15. Mi regreso

Susana

—Yo te extrañé más --susurró Fabio.

Un escalofrío recorrió su piel cuando él depositó un beso en su mano. Ella la retiró con suavidad, riendo un poco y tratando de disimular la turbulencia interna que los nervios estaban causando.

Mientras Susana regresaba a la ciudad, su mente se inundaba con diferentes mantras reconfortantes: “El tiempo lo cura todo”, “Después de una temporada deja de doler” y el clásico “El Señor sabe lo que hace”. Sin embargo, este último le resultaba especialmente difícil de asimilar. Comprender el designio divino que le arrebataba a alguien cercano y la dejaba partida en dos era una tarea titánica que estuvo a punto de acabar con ella.

La mudanza de sus padres fuera de la ciudad debido a la salud frágil de su madre no vino acompañada de compasión por su pérdida. Sus visitas escasas y distantes, coincidieron con la profunda depresión que la consumió por dos años. Las dos o tres veces que la visitaron, no perdieron oportunidad de reprocharle
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