acepto” ante al obispo, quien viajó expresamente para la boda de su sobrino favorito y también frente a cientos de personas que apenas la conocían. Escuchó un disparo, y Susana se lanzó al piso por instinto y se arrastró tras uno de los laterales de la alta cama, con las piernas flexionadas, tratando de protegerse. La música no se detuvo y tampoco las risas, pero la puerta se abrió y el ruido exterior se hizo más claro. —¿Susana?La voz de Raúl la tranquilizó un poco, aunque seguía enfadada con él. Pero se arrodilló para mostrarse tras la orilla de la cama y hacerle saber que estaba bien.
Susana avanzó por los peldaños y se topó con detalles desagradables; ropa interior femenina tendida en el suelo o colgando del pasamanos, otra dentro de copas e incluso preservativos usados.Una mujer menuda al otro extremo, limpiaba lo que estaba a su paso con la misma expresión de asco que ella tenía. —Virginia… —Recordó su nombre de cuando la madre de Raúl se la presentó—. ¿Sabe dónde está el señor? —No, señora. Cuando el patrón sale con esas gentes se va por días y no regresa acá. Se va para la hacienda. Seguro mañana la llama para que se junte con él. ¿Le sirvo algo de comer? Vi que apenas probó bocado desde que vino. —No, gracias. Estoy bien, no tengo apetito. ¿El chofer se queda? —preguntó, dispuesta a salir de ese lugar. Se sentía indignada por el trato que le estaba dando Raúl.Si eso sería de su vida, con toda la seguridad del mundo anularía su matrimonio. De todas maneras, ella aún poseía su apartamento a