En este momento de mi vida no tengo que pensármelo, este hombre me ha cautivado de tal manera que mi respuesta no puede ser otra que un rotundo sí. —Quiero darte una oportunidad y que tú me la des a mí. Una vez que está todo dicho, nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos, y yo me quedo esperando mi primer beso. Su mirada viaja con delicadeza desde mis labios, pasando por la curva de mi nariz, hasta detenerse finalmente en mis ojos. —Deseo besarte. —Hazlo —susurro, con la voz temblorosa. —No te puedes ni imaginar las ganas que tengo —confiesa—. Pero como te dije antes, quiero hacer bien las cosas. Así que, señorita Crawford. ¿Sería tan amable de concederme el honor de su compañía para cenar mañana por la noche? Me gustaría llevarte a un restaurante, creo que es perfecto para nuestra primera cita oficial. —Estaré encantada de ir a cenar contigo. James me sonríe, se levanta de la cama, se inclina hacia mí y me planta un beso en la frente. El roce de sus labios hace que cier
Mía Cuando hablo de un viaje, me refiero más bien a una breve visita al pueblo vecino, que se encuentra a una hora de distancia de aquí. Stonehills es un pueblo famoso por sus formaciones rocosas, las cuales son una auténtica maravilla digna de ser visitada, no solo por su ubicación, sino también por sus impresionantes acantilados. Después de llamar por teléfono a Judith, me preparo para ir a ver a Natalie, James y yo saldremos antes, Jud está ocupada con papeleos pero me ha prometido que llegará más tarde. Dejamos a Franchesca en la casa de Anne y después partimos hacia Stonehills. El viaje en coche no es muy largo y, con James a mi lado, sé que el viaje será de todo menos aburrido. Lo digo porque ha comenzado a contar chistes. Estoy muerta de la risa y, a la vez, sorprendida, ya que no conocía esa faceta suya. Pero lo que más me sorprende es cuando posa su mano en mi pierna mientras conduce, como si fuéramos una pareja. Desvío la mirada a la carretera por la vergüenza. A lo lejo
—¡Hostia puta! Pero, ¡qué pedazo de hombre!—¡Jud!—Lo siento, Mía, si te avergüenzo, pero es que está muy buenoooooooo —menciona Jud, riendo.Mi amiga no tiene otra cosa que hacer, que lo mira de arriba abajo y después comienza a caminar rodeándolo para verlo mejor.—James, lo siento mucho, ella es así —digo, disculpándola.James, no duda ni un segundo, le responde a mi amiga, con un brillo travieso en su mirada. —Puedes tocar si quieres.Jud me mira con los ojos abiertos, y la muy sinvergüenza comienza a palpar su pecho y abdominales por encima de la camiseta blanca.—¡Dios! Esto está durísimo, Mía, eres muy afortunada. Aprovecha este cuerpo, porque de estos hay muy pocos —suelta mientras me da un codazo.No sé dónde meterme, esta mujer tiene un morro que se lo pisa. Sin embargo, parece que a James le divierte y comienza a reír a carcajadas. Nosotras nos miramos y nos unimos a él.Cuando Jud se ha quedado conforme y ha dejado de acosar a James, decidimos entrar a la casa de Nati. J
Disfrutamos del paseo, cuando el sonido de una llamada interrumpe el momento. James saca su teléfono del bolsillo, frunciendo el ceño al ver el nombre en la pantalla. Con un gesto de disculpa, atiende la llamada.—¿Anne? ¿Todo bien? —pregunta, preocupado. Se queda callado durante varios segundos—. No te preocupes, voy para allá, pero te informo que tardaré una hora.Al escuchar a James, sé que algo ha sucedido. Es cierto que nunca he deseado que le ocurra nada malo a nadie, pero si algo le sucediera a Richard, todos mis problemas se resolverían. Me siento culpable por estos pensamientos, pero lo que él me está haciendo es tan cruel que no veo otra salida.—Lo siento, tengo que irme —explica James—. Mi sobrino ha sufrido una caída y está en urgencias con una lesión en la pierna. Mi abuela está con ellos, pero no creo que pueda soportar mucho tiempo sentada en esas sillas tan incómodas, y mi padre está atrapado en el trabajo, incapaz de ir a recogerla.Le toco el brazo a James en un ges
¡Santo cielos! Me acabo de dar cuenta de que estoy corriendo sin la camiseta, se ha quedado tirada en el suelo, pero no podemos detenernos a recogerla, a menos que queramos morir. El sudor se desliza por mi frente, debido al miedo y la carrera frenética.—¡Ya falta poco! Vamos, Mía.Observo de reojo cómo James presiona el botón del mando del coche. Al llegar, nos lanzamos al interior y cerramos las puertas de golpe. Pero antes de que podamos respirar aliviados, un estruendo retumba a nuestro alrededor. La ventana se hace añicos, cayendo los fragmentos de cristal sobre mí, mientras el toro furioso embiste el coche con toda su fuerza. Dejo de respirar por unos segundos, temiendo que me dé un infarto. El coche se incorpora a la carretera y James acelera a toda velocidad.—Mía, no te muevas, puedes cortarte con los cristales. Pararé más adelante, primero hay que alejarnos de ese toro enfurecido.—Giro mi cabeza para observar al toro bravo que, hace unos segundos, corría hacia nosotros. Au
La idea de compartir la noche con James me atrae, no puedo negarlo. Sin embargo, está Franchesca, bajo nuestro mismo techo. Por lo tanto, con un suspiro de resignación, debo decirle que no.—James, esto no es correcto. Franchesca está con nosotros, y no sería justo para ella. Sería una falta de respeto.—Tienes razón, lo siento —contesta—. No sé en qué estaba pensando.Después de cenar, James camina a mi lado hasta la puerta de mi dormitorio, se detiene y se gira hacia mí. Levanta su mano y, con delicadeza, acaricia mi mejilla. —Buenas noches, Mía —susurra, y antes de que pueda reaccionar, me planta un beso fugaz en los labios.—Buenas noches, James.Antes de meterme en la cama, le dedico un momento para escribir a mis amigas. Me alegra saber que su viaje ha ido bien, y ahora están disfrutando en club. Les acabo de prometer, que el lunes, sin falta, encontraré un hueco para visitarlas.El domingo es un día tranquilo para James y para mí, hemos decidimos no salir y disfrutar de la cas
JamesMax y yo entramos al bar, y nos dirigimos a una mesa apartada. La luz tenue de una lámpara colgante encima de nosotros nos alumbra lo suficiente para ver nuestros rostros. Max se quita la gorra y pasa una mano por su cabello, aplacando sus mechas rubias antes de sentarse. Observo a mi alrededor, para comprobar que es un lugar seguro para hablar. Me siento frente a Max y clavo mis ojos en él. —¿Qué te trae a Rosehills, Max? Pensé que estarías en el puerto, esperando el cargamento.Max suspira y apoya los codos en la mesa, entrelazando sus dedos. —Tu padre me ha llamado. Ha habido complicaciones con unos papeles para involucrar a Mía y me ha pedido que venga.La noticia me sorprende, pensé que ya todo estaba listo.—¿Complicaciones? ¿Es algo serio? —Frunzo el ceño.—Lo suficiente como para que dejara todo y viniera. —Max toma un sorbo de su bebida.—Tienes que solucionarlo ¡Ya! Yo estoy haciendo mi parte.—Tío, tu trabajo es el mejor, ¿Cómo va todo con Mía? ¿Has conseguido enam
Mía—Mía, acércate, siéntate a mi lado —me pide Franchesca, con una sonrisa cálida—. Ha llegado el momento de que conozcas la historia entre Henry y yo. He tomado una decisión, esta noche se lo contaré a mi familia.—Qué buena noticia, Franchesca. Aunque al principio puedan sorprenderse, estoy segura de que lo entenderán.—Eso espero....—dice mientras palmea mi mano—. Y ahora ha llegado el momento, te voy a contar mi historia.La escucho atentamente, pero esta vez no por chismosa, porque sé que su historia tiene que ser realmente preciosa. He visto cómo se quieren, y es lo más hermoso que he presenciado en mi vida. —Cuando tenía dieciséis años, me enamoré de un joven apuesto. Él también se fijó en mí, nuestro amor era tan grande que no podíamos estar separados. Sin embargo, mi familia no aceptó nuestra relación. ¿La razón? Henry, era nuestro jardinero. Desde mi ventana, lo observaba trabajar todos los días. un día, me armé de valor y salí con una limonada para estar más cerca de él.