Capítulo 3.

Sus ojos grises lucen nublados por la tristeza y el dolor, mi pierna se agita arriba y abajo.

Es su mano la que la detiene, suspiro sonoramente.

—Lo siento, de verdad, Derek yo...— lo veo negar y apartar rápido su mano de mi rodilla.

—Solo di lo que tienes que decir, tengo que irme antes de que tu prometido llegue—

El nudo en mi pecho se aprieta con cada segundo que pasó a su lado, y se que es el dolor del corazón roto que está próximo a aumentar.

—Yo... estaba embarazada — lo veo quedarse quieto, cerrar los ojos despacio y negar con la cabeza mientras agacha el rostro.

Sus codos se apoyan en sus rodillas mientras su cabeza cuelga, lo escucho respirar hondo una y otra, y otra vez.

—¿Y que paso?—

Trago fuerte.

—Me hicieron abortarlo— mi voz era apenas un susurro, pero el me escucho perfectamente.

Se puso de pie y me miró de una manera que nunca me había visto, con desprecio.

—Fue lo mejor que hicieron por ti, porque yo no me hubiera perdonado haber embarazado a un ser tan insípido y frío, como tú, Josephin—

Mi corazón termino de romperse, y la lagrima corrió por mi mejilla, siendo seguida por otras más.

—Si ya lo dijiste todo, es hora de que te vayas— la voz de Eric llego desde un costado, pero yo no podía apartar la mirada de Derek.

Este no era mi Derek, ya no.

Derek asintió hacia Eric, sin mirarme ni una sola vez, se fue.

Junto con los pedazos de mi corazón, y lo último que quedaba de mi alma.

Me quede ahí, con las manos sobre mi regazo, sin mover mi mirada del lugar en que había estado Derek.

Pestañeando, batiendo las lágrimas lo más que podía, negandome a llorar nuevamente.

Sentí el sofá hundirse a mi lado, la mano de Eric me dio un apretón.

—Esta es la última vez que lloras, Josephin, así que llora lo que tengas que llorar—

Su mano subía y bajaba ahora por mi espalda, reconfortandome.

Y ahí, fue donde me rompí, me jalo contra su pecho, mientras me dejaba llorar sobre el.

Me aleje y me cubrí el rostro.

Me sentía avergonzada, porque sabía que se burlaria de mí después.

Este era el último empujón que necesitaba para lanzarme de cabeza con nuestro plan de fingir ser los más enamorados.

—Ahora, deja de llorar, y ponte decente— ahogo una risa entre mis manos, miro su perfil, mientras una expresión amargada se planta en su cara.

—De verdad que se te cae la polla si eres sensible con alguien— arruga la nariz y me fulmina con la mirada.

—Vete a la m****a, Josephin — se levanta y se quita el saco y después se afloja la corbata.

Lo miro desaparecer en las escaleras.

Suelto una suave risa.

Realmente me reconforta sacarlo de sus cabales.

Era suficiente, ya no más lágrimas.

*****

—¿Viste mi corbata azul?

Frunzo el ceño y me giro hacia el.

—¿Porque carajos sabría yo donde está?— me mira incrédulo.

Eric era realmente guapo, sus ojos verdes, su cabello castaño, su cuerpo perfectamente musculoso, era el sueño de cualquiera, pero no el mio.

—La última vez me la arrojaste cuando me gritaste que metiera la ropa en la cesta, esa, corbata azul, es la que busco— me dice indignado.

Ruedo los ojos y sigo con mi maquillaje.

—Necesito mi corbata azul cobalto, combina con tus ojos, amor— arrugo la nariz con asco y lo vuelvo a mirar, se muerde el labio aguantando la carcajada.

Ruedo los ojos y dejó la brocha sobre el tocador de mala gana, me encaminó al armario, rebusco en su cajón de las corbatas, donde debe de estar esta estúpida corbata que en nada combina con mis ojos.

La saco y se la estampó en el pecho de manera dura.

La boda está próxima, los arreglos no los he hecho yo, y no me interesa nada, solo escogí mi vestido.

Estas ultimas semanas han sido agotadoras.

Continuo con mi maquillaje, lo miro forcejear con su corbata, frunciendo el ceño en concentración, sabe anudarla perfectamente.

Pero estos eventos sociales familiares siempre nos pone de mala leche y jodidamente histéricos.

Eric no soporta a sus padres, literalmente esta esperando a que su padre estire la pata para hacer mano a todo lo que tiene.

Luego solo tendrá que lidiar con su odiosa y estirada madre, y claro, conmigo.

Suspiro, me volteo y lo miro.

