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Capítulo 4; Una amarga boda.

—Hija, no sé por qué presiento que te has apresurado con este matrimonio.

—Nada de eso, mamá, sé perfectamente lo que hago. Mi matrimonio con Brailon es, la mejor decisión que pude tomar.

—No suenas como suena novia muy feliz—su madre la miró con preocupación.

—No trates de confundirme, madre. Te agradó Brailon desde que lo viste.

—Si, pero...

—Mamá, por favor...

—De acuerdo—suspiró la mujer—solo quiero que seas feliz.

"Este matrimonio no puede hacerme feliz porque no es lo que quiero, porque no conozco a ese hombre despiadado que intenta vengarse, pero no sé de qué"

—Seré muy feliz, madre—mintió mientras le sonreía—Brailon es... el hombre de mis sueños. —"De mis pesadillas" quiso decir, aunque había Sido su crush y había fantaseado con conocerlo, ser su novia y a la larga ser su esposa, nunca imagino que el pudiese ser tan cruel... una garantía, una moneda de cambio, eso es lo que era para él.

—Apresuremonos tesoro, el novio está esperando.

El matrimonio fue sencillo, tal y como lo sería cualquier matrimonio de índole civil. El novio frío y seguro de si mismo, la hacía sentir vulnerable pero, fue un sentimiento que como muchos otros, no demostró.

Luego del matrimonio se reunieron en casa de los Conway para un pequeño brindis.

—No sabes cuánto me odio por permitir que Mccloskey te hiciera ésto, me odio y nunca me lo perdonaré. —le había dicho Antonio a su hija.

—Papá no te hagas daño, todo va a estar bien.

—Con este tipo, uno nunca sabe.

—Déjalo todo en mis manos, solo debes trabajar para pagar tu deuda, y ya.

—Me siento tan culpable.

—Yo haría cualquier cosa por ustedes. Los amo.

—Gracias hija, no te merezco.

Luego del brindis, Brailon le susurró al oído a Victoria.

—Es hora de irse a casa.

"Irse a casa", la sola palabra produjo en ella un escalofrío, ya que Victoria consideraba que en ese momento estaba en casa. Brailon se despidió y dijo que la esperaría en el auto, Victoria no pudo evitar que su corazón se aceleraba cuando su padre seguía al hombre que acababa de convertirse en su yerno.

—¡Eres un maldit* aprovechado, Mccloskey!

—Asi es, estoy aprovechando la oportunidad de cobrarte esa vieja deuda, Antonio Conway.

—¿Vieja deuda?—preguntó Victoria que llegaba hasta ellos— ¿de que deuda.estan hablando?

—Preguntale a tu padre, me encantaría ver si es capaz de responderte.

—¡Infeliz!— Antonio lo miró con odio— sé que tienes derecho a vengarte si así lo deseas pero, ¿utilizar a mi hija?, eres muy ruin, Mccloskey. Soy yo quien debe pagar, no mi hija.

—¿Van a decirme lo que sucede?—preguntó frustrada ante la rabia de su padre y la burla en el rostro de su esposo— Dejen de mantenerme al margen de algunas cosas, estoy lo bastante involucrada como para saberlo todo.

—Querida, deja que sea el suegro quien te explique todo, si se atreve.

—¡No soy tu suegro!—dijo el hombre enojado.

—Pero si acabo de casarme con tu hija—sonrió—soy tu yerno, aunque los fantasmas del pasado te atormenten.

—¿Fantasma?, ¿cuáles fantasmas? —Antonio Conway lo miró enojado, y luego a su hija con tristeza.

—Sube al auto Victoria, nos vamos ahora.

—Pero...

—Sube al maldit* auto antes de que grite a los cuatro vientos lo que sucede, y tú madre termine lamentando haberse casado con... este hombre.

—¡Respeta a mi padre!

—¡Desgraciado, Mccloskey!

—¡Sube!— abrió la puerta del vehículo y la miró con autoridad, Victoria le devolvió una mirada llena de odio. Girandose besó a su padre y caminó alrededor auto, miró

a su esposo con la barbilla erguida y se deslizó al interior en silencio.

El trayecto no fue tan largo, el auto se detuvo en una enorme casa, con gigantescos ventanales, era toda lujo y belleza. Brailon la hizo pasar a un amplio salón.

—Te invito una copa, querida esposa— dijo él con ironía—celebremos nuestra unión.

—No acostumbro a beber de noche.

—Solo será una copa—insistió.

—Intento declinar con amabilidad tu oferta. —advirtió.

—¿Por qué tan a la defensiva?

—Indícame cuál será mi habitación, estoy agotada y deseo tomar una ducha.

