Rosseta bajó muy despacio las escaleras del palacio. Todos los que habían sido invitados eran soldados del reino, sirvientes y empleados que dirigieron sus miradas a ella en cuanto la vieron. Rosseta tuvo miedo por unos instantes que se sintió intimida, pero aun así, se mantuvo firme y llegó hasta el salón.Frente a todos se encontraba Golfo, quien a parte de sanador era también sacerdotiso. Aun lado de él, se encontraba Albuz, se vestuario no era más que la misma sotana de color negro y como siempre, descalzo. Albuz mantenía una postura seria, amarga y desaprobada. En cuanto observó a Rosseta acercarse, su rostro antes duró, se transformó en desprecio ante ella. - Albuz, toma la mano de tu esposa. - habló Golfo, tenía que iniciar con la ceremonia.- No será necesario. - respondió con un a voz de destello a horror. - sólo pon los anillos y termina con esto de una maldita vez por toda. - agregó molesto. Golfo acostumbrado a sus humores no lo contradijo y o
Recostada sobre la cama, observando esas cuatros paredes doradas que la retenian, Rosseta decidió caminar hasta la ventana. Ya era de noche, tenía la luna frente a ella con un matiz de color plata increíblemente bello y majestuoso. Por suerte, la ventana estaba direcciona al jardín, lo podía ver todo, pero sólo podía hacer eso, quedarse a mirar y soñar despierta. Al intentar estirar sus brazos para sentir la refrescante brisa que corría por la noche, se le fue negado. Al parecer, Albuz colocó un campo de fuerza que impedía que ella saliera, cumplió con su palabra al decir que su celda sería la habitación. Ella entristeció su rostro, tenía que volver a adaptarse a su nueva vida. Unos golpes en la puerta hicieron que volteara de inmediato.- Tu cena. - dijo Graciela y la dejó sobre la mesa de noche. - cuando termines de comer, deja el plato ahí, una sirvienta pasará a recogerlo. - agregó y se fue. Rosseta observó el plato, no eran más que un puré de manzana con almendras y para beber t
Tres ligeros golpes resonaron en la habitación de Rosseta. Ella guardó sus costuras en el armario al igual que las herramientas y fue abrir la puerta.- Hoy cenas con el amo. - dijo Graciela manteniendo una postura amarga y firme, la mujer ni siquiera sonreía un poquito. Rosseta esperaba su cena como siempre, pero no esperaba bajar a cenar con Albuz. - Bajo de inmediato. - habló con un tono preocupado de imaginar su presencia tan cercana.Graciela la miró de arriba a bajo, parecía analizarla. Con una mueca un poco burlona le dijo. - Cambia esos trapos por algo mejor. Vas a cenar con el amo, no con un mendigo. - miró hacia dentro de la habitación, inspeccionado todo los alrededores. - ponte algo decente, tienes cinco minutos para bajar. El amo odia la impuntual. - dejó de verla con desprecio y empezó a marcharse. Rosseta suspiró desanimada. Miró su vestido de color celeste claro, no tenían nada de malo, ella lo había confeccionado y estaba orgullosa d
Rosseta observaba aquella puerta de madera fijamente, estaba nerviosa que no dejaba de tocar sus manos, sabía que al entrar se encontraría con Albuz.Respiró para darse ánimos y decidió tocar la madera con los nudillos de la mano. Entró como Violeta, en sus cabellos llevaba un pañuelo floral y para cubrir su rostro, el abanico. Albuz se encontraba revisando un gran libro de pasta gruesa y de color negro, sus ojos negros como la misma oscuridad recorrían cada letra, signo y hasta símbolos, tenía mucha concentración. Ahí estaban todos sus registros y hechizos más poderosos que sólo él podía leerlos, era prohibición absoluta que alguien más lo tocase o en el peor de los casos, se atreva a leer. - Amo. - llamó Violeta y él se ánimo a mirarla, pero volvió al libro al segundo de verma. Ella tragó saliva y lo soltó de sus adentros. - voy a irme del palacio. Albuz regresó a mirarla, se quedó detenido en sus ojos, queriendo ver más allá del abanico que la cubría y respondió. - Si esa es tu
Fueron días de torturas para Rosseta. Acostumbrarse y ser parte de una nobleza no era su sueño y si lo era, estaría al final de la última fila. Las clases no obtuvieron un 100% de positivo a Rosseta todavía le faltaba mucho que aprender y el tiempo ya se le había acabado. Ahora se encontraba en la habitación preparándola para el evento en la noche. Ni siquiera ella podrá reconocerse cuando se mire al espejo. Graciela, Berta y Madame Curie la preparaban. Colocaban sobre su cuerpo un corsé ajustado que la asfixiaba, la falta de aire era más que evidente. Un gran aro de plástico en la cintura con caída de campana hasta los tobillos, zapatos altos y puntiagudos que dar un paso era imposible. Y para cubrir todo eso, un vestido bastante pesado de color verde con grandes mangas que picaban la piel. Por último, el peinado que era extravagante, alto como grandes pinos con cilindros en medio para que no se cayera. Rosseta se miró al espejo, esa no era ella, esa era la imagen de Mademe Curie.
