Destinada

Una vez más el sol había salido, Rosseta montó todas sus cosas en un bolso hecho por hojas y raíces. Tenía lo necesito, vestimenta y agua, ya se arreglaría para conseguir comida en el bosque. Albuz le había dicho que el bosque da a quienes lo necesitan, sobre todo a los buenos y ella lo era.

Antes de salir de la cueva la miró por última vez, iba a extrañar su escondite, el lugar que si se podía llamas un hogar. Tocó las paredes hechas por el mismo tronco y se alejó. Al salir, dos soldados la detuvieron.

- Señorita Rosseta, acompáñenos. - hablaron, no la dejaron hablar y la tomaron de los brazos hasta llevarla con ellos al palacio del Albuz.

Ella sentía lo peor, estaba apunto de irse y su libertad una vez más se veía interrumpida. Al llegar al despacho, vio a los soldados de su reino resguardar la puerta, el sello del escudo encargado en sus armaduras que les fue imposible no reconocerlo. Al pasar por esas puertas observó a su padre sentado frente a Albuz. El hombr
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