Capítulo 24

¡Santo cielos! Me acabo de dar cuenta de que estoy corriendo sin la camiseta, se ha quedado tirada en el suelo, pero no podemos detenernos a recogerla, a menos que queramos morir. El sudor se desliza por mi frente, debido al miedo y la carrera frenética.

—¡Ya falta poco! Vamos, Mía.

Observo de reojo cómo James presiona el botón del mando del coche. Al llegar, nos lanzamos al interior y cerramos las puertas de golpe. Pero antes de que podamos respirar aliviados, un estruendo retumba a nuestro alrededor. La ventana se hace añicos, cayendo los fragmentos de cristal sobre mí, mientras el toro furioso embiste el coche con toda su fuerza. Dejo de respirar por unos segundos, temiendo que me dé un infarto. El coche se incorpora a la carretera y James acelera a toda velocidad.

—Mía, no te muevas, puedes cortarte con los cristales. Pararé más adelante, primero hay que alejarnos de ese toro enfurecido.

—Giro mi cabeza para observar al toro bravo que, hace unos segundos, corría hacia nosotros. Au
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