- Que tengan una buena noche. - dijo la princesa Coral al tomar la mano de Rosseta. Despedían a los invitados que asistieron al evento uno a uno y era el turno de la pareja. - Lo mismo para usted, princesa Cora. - respondió Rosseta con una sonrisa en su rostro, miró al Marqués Orlando y le dijo. - Gracias por la invitación, fue agradable conocerlo.- Lo mismo pienso, fue un verdadero placer conocer a la esposa de Albuz. - decidió verlo, él estaba con su rostro duro esperando a irse, su mano estaba sujeta a la de Rosseta. - a ti también te doy las felicidades y no por tu triunfo, sino por tener de tu lado a tu encantadora esposa. - Que tengan una buena noche. - respondió Albuz ante la pareja. Seguía incómodo por las palabras que soltaban en el viento sin medirlas. Tomó con fuerza a Rosseta y se la llevó hasta el coche. Una vez a dentro se pusieron en marcha hasta despegar por los aires. Albuz mantenía su mirada fija de su lado, parecía haber cambiado de parece
Rosseta se sintió calmada por aquel beso que no puso evitar que un destello de luz saliera de su cuerpo y recorriera todo el reino y bosque como una ola sonora que viajaba a una velocidad increíble.Muy despacio fueron separándose, manteniendo sus miradas fijas en los ojos del otro. Albuz se recompuso, se alejó más y empezó a caminar hasta desaparecer, dejando a Rosseta más que confundida por aquel beso. ... - Se detectó una fuente magia por todo el reino. - dijo Casandro dando la información a Albuz, quien estaba completamente ido y fuera de sí. - Albuz. - llamó y movió las manos en sus ojos para despertarlo. El hombre pareció cobrar el sentido, movió su cuerpo para acomodarlo en la silla y le dijo. - Puedes repetitirlo. - definitivamente ese no era Albuz, él jamás estaba ido y peor aún, pedía una repetición. - no lo escuché.- ¿Albuz, te encuentras bien? - preguntó Casandro con tono preocupante. - Por supuesto. - aseguró y juntó sus manos hasta la altura del mentó para prestarle
(Dos días despues)Rosseta se mantenía cuidando a Rayas, fue el nombre con que bautizó al diente de sables por las rayas negras que tenia en su pelaje blanco. La pequeña criatura permanecía en sus piernas, mientras ella cepillaba su pelaje lanudo.- ¿Quieres ir a dar un paseo? - preguntó al animal, a lo que aceptó cuando se arrinconó en ella alzando su cuerpo y acariciándola. - tomaré eso como un sí. - dijo sonriente y se piso de pie. Bajó con Rayas, él caminaba junto a ella por los pasillos, en una de esas Graciela se atravesó, dejó caer la charola con la vajilla al suelo y buscó donde trepar.- Es una bestia, no se porqué el amo permitió que se quedara aquí. - dijo espantada trepando un pilar, sin poder acostumbrarse a la compañía de Raya. El primer día que lo vio empezó a gritar por ayuda y a perseguirlo con la escoba, hasta que Rosseta la detuvo y le dijo el permiso que tenía de tenerlo en el palacio. Graciela no le creyó y fue en busca de Albuz "Sí, y