Capítulo 4

~~A N D R E W J O N E S~~

🥀

La había perdido de vista y el nerviosismo me invadía. No podía perder a la mocosa. Alexander estallaría y me prohibiría acercarme a su familia... y realmente me gustaba pasar tiempo con mi hermana. Solté un suspiro de alivio cuando logré verla, cada vez más cerca de mí, pero entonces me di cuenta: se tambaleaba al caminar. Estaba borracha. La tomé del brazo con firmeza.

—Melissa, ¿acaso estás loca? Alex va a matarnos. No debías tomar nada de alcohol —le dije, pero parecía tan desorientada que su mirada apenas me enfocaba.

Tuve que sacarla de allí, y una vez afuera noté que apenas me reconocía.

—¡Holaaa! Aquí estás... oye, qué divertida fiesta —balbuceó con dificultad, sus palabras arrastradas.

Dios, ¿cuánto bebió esta mujer? Estoy muerto.

—Meli, vamos a casa. Necesito que, por favor, no digas nada. ¿Entiendes lo que te digo? —hablé despacio para asegurarme de que me comprendiera.

Se limitó a asentir. La sujeté de la cintura y la llevé hasta el auto. La acomodé en el asiento del copiloto y le coloqué el cinturón de seguridad antes de rodear el auto y sentarme al volante. Arranqué y emprendí el camino a casa de Alex. Por la hora, todos ya estarían dormidos, así que sería fácil entrar sin hacer ruido.

Miré de reojo y vi que se había quedado dormida. Eso me facilitaba las cosas. Pero creo que hablé demasiado pronto, porque en cuanto estacioné en la cochera, se despertó.

—Alex va a matarme —susurró, asustada.

—¿Por qué lo dices? Tranquila, déjame ayudarte.

Salí del auto y me dirigí a su puerta. La ayudé a bajar y la sostuve por la cintura para que pudiera caminar sin caerse.

—Porque estoy borracha. ¿Sabes lo que me va a pasar? ¡Me va a meter a prisión! Bueno... en realidad, a ti —añadió, arrastrando las palabras.

Entramos al ascensor y, de pronto, pareció sumirse en sus pensamientos.

—¿Sabías que soy un genio? Solo tomo esas clases en la escuela porque Alex no quiere que me quede en casa sin hacer nada —empezó a hablar de cosas que, para mí, no tenían mucho sentido, pero decidí seguirle la conversación.

—No lo sabía. Cuéntame más.

—Tengo dieciséis y soy economista. Poseo el coeficiente intelectual de un genio. Conozco química, ciencias, matemáticas avanzadas... ¡y sé más de once idiomas! Entre ellos, latín antiguo. Soy como Lydia Martin.

Mi cara de confusión debió ser evidente porque volvió a hablar.

—Lobo Adolescente. ¿No recuerdas a la fabulosa Lydia, la pelirroja? Aunque, bueno, yo soy rubia, pero eso no importa.

—Ah, ya recuerdo. Stiles era su eterno enamorado, ¿cierto?

—¡Sí!

—Entonces, ¿somos como Lydia y Stiles?

—Mmm... no. Ahora que lo pienso, tú serías Derek Hale: mal encarado, grosero, malhumorado... y millonario.

No pude evitar echarme a reír. Esta chica estaba completamente loca.

—Pero déjame decirte algo... —se acercó tanto que quedamos a centímetros—. Derek es mi favorito. Derek podría darme una bofetada y yo pondría la otra mejilla para que me golpeara de nuevo.

Lo que dijo me hizo reír a carcajadas, tanto que olvidé dónde estábamos. Me di cuenta de que ya habíamos salido del ascensor y estábamos en la sala.

—Melissa, vamos. Te ayudaré a subir a tu habitación. Debo irme.

—Yo puedo sola.

Se soltó de mi agarre y comenzó a caminar, pero en el primer escalón tropezó y cayó. Escuché el golpe sordo contra el borde del escalón y corrí hacia ella. A pesar de la poca luz, pude ver cómo un hilo de sangre bajaba de su ceja y su labio también estaba herido.

Sin preguntar nada, la cargué y la llevé hasta su habitación. Con cuidado, limpié sus heridas y la arropé en la cama para que pudiera dormir. Antes de salir, me aseguré de que estuviera cómoda y tranquila.

Cuando cerré la puerta, me encontré con Kate.

—Hola. Ya es tarde, Andy —dijo suavemente.

—Sí, hermana, ya me voy.

—No. Quédate en tu habitación. Sabes que tienes una aquí. Vamos —me tomó de la mano con ternura.

No pude decirle que no, así que la seguí.

Me acomodé en la cama y, antes de quedarme dormido, miré la hora: 04:55 a.m.

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