—De acuerdo— suspiró— al salir toma a la derecha sube las escaleras, luego a la izquierda, la tercera habitación es la nuestra. — "nuestra" pensó Victoria, al tiempo que se le secaba la garganta, imaginándose compartiendo la habitación con aquel demonio. Si. decir una palabra se dirigió a la puerta— Te alcanzaré luego— ella lo miró y se alzó de hombros restándole importancia.

Fue fácil conseguir la habitación, era una alcoba amplia, desde cuyo ventanal se podía admirar el hermoso jardín, las gruesas cortinas eran del mismo azul oscuro con bordes dorados de la colcha que cubría el enorme lecho matrimonial, con una hermosa cabecera de madera tallada, y una gruesa alfombra color beige que cubría todo el suelo.

Caminó hasta la cama y se sentó sobre ella, sin poder evitarlo lágrimas de dolor y frustración corrieron por sus mejillas, entrelazó sus manos y sintió la alianza matrimonial que descansaba en su dedo, se lo quitó, mirándolo a través de su mirada cristalizada a causa de las lágrimas.

En situaciones normales, sería un anillo precioso, sintió deseos de arrojarlo lejos pero de nuevo sintió frustración, con o sin alianza ella era legalmente Victoria Mccloskey, la legítima esposa del cruel Brailon Mccloskey... ella era su garantía, su propiedad. Nada lograría con lamentarse, así que decidió tomar un baño, colocó el anillo en su dedo, se secó las lágrimas dispuesta a encontrar paz en un relajante baño.

La dicha no había logrado relajar sus tensos músculos, se sentía muy nerviosa, se sentó frente al espejo y con destreza colocó crema perfumada en todo su cuerpo y sin pensarlo dos veces se metió a la cama.

Las palmas de sus manos estaban húmedas y su pulso acelerado.

¿Le daría Brailon tiempo de acostumbrarse a su nueva vida ó intentaría reclamar aquella misma noche la garantía, que no era menos que su cuerpo?

"Deja de atormentarme, Victoria" se recriminó. Pero a pesar del esfuerzo sobre humano que hacía para tratar de tranquilizarse, no lo lograba. Todo lo contrario, mientras más pensaba en el momento en el que Brailon llegará a la habitación, más nerviosa se ponía.

Sintió que alguien ingresaba al lugar y la tensión se apoderó de ella.

—Victoria... ¿estás dormida?—supo que de nada valdría fingir.

—Aun no. Déjame en paz, ¿quieres?, si vienes a reñir...

—No tengo la menor intensión de reñir en nuestra noche de bodas— respondió interrumpiendola.

"Noche de Bodas" aquellas palabras divagaron hasta llegar a las profundidades de su cerebro. Aquella situación no merecía el nombre de "noche de bodas"

"Noche de Bodas" aquellas horas que eran el anhelo, el momento más deseado para los recién casados, para ella eran momentos de agonía. Una voz interior le gritó que lo disfrutará, era el hombre del cual había estado enamorada en secreto por mucho tiempo, era su amor platónico, aquel que parecía inalcanzable, pero era también su verdugo, el causante del estrés de su padre.

—Dejame en paz, debes darme tiempo para acostumbrarme a esto.

—No hay tiempo de acostumbrarse a nada, debemos asumir nuestra realidad.

—No dejaré que me toques. No dejaré que me hagas el amor. —Brailon sonrió burlon.

—¿Quién dijo que haríamos el amor?— preguntó con sarcasmo.

—¿Ah no?— preguntó casi con alivio.

—No. Nada de "hacer el amor", yo tomaré posesión de mi garantía.

—¡Eres vil y despreciable!

—Y tú eres mía, me perteneces. —Brailon se sentó el la cama y Victoria dió un respingo, salto fuera de la cama.

—¡Déjame en paz, imbécil!— él se puso de pie y ella se movió al otro lado para que no pudiera alcanzarla— lo vió sonreír maliciosamente.

—Me gusta jugar al gato y el ratón. No hay mayor "Victoria" para el cazador que lograr obtener su presa. — dió dos grandes zancadas logrando así alcanzarla y tomarla por los hombros.

Algo dentro de Victoria le gritaba que él no tendría clemencia con ella, que no había ni un ápice de compasión en todo su cuerpo. Su verdugo estaba dispuesto a lastimarla, quería hacerle pagar con creces la.ofensa de Antonio Conway, y Victoria pensó con tristeza que ni siquiera sabía cuál era la deuda que estaba saldando, porque era obvio que no se trataba solo del dinero prestado, la maldad con la que Brailon actuaba solo podía ser producto del odio y la vanganza.

Ella solo era un peón en aquel cruel juego.

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