Capítulo 5

~M E L I S A P A R K E R ~

🥀

Dolor, dolor y más dolor. Eso era todo lo que sentía en ese momento. Me levanté con esfuerzo y fui al baño. Al mirarme en el espejo, me quedé helada: tenía el ojo hinchado y el labio partido. ¿Qué demonios me había pasado? Me quité el vestido negro que llevaba desde anoche y me di una ducha rápida. Ya lista, me puse ropa cómoda y bajé al salón. Al pasar, vi el reloj de pared: 11:10 a. m. Salí al jardín, donde estaban todos.

—Buenos días, familia. Antes de que pregunten... creo que me caí —dije, señalando mi rostro con una sonrisa incómoda.

—Buenos días —respondió Andrew con una media sonrisa. Se había quedado aquí. Se acercó y me dejó un beso en la cabeza—. Melissa, ¿cómo estás? Dios, pensé que te habías matado —dijo entre risas.

—Melissa, deberías tener más cuidado. Andrew, te dije que debías cuidar de ella —intervino Alex, con ese tono despreocupado que tanto me exasperaba.

—¡Melissa! ¡Tenemos una sorpresa! —exclamó Kate, rebosante de alegría.

La felicidad en su voz me descolocó. Por un momento pensé que me diría que ya sabía el sexo de los bebés. Pero no. Era él. Estaba allí, justo frente a mí. ¿Desde cuándo? ¿Había estado aquí todo este tiempo? Sentí que las piernas me temblaban y casi me desplomé. Andrew me sujetó suavemente por el brazo. Mi boca estaba seca, y pronunciar su nombre fue un esfuerzo que apenas se oyó.

—Dylan —susurré.

Se levantó de la mesa y se acercó a mí. Con delicadeza, tomó mi rostro entre sus manos, y cerré los ojos ante su tacto. Pasó sus dedos por la herida en mi ceja; solté un quejido. Dolía.

Juntó su frente con la mía. Yo seguía sin reaccionar. Estaba aquí. Era él.

—Pequeña Martin, nos vemos luego —se despidió Andrew, usando nuestra broma de la noche anterior.

Después de saludar a Alex y Kate, se marchó.

—Nosotros iremos al parque, les dejaremos un poco de espacio —anunció Kate, tomando de la mano a Alex con una sonrisa cómplice.

Yo aún no podía moverme. El pánico se apoderaba de mí. Mis piernas temblaban, el aire apenas llegaba a mis pulmones. Tenía los ojos cerrados.

—Parker, mírame —ordenó él con una voz firme y demandante.

Apreté aún más los párpados. Estaba enojada y no entendía por qué. Sabía que él estaba dolido, lo justificaba, pero no podía evitar sentirme molesta.

Negué con la cabeza.

—No... No puedo. No deberías estar aquí.

—Lo siento. No quería ser un idiota. Es solo que... no supe cómo manejar el hecho de que te fuiste sin despedirte. Y cuando no contestaste mis llamadas... me sentí herido.

—Y yo también lo siento —respondí en voz baja—. Le dije a Alex que no estaba lista, que necesitaba tiempo. Y cuando por fin estuve lista... tú fuiste quien dejó de contestar. Y lo entiendo, siempre lo voy a entender.

—Pero...

Me quedé callada. ¿Aún quería que él estuviera aquí? ¿Como decía Alex, estaba realmente enamorada de él?

—¿Es por Jones? ¿Él confundió tus sentimientos por mí?

Abrí los ojos de golpe. ¿Pensaba que no lo quería lo suficiente?

—Sé que no es así —dijo con calma—. Te conozco. Pero tenía que preguntarlo. Tu partida nos destrozó, y no podemos ignorarlo. Pero estoy aquí porque te amo, y lamento ser un idiota.

Sus palabras me atravesaron. Tenía razón. Me conocía mejor que nadie.

—Yo también lo siento tanto, Dylan... Todo es culpa de Alex —murmuré con una risa nerviosa—. Por supuesto que te amo y te extraño todos los días. Nunca olvides que te amo. Te anhelo minutos, horas... Pasamos de vivir a cinco minutos de distancia a miles de kilómetros. Pero todo se puede, ¿verdad?

Por fin reaccioné y lo abracé con todas mis fuerzas. Sentí su abrazo cálido, envolvente, como si él también hubiera estado esperando esto todo este tiempo.

—¿Puedo besar a mi novia ahora o aún no es el momento? —bromeó con una sonrisa traviesa.

Levanté el rostro y lo besé. Un beso lleno de emociones: felicidad, tristeza, esperanza. No sabía si todo esto se mantendría a flote, pero quería creer que sí. Que el amor lo puede todo. Aunque Alex siempre me recordaba que solo tenía dieciséis años.

—Estás aquí porque es hora de irte a Londres, ¿cierto?

—Terminé la escuela hace unos días. Tengo que estar en Londres el mes que viene. Le pedí permiso a Alex para pasar este mes aquí... contigo.

Lo abracé con más fuerza. Era la mejor noticia que había recibido en semanas.

—Eso es genial. Me encanta la idea.

🍂

Esa noche, asistimos a una exposición de arte organizada por Andrew. Apenas llevaba una semana aquí y Dylan ya era mejor amigo de Andrew. Regresaba del tocador cuando, al volver, vi a una chica morena, elegante y preciosa, hablando con Dylan. Se me encogió el estómago. Por un momento, me sentí insignificante. Él era tan atractivo... Cuando se fuera a Londres, conocería a tantas chicas hermosas...

—Es guapa, pero a él le van mejor las rubias. Anda, ve y rescata a tu hombre. No se ve cómodo —susurró Andrew, que había aparecido a mi lado, empujándome suavemente hacia Dylan.

—Hola, ya estoy aquí —dije con una sonrisa, tomando la mano de Dylan.

Él soltó mi mano por un instante, y sentí un pequeño pinchazo en el corazón. ¿No quería que la morena supiera que estaba conmigo? Pero, antes de que pudiera pensar más, me rodeó con los brazos desde atrás, apretándome con fuerza. Era como si quisiera dejar claro que me pertenecía. Andrew tenía razón: Dylan estaba incómodo con ella.

—Qué bueno que vuelves, ricitos —dijo, dándome un beso en el cabello.

La chica me miró con desagrado y se fue, empujándonos de manera grosera.

—Vaya, creo que le quité al novio —bromeé. Ambos reímos.

La exposición fue un éxito y Andrew propuso celebrarlo en un club.

—No sé si recuerdas que no tengo edad para eso —mencioné con obviedad.

—Descuida, Parker. Puedo hacer que entren sin problema... pero nada de alcohol —respondió Andrew con una sonrisa traviesa.

Dylan aceptó. Me prometió que me cuidaría.

Cuando llegamos al club, me sentí nerviosa. No quería meter en problemas a Andrew ni que Alex se enfadara con Dylan.

—Alex va a matarnos... —murmuré.

Dylan tomó mi mano con suavidad. Sabía que quería tranquilizarme.

Dentro, el ambiente era oscuro, con luces de neón y música que hacía vibrar el lugar. Bailamos durante horas, riendo y disfrutando como hacía mucho tiempo no lo hacíamos. Luego fuimos a la barra y pedimos dos piñas coladas sin alcohol.

Varias chicas se acercaban a Dylan con segundas intenciones, pero él las ignoraba o me abrazaba para dejar en claro que estaba conmigo. Eso me hacía sentir segura, sobre todo porque algunos chicos también me miraban, lo que me incomodaba.

Dylan tuvo que ir al baño y me dejó sola un momento. Fue entonces cuando un chico se acercó.

—Parece que tu novio no te deja respirar —dijo con una sonrisa.

—No... Es por seguridad —respondí, incómoda.

—¿Seguridad tuya... o de él?

—Supongo que de ambos —contesté, tratando de terminar la conversación.

—¿Qué estás tomando? Yo invito la siguiente. Soy Christian.