—Dejame ayudarte— bufa y señala con fastidio su corbata, dándome consentimiento.

Siento su mirada en mis manos, levanto los ojos quedándome prendada de su mirada verdosa.

—Ella debe de ser hermosa, pero es pésima si tu le gustas— rueda los ojos.

—Solo anuda la corbata del demonio y sigue con tus rituales satánicos, Josephin— sonrío divertida y palmeo su pecho cuando terminó.

Me volteo y continuo con mis últimos toques

—Ire por el auto— lo veo tomar sus llaves y su cartera, y con la otra meter su móvil en el saco.

Me miró al espejo.

Jordan siempre me ha dicho que soy hermosa, y la personificación del pecado y la lujuria.

Jordan siempre me ha dado amor y cariño cuando nadie más solo hizo, sinceramente, creo que realmente soy quien soy, por él, no por las clases de modales, o esas cosas, no, por él.

Por su paciencia, por su amor, por su cariño y sus fantásticos abrazos.

Por el sentido que le da a mi vida solo por respirar.

Admiro mi reflejo.

Mis caderas anchas, mi cintura pequeña, mi redondo y grande culo respingon, mis pechos redondos y grandes, mis labios gruesos, que ahora iban pintados en un color vino tinto.

Había sido bendecida, pero no con mis padres.

Mi vestido color beige que me llegaba arriba de la rodilla, entallado, y con un escote cuadrado, mi cabello negro azabache cayendo en ondas hasta mis nalgas, mis largas pestañas rizadas y mis exuberantemente ojos azules, casi grises.

Era hermosa, pero no me sentía hermosa.

No cuando siempre tenía que fingir ser quien no era.

Tome mi cartera y baje hasta el auto de Eric.

Me ajuste el cinturón.

—Esta noche, tenemos que fingir, así que avisale a Jordan o envíale un mensaje— asiento, escribo el mensaje sencillo y fácil.

—¿No crees que será demasiado sospechoso para mis padres? Hace una semana me vieron llorando en las esquinas, y ahora, ¿Estamos perdidamente enamorados?— Eric sonrie y me aprieta el muslo.

—Exactamente, cariño— ruedo los ojos y suspiro.

—Ya que— comienza a conducir.

Cuando llegamos a la casa de los Brooks, supe que era privilegiada de vivir donde vivía.

La casa era espantosamente una mansión, terrorificamente grande y monstruosamente lujosa.

Ahogue un jadeo.

—Joder, Eric, adoro nuestra casa, jamás la vendas, nunca — lo escucho reir, lo miro.

—¿Acabas de llamar nuestra casa?—

—Ay jodete, Eric— sonrió.

Me quite el cinturón dispuesta a salir de ahí, me había cabreado, adoraba esa casa, era pequeña y lujosa a la vez, pero no se sentía vacía como aquella casa que apenas y acaba de ver desde afuera.

No quería ni imaginármelo por dentro.

La mano de Eric me detuvo de abrir la puerta, me jalo sobre su regazo, haciendo qué mi vestido se arremolinara sobre mi cintura, ahogue un grito al sentirlo tan cerca de mi.

El aire se atasco en mis pulmones, mis labios se entre abrieron mientras miraba sus ojos verdes, que ahora brillaban más que nuca, llenos de malicia.

Nunca, nunca desde que nos conocemos, habíamos estado así de... cerca.

—Jamás, jamás la vendería, porque uno, está a tú nombre y dos, adoro esa casa— sus manos descansaban en mis piernas desnudas, podía sentir sus manos cálidas traspasar todas las capas de mi piel hasta mi torrente sanguíneo y calentarlo.

Me palmeo la pierna.

Esa fue mi señal para bajarme de su regazo, abrí la puerta de su lado para salir de ahí.

Ya afuera, me aliso el vestido, Eric sale y cierra la puerta.

Posa su mano en mi espalda baja guiándome hasta las escalinatas de mármol blanco.

—Por cierto, te ves alucinante en ese vestido— sonrío divertida.

—A veces eres un imbecil, y otras también— rueda los ojos y me apura a avanzar.

Últimamente, habíamos llegado a un acuerdo silencioso entre ambos, habíamos dejado de lanzarnos groserías y puyas a diestra y siniestra, ahora lo haciamos para bromear y aminorar nuestras situaciones.

Creo que al final terminamos entendiendo que si no nos llevábamos bien, jamás lograriamos hacer que los más cercanos a nosotros, creyeran nuestra mentira.

Llegamos a tolerarnos en estas tres semanas de vivir juntos, aunque a veces, aún seguía sacándolo de sus cabