El auto se detuvo al llegar al nuevo escondite, y al segundo siguiente, Luke sacó a Arlet del interior de manera brusca. Kenia también bajó, al detallar en el rostro del hombre y en la manera en que agarraba el brazo de la niña. Se veía furioso. La mirada de ambos se encontró en un duelo, que no parecía tener ningún perdedor, puesto que los dos se veían con el mismo odio. —¡Suélteme!—rugió la jovencita con valentía. El hombre arrugó la nariz, rabioso, y la apretó más, lo pudo notar en la coloración de su brazo cada vez más rojo. —¿Por qué tanto alivio?—le preguntó entonces, su voz ronca por la ira.—¡No es su asunto!—¡Contesta!—exigió. —¡Por nada! ¡Lastimosamente, usted sigue vivo!—le gritó. Kenia soltó una maldición a punto de intervenir y poner en su sitio a la hijita de Amaro, pero una mirada fiera por parte de Luke la hizo mantenerse en su sitio. —¿Entonces creíste que los hombres de tu padre te rescatarían?—se mofó el hombre con una mezcla de burla y rabia—. ¿Es eso? ¿Rea
Su reflejo en el espejo le mostraba a alguien completamente diferente, a alguien a quien no lograba reconocer. ¿Quién era esa mujer? De lo único que estaba segura, era que no era ella.Habían pasado varios días desde que había llegado a ese nuevo lugar. Una habitación mucho más cómoda que la anterior, la cual le hacía sentir extraña. «¿Por qué tantas atenciones?», se preguntó. Incluso un médico la había visitado al día siguiente de su llegada a ese sitio, atendiendo sus heridas y dándole medicina. También le habían dado la libertad de bañarse y le habían traído ropa nueva.Al mirarse en el espejo nuevamente, la sensación de no reconocimiento persistía. Ya no era la misma jovencita de la alta sociedad, con su pelo largo y bien cuidado, ni con sus vestidos elegantes. Su rostro ahora estaba pálido y demacrado, marcado por las ojeras y la tensión de su cautiverio. Su pelo, antes largo y sedoso, ahora estaba corto y disparejo, cortado a la fuerza por el puñal de ese demonio.Al recordar
—No—murmuró tratando de liberar su rostro de su opresor—. No me importan sus planes. ¡Usted y sus planes pueden irse al demonio!Ante aquel arrebato de valentía, el hombre la miró fijamente, ojos azules, encontrándose con los castaños, en una lucha de voluntades. Un instante después, se apartó y sonrió, era una sonrisa macabra, que hizo a Arlet temblar en su posición.—¿Estás segura de que no quieres ser mi esposa, Arlet?—era la primera vez que la llamaba por su nombre.La jovencita detalló en lo suave que se escuchaba ahora su voz, muy contraria a la inicial imposición. Ante este hecho tragó grueso, pues no sabía lo qué significaba.—¡Prefiero morir que casarme con usted!—dijo entonces.El hombre nuevamente sonrió, haciendo que sus sentidos se pusieran alerta. Tenía algo entre manos, estaba segura. —¿Segura?—insistió.—Sí—repitió, alzando la barbilla. No se dejaría amedrentar por ese sujeto.—Es una pena—dijo entonces con fingido pesar. Dicho esto, sacó un teléfono de su bolsillo y
—¿Qué demonios has hecho, Luke? ¿Cómo se te ocurre…?—Silencio, Kenia—la silenció con voz fría. La mujer se quedó paralizada, viéndolo sin comprender. ¿Entonces no le importaban sus sentimientos? ¿No le importaba que todo se acabará por culpa de esa niñita?—¿Qué significa entonces?—pidió saber con su corazón herido. —Significa que estoy un paso más cerca de mi venganza—le explico mirándola con aquellos ojos azules tan intensos e inexpresivos—. Significa que voy a recuperar lo que me pertenece. Nada más—puntualizó al ver que la mujer se había armado toda una película con respecto al bendito matrimonio. —Pero te vas a casar… y con esa—completo Kenia con una expresión de repugnancia. Le daba asco la sola idea de compartir a su hombre con la hija de Amaro. —Yo no estoy más feliz que tú.Luke desvío la mirada, la mención del matrimonio, atormentándolo nuevamente. —Pero ya nada será igual. Ya no podremos…—No seas ridícula—fue la contestación del hombre, su voz desprovista de toda emo
Y aunque no quería obedecer, terminó usando aquel vestido, que, aunque era bonito, estaba lejos de ser lo que hubiese escogido. Arlet se miró en el espejo e hizo una mueca de desagrado. Era un elegante vestido de seda, con un tono entre lavanda y rosa, que evocaba delicadeza. Irónicamente, la delicadeza del vestido contrastaba brutalmente con la realidad de su situación, la cual distaba mucho de ser agradable.Sin poder evitarlo, miró sus uñas, las cuales habían perdido todo color y estaban completamente sucias. Sintiéndose extraña las ocultó tras su espalda. «¿A dónde la llevarían?», se preguntó con temor. Minutos después, se encontraba en el interior de un auto, siendo llevaba a quién sabe dónde, como si no fuese más que una muñeca de trapo. En su interior, deseaba protestar, deseaba decir algo, armar un escándalo. Pero una leve mirada a su alrededor le hacía entender que no tenía caso. Cuando el auto se detuvo, Arlet se imaginó un montón de cosas, se imaginó cualquier tipo de
Internamente, una voz pareció susurrarle que no, que ese no era el momento para huir, que en realidad nunca existiría tal oportunidad. Consciente de eso volvió a mirar a su antiguo amigo, él le devolvió la mirada con la misma intensidad, en realidad parecía que nunca había dejado de observarla. Era un momento extraño. La distancia que los separaba parecía tan corta, pero al mismo tiempo era como si existiese un abismo que impedía el reencuentro. Y ese abismo estaba justo allí, sosteniéndola del brazo y dando la imagen de que todo estaba normal, de que eran una pareja feliz a punto de casarse. Cuando finalmente la rueda de prensa terminó, los reporteros pasaron a consumir algunos aperitivos, mientras ella no dejaba de ver a su alrededor, tratando de buscar con su mirada a Nicolás, porque no supo en qué momento había desaparecido de su campo de visión. —¿Qué buscas, cariño?El hombre volvió a susurrarle. Su voz le resultó tan desagradable, había empleado un tono burlesco que le prov
El vestido de novia era todo un espectáculo. Era blanco, largo, de encaje, con una cola estilo sirena. Era simplemente precioso, y se veía muy costoso. Lo que no entendía era para qué tanto despilfarro si solamente sería una boda civil. Una simple y vulgar boda. «Me voy a casar», pensó Arlet, mirando con aprensión el vestido que seguía tendido sobre la cama. A su lado, había una caja con unas zapatillas a juego. Adicional a eso, una serie de accesorios que no se había molestado ni siquiera en destapar.Tan ensimismada estaba en su tragedia que no sintió cuando la puerta de la habitación se abrió, revelando una figura que le hizo sentir temor. De pie, junto a la puerta, estaba esa mujer: Kenia. —Bonito vestido—dijo, no supo identificar el tono de su voz. ¿Estaba molesta o acaso triste?Arlet no respondió. No sabía a qué había venido, pero era evidente que su presencia no representaba nada bueno. —Entonces vas a casarte con él. Quién lo diría—murmuró con cierto tinte de ironía, ni s
El lugar elegido para la ceremonia era el jardín de un hermoso y costoso hotel. El mismo estaba decorado de forma tan bonita y delicada que no parecía ser la boda de ese sujeto. Se había imaginado tantos escenarios posibles: una mazmorra, un sótano, cualquier otro lugar oscuro y fúnebre para tal suceso. Sin embargo, aquí estaba, rodeada de flores, en medio de un gazebo. A su lado, se mantenía el novio con su rostro completamente ilegible. Afortunadamente, los asistentes no superan las veinte personas. La mayoría eran reporteros. El oficiante carraspeó un poco antes de decir: —En nombre de la ley, me complace dar la bienvenida a todos a esta ceremonia de matrimonio civil. Ante la mención de aquella palabra, su mente se aisló por completo. Matrimonio, por tanto tiempo, pensó que era una palabra de gran peso, valiosa.Imaginaba su matrimonio de tantas maneras, era joven y aún no lo había visualizado del todo, pero evidentemente quería una fiesta grande, un vestido hermoso, y a un no