—Gracias, estoy bien. Un gusto, Christian. Soy Melissa.

Intenté buscar a Dylan con la mirada, pero la multitud era densa. El hombre empezó a invadir mi espacio personal. Le hice una seña al barman para pedir ayuda, pero tenía demasiado trabajo. Pedí que llamaran a Andrew, pero el desconocido me tomó de la mano, fuerte.

—Si te pido un beso... ¿también me lo vas a negar? —dijo, acercándose peligrosamente.

—Le pido que se aleje. Tengo novio.

El hombre me sujetó de la cintura y me arrastró hacia la oscuridad. Luché con todas mis fuerzas, pero era mucho más fuerte que yo...

Me revolví con desesperación mientras me arrastraba, mi corazón latía frenéticamente y el aire apenas llenaba mis pulmones. En medio del ruido, grité lo más fuerte que pude:

—¡ANDREW! ¡AYUDA!

Pero la música ahogó mi voz. La impotencia me llenó los ojos de lágrimas. Sentí su mano recorrerme la espalda y mi cuerpo se estremeció de asco.

—Tranquila... Solo quiero un beso. Nadie se va a enterar —susurró en mi oído.

—¡No! ¡Suéltame! —grité con todas mis fuerzas mientras me retorcía.

Mi mano libre logró encontrar su punto débil: le pegué con todas mis fuerzas en la entrepierna. El tipo soltó un gruñido y aflojó la presión. Aproveché para zafarme y corrí entre la multitud, tropezando con algunas personas. Pero no estaba a salvo.

Sentí un pinchazo en el brazo. Miré con horror: me había inyectado algo. Mis piernas comenzaron a fallar, mi visión se nubló, y el sonido de la música se volvió distante. Vi su silueta acercándose mientras yo apenas podía sostenerme en pie.

—No... No... —susurré, intentando mantenerme despierta.

Tropecé con una chica que me miró preocupada.

—¡Ayuda! —logré decir con un hilo de voz—. Andrew... Es mi hermano...

Pero antes de que pudiera responderme, Christian me alcanzó y me agarró de nuevo. Mi cuerpo se sentía liviano, como si flotara. Su rostro grotesco se acercó al mío, pero antes de que pudiera hacer nada más, escuché un rugido furioso.

—¡Suéltala, maldito imbécil!

Dylan apareció de la nada y lo empujó con tanta fuerza que Christian cayó al suelo. Todo se volvió borroso. Lo único que veía era a Dylan golpeando al tipo con furia descontrolada.

—¡Dylan, basta! ¡Lo vas a matar! —escuché la voz de Andrew.

El personal de seguridad llegó corriendo y se hizo cargo de Christian, pero yo ya no podía mantenerme en pie. Sentí unos brazos fuertes rodeándome y supe que era Dylan.

—Melissa... No te duermas, por favor...

Su voz estaba rota.

—Dylan... No puedo... Tengo sueño... —susurré.

—¡Andrew! ¡Hay que llevarla al hospital! —gritó Dylan desesperado.

—Ya avisé a Alex... Lo siento, pero tenía que hacerlo —respondió Andrew.

Sentí que todo se apagaba mientras me hundía en la inconsciencia, pero, por primera vez, no tenía miedo. Estaba en sus brazos. Estaba segura.

🍂

Desperté con un dolor insoportable por todo el cuerpo, como si me hubieran atropellado. Intenté abrir los ojos, pero la luz me cegó. Poco a poco, me di cuenta de dónde estaba: en un hospital. Una aguja estaba conectada a mi brazo. Me giré con dificultad y vi a Kate dormida en una cama cercana, acomodada como si no hubiera querido moverse de mi lado.

Andrew y Dylan estaban en un sofá, dormidos también, sus rostros cansados. Y Alex... Mi hermano estaba a mi lado, mal acomodado en la silla, con la cabeza apoyada en mi cama. Sentí un nudo en la garganta. Estaba a salvo. Estaba protegida.

Cerré los ojos nuevamente. Esta vez, quería descansar de verdad.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP