Y aunque no quería obedecer, terminó usando aquel vestido, que, aunque era bonito, estaba lejos de ser lo que hubiese escogido. Arlet se miró en el espejo e hizo una mueca de desagrado. Era un elegante vestido de seda, con un tono entre lavanda y rosa, que evocaba delicadeza. Irónicamente, la delicadeza del vestido contrastaba brutalmente con la realidad de su situación, la cual distaba mucho de ser agradable.Sin poder evitarlo, miró sus uñas, las cuales habían perdido todo color y estaban completamente sucias. Sintiéndose extraña las ocultó tras su espalda. «¿A dónde la llevarían?», se preguntó con temor. Minutos después, se encontraba en el interior de un auto, siendo llevaba a quién sabe dónde, como si no fuese más que una muñeca de trapo. En su interior, deseaba protestar, deseaba decir algo, armar un escándalo. Pero una leve mirada a su alrededor le hacía entender que no tenía caso. Cuando el auto se detuvo, Arlet se imaginó un montón de cosas, se imaginó cualquier tipo de
Internamente, una voz pareció susurrarle que no, que ese no era el momento para huir, que en realidad nunca existiría tal oportunidad. Consciente de eso volvió a mirar a su antiguo amigo, él le devolvió la mirada con la misma intensidad, en realidad parecía que nunca había dejado de observarla. Era un momento extraño. La distancia que los separaba parecía tan corta, pero al mismo tiempo era como si existiese un abismo que impedía el reencuentro. Y ese abismo estaba justo allí, sosteniéndola del brazo y dando la imagen de que todo estaba normal, de que eran una pareja feliz a punto de casarse. Cuando finalmente la rueda de prensa terminó, los reporteros pasaron a consumir algunos aperitivos, mientras ella no dejaba de ver a su alrededor, tratando de buscar con su mirada a Nicolás, porque no supo en qué momento había desaparecido de su campo de visión. —¿Qué buscas, cariño?El hombre volvió a susurrarle. Su voz le resultó tan desagradable, había empleado un tono burlesco que le prov
El vestido de novia era todo un espectáculo. Era blanco, largo, de encaje, con una cola estilo sirena. Era simplemente precioso, y se veía muy costoso. Lo que no entendía era para qué tanto despilfarro si solamente sería una boda civil. Una simple y vulgar boda. «Me voy a casar», pensó Arlet, mirando con aprensión el vestido que seguía tendido sobre la cama. A su lado, había una caja con unas zapatillas a juego. Adicional a eso, una serie de accesorios que no se había molestado ni siquiera en destapar.Tan ensimismada estaba en su tragedia que no sintió cuando la puerta de la habitación se abrió, revelando una figura que le hizo sentir temor. De pie, junto a la puerta, estaba esa mujer: Kenia. —Bonito vestido—dijo, no supo identificar el tono de su voz. ¿Estaba molesta o acaso triste?Arlet no respondió. No sabía a qué había venido, pero era evidente que su presencia no representaba nada bueno. —Entonces vas a casarte con él. Quién lo diría—murmuró con cierto tinte de ironía, ni s
El lugar elegido para la ceremonia era el jardín de un hermoso y costoso hotel. El mismo estaba decorado de forma tan bonita y delicada que no parecía ser la boda de ese sujeto. Se había imaginado tantos escenarios posibles: una mazmorra, un sótano, cualquier otro lugar oscuro y fúnebre para tal suceso. Sin embargo, aquí estaba, rodeada de flores, en medio de un gazebo. A su lado, se mantenía el novio con su rostro completamente ilegible. Afortunadamente, los asistentes no superan las veinte personas. La mayoría eran reporteros. El oficiante carraspeó un poco antes de decir: —En nombre de la ley, me complace dar la bienvenida a todos a esta ceremonia de matrimonio civil. Ante la mención de aquella palabra, su mente se aisló por completo. Matrimonio, por tanto tiempo, pensó que era una palabra de gran peso, valiosa.Imaginaba su matrimonio de tantas maneras, era joven y aún no lo había visualizado del todo, pero evidentemente quería una fiesta grande, un vestido hermoso, y a un no
Ser la esposa de Luke Newton no era una tarea sencilla. De hecho, no veía mucha diferencia de ser su esposa a ser su prisionera. Era prácticamente lo mismo. Ir con él de un lado a otro, mostrar una sonrisa, aparentar ser feliz. Era agotador, insostenible. Aquel era uno de esos días en los que sentía que su cuerpo no era más que una marioneta. Pararse firme, colgarse de su brazo, recibir palabras de felicitación. —Sabía que harían un gran equipo juntos—dijo un hombre que no conocía. Por poco bufó, afortunadamente no lo hizo. Su esposo asintió parcamente y ella sonrió, no sabía qué otra cosa hacer. —Esto seguramente traerá grandes beneficios. Ya era hora de que las empresas Omega se reinventaran. Sin ofender—se dirigió hacia ella, especialmente—, pero tu padre tenía a las empresas en muy mal estado. Era como si no le interesaran en lo absoluto. Arlet tragó saliva antes de decir: —Afortunadamente, ahora no será así. Sé que mi esposo hará un gran trabajo—se giró hacia él y le sonrió
Kenia observó al hombre que yacía dormido a su lado, su pecho subía y bajaba de forma apacible. Se veía tan sereno, tan contrario a aquel vendaval que había entrado en su habitación hacía un par de horas atrás. Había cruzado la puerta sin decir una palabra, aquello en un inicio no le sorprendió, sus visitas eran rutinarias, sin embargo, algo en ese momento encendió sus alarmas. Su mirada, de un azul intenso, estaba ligeramente trastornada. Ella vio la turbulencia de su pasado reflejada en esas iris ansiosas, en sus puños apretados, en su mandíbula tensa. Los dos vivían atormentados por los demonios de una vida que no habían elegido, pero que era la que les tocó. Por ello, sabía que lo que necesitaba en ese momento era su disposición, la disposición de soportar su frustración, de permitir que la descargará con su cuerpo. Después de todo, sus dinámicas siempre habían sido así.No estaba acostumbrada al sexo suave ni delicado. Luke sabía que ella no era ni por asomo la más inocente de
Decir que había sentido temor era quedarse corta, la realidad era que no había podido dormir con normalidad los días siguientes. La imagen de ese hombre acercándose, acechándola, regresaba con gran facilidad. Desde ese momento, temía que su venganza adquiriera un nuevo rumbo.¿Sería capaz de abusar de ella únicamente para torturarla? ¿Únicamente para hacerla sufrir? No podía negar que aquella duda le atormentaba. Pero él no se había vuelto a acercar, tampoco habían ido a ningún evento en los últimos días, así que simplemente no le había visto la cara en prácticamente una semana. Eso era bueno, sí, pero no era la solución a su problema. —¡Ay!—gritó de repente, cuando escuchó el crujir de la puerta al abrirse. Para su alivio y sorpresa no era ese hombre, era Horacio. —¿Qué hace aquí?—le encaró recomponiéndose del susto anterior y mirándolo desafiante. El hombre, en cambio, le dedicó una mirada cargada de lástima. —Te traje esto—le extendió lo que parecía ser un par de libros. —No
Su dedo deslizaba con suavidad cada página. Era una visión fascinante: cada frase, cada palabra, la hacía transportarse a un lugar diferente, a uno donde no estaba encerrada entre cuatro paredes, sino que era la protagonista de una historia con un hermoso desenlace.«Oh, qué contrario era eso a su situación actual», no pudo evitar pensar, sintiendo una punzada de decepción. A ella nadie llegaría a rescatarla, nadie la liberaría de su sufrimiento. Pensando en ello se puso de pie y se miró en el espejo, aquello se estaba volviendo una costumbre muy marcada. Pasar horas así, viéndose, recordando su versión pasada, aquella que no tenía problemas en sonreír, que parecía tan feliz. Ahora, en cambio, era diferente. Se veía, pero no lograba visualizar a la misma persona, era como si la hubiesen cambiado. ¿Seguiría habitando en ella esa jovencita dulce y risueña? Tenía la impresión de que no, de que este matrimonio terminaría por convertirla en una completa extraña. Arlet no pudo evitar que