¡Santo cielos! Me acabo de dar cuenta de que estoy corriendo sin la camiseta, se ha quedado tirada en el suelo, pero no podemos detenernos a recogerla, a menos que queramos morir. El sudor se desliza por mi frente, debido al miedo y la carrera frenética.—¡Ya falta poco! Vamos, Mía.Observo de reojo cómo James presiona el botón del mando del coche. Al llegar, nos lanzamos al interior y cerramos las puertas de golpe. Pero antes de que podamos respirar aliviados, un estruendo retumba a nuestro alrededor. La ventana se hace añicos, cayendo los fragmentos de cristal sobre mí, mientras el toro furioso embiste el coche con toda su fuerza. Dejo de respirar por unos segundos, temiendo que me dé un infarto. El coche se incorpora a la carretera y James acelera a toda velocidad.—Mía, no te muevas, puedes cortarte con los cristales. Pararé más adelante, primero hay que alejarnos de ese toro enfurecido.—Giro mi cabeza para observar al toro bravo que, hace unos segundos, corría hacia nosotros. Au
La idea de compartir la noche con James me atrae, no puedo negarlo. Sin embargo, está Franchesca, bajo nuestro mismo techo. Por lo tanto, con un suspiro de resignación, debo decirle que no.—James, esto no es correcto. Franchesca está con nosotros, y no sería justo para ella. Sería una falta de respeto.—Tienes razón, lo siento —contesta—. No sé en qué estaba pensando.Después de cenar, James camina a mi lado hasta la puerta de mi dormitorio, se detiene y se gira hacia mí. Levanta su mano y, con delicadeza, acaricia mi mejilla. —Buenas noches, Mía —susurra, y antes de que pueda reaccionar, me planta un beso fugaz en los labios.—Buenas noches, James.Antes de meterme en la cama, le dedico un momento para escribir a mis amigas. Me alegra saber que su viaje ha ido bien, y ahora están disfrutando en club. Les acabo de prometer, que el lunes, sin falta, encontraré un hueco para visitarlas.El domingo es un día tranquilo para James y para mí, hemos decidimos no salir y disfrutar de la cas
JamesMax y yo entramos al bar, y nos dirigimos a una mesa apartada. La luz tenue de una lámpara colgante encima de nosotros nos alumbra lo suficiente para ver nuestros rostros. Max se quita la gorra y pasa una mano por su cabello, aplacando sus mechas rubias antes de sentarse. Observo a mi alrededor, para comprobar que es un lugar seguro para hablar. Me siento frente a Max y clavo mis ojos en él. —¿Qué te trae a Rosehills, Max? Pensé que estarías en el puerto, esperando el cargamento.Max suspira y apoya los codos en la mesa, entrelazando sus dedos. —Tu padre me ha llamado. Ha habido complicaciones con unos papeles para involucrar a Mía y me ha pedido que venga.La noticia me sorprende, pensé que ya todo estaba listo.—¿Complicaciones? ¿Es algo serio? —Frunzo el ceño.—Lo suficiente como para que dejara todo y viniera. —Max toma un sorbo de su bebida.—Tienes que solucionarlo ¡Ya! Yo estoy haciendo mi parte.—Tío, tu trabajo es el mejor, ¿Cómo va todo con Mía? ¿Has conseguido enam
Mía—Mía, acércate, siéntate a mi lado —me pide Franchesca, con una sonrisa cálida—. Ha llegado el momento de que conozcas la historia entre Henry y yo. He tomado una decisión, esta noche se lo contaré a mi familia.—Qué buena noticia, Franchesca. Aunque al principio puedan sorprenderse, estoy segura de que lo entenderán.—Eso espero....—dice mientras palmea mi mano—. Y ahora ha llegado el momento, te voy a contar mi historia.La escucho atentamente, pero esta vez no por chismosa, porque sé que su historia tiene que ser realmente preciosa. He visto cómo se quieren, y es lo más hermoso que he presenciado en mi vida. —Cuando tenía dieciséis años, me enamoré de un joven apuesto. Él también se fijó en mí, nuestro amor era tan grande que no podíamos estar separados. Sin embargo, mi familia no aceptó nuestra relación. ¿La razón? Henry, era nuestro jardinero. Desde mi ventana, lo observaba trabajar todos los días. un día, me armé de valor y salí con una limonada para estar más cerca de él.
MíaJames mira a su abuela impaciente. —Abuela, por favor, dinos qué sucede—exige James.—Nos estás asustando. ¿Te encuentras bien? No estarás… ¿enferma? ¡Oh no! ¡te estás muriendo! —exclama Anne.La abuela levanta una mano, pidiendo calma. —¡Basta ya, niños! No es nada de eso —dice con una sonrisa tranquilizadora—. La verdad es que me he casado con Henry. Vamos a empezar una nueva vida juntos.Anne suelta una risa nerviosa.—Vaya forma de romper el hielo, abuela — Anne, comenta con una sonrisa—. Definitivamente, es una noticia mucho mejor que la otra opción de morir, pensé que estabas enferma.—Venga abuela, deja de bromear. Ya tienes toda nuestra atención —menciona James.—James, no es ningún broma. Henry y yo nos conocemos desde que éramos muy jóvenes, pero por circunstancias de la vida nuestros caminos se separaron —habla Franchesca, mientras observa a Richard.Ella, comienza a contar como conoció a Henry, y lo que sucedió después. Todos se quedan callados escuchando la histori
Me quedo paralizada sin saber qué hacer. En un abrir y cerrar de ojos, la ambulancia ya está frente a casa, llevándose a Franchesca con urgencia hacia el hospital.Nos subimos al coche de James y seguimos la ambulancia en silencio, tan solo se escuchan nuestras respiraciones. Al llegar al hospital, entramos en una sala de espera sin saber nada de ella. Richard se desploma en una silla. Mientras tanto, James y Anne deambulan por la sala. Me acerco a James con cautela. Al llegar a su lado, extiendo mi mano con delicadeza y dejo que mis dedos se deslicen por su espalda en un gesto reconfortante. —Todo va a salir bien. Confía en mí.James se gira bruscamente.—¿Cómo puedes decir que todo va a salir bien? ¡Todo este desastre es culpa tuya!Respiro hondo, intentando mantener la calma ante su acusación, y replico:—No, James. No soy yo quien tiene la culpa. Si realmente la amáis tanto, ¿por qué no podéis aceptar su matrimonio? ¿Por qué no podéis ver que su felicidad debería ser también la
Tres meses después...He vuelto a retomar mi vida. La última noche que vi a James fue en la puerta del hospital. Esa noche, volví a construir ese enorme muro delante de mí. Ya no siento ni padezco, disfruto trabajando. No puedo decir otra cosa, soy la mejor. He llevado el club a otro nivel, y hasta viene gente de muy lejos. La lista de espera es interminable, y he tenido que contratar a más personas y ampliar el horario. El último paso que me falta es añadir un restaurante dentro, y estoy trabajando en ello. Salgo de mi ático, monísima de la muerte, con un vestido rojo ceñido y mis tacones negros. Como todas las tardes, me dirijo a mi club, esta vez en mi nuevo coche. Me he dado un capricho ¡olé por mí! Me enamoré de un BMW negro descapotable. Me va tan bien que estoy pensando en abrir otro club, aunque aún no he decidido dónde.Entro en el ascensor, presiono el botón que me lleva hacia el parking. Las puertas se abren y allí está, bajo la luz tenue del parking. Miro mi nueva adquisi
James entra en mi despacho, su cara de asombro no tiene precio. Ya no soy esa mujer que él conoció, como una vagabunda, ahora se ha encontrado con una mujer valiente, fría y poderosa.Camino con paso ligero hasta la puerta y le digo:—Buenas tardes, señor Campbell —extiendo mi mano.—Buenas tardes, Mía —me saluda, estrechando mi mano.—Si eres tan amable, prefiero que me llames por mi apellido, es Crawford —digo con firmeza.—Estás preciosa.—Ese comentario es inapropiado. ¿Cuál es el motivo de tu visita?—Te echo de menos.—Señor Campbell, le ruego que me explique el motivo de su presencia aquí. Dudo mucho que haya venido para decirme palabras bonitas. Le recuerdo que lo nuestro terminó hace tiempo y no soy de las que miran atrás, ni siquiera para tomar impulso. No puedo ofrecerte más tiempo, tengo una cita muy importante.—¿Tienes una cita?—Sí, es cierto, tengo una cita. Y como mujer soltera, estoy en mi derecho de vivir mi vida como me plazca —No menciono que se trata de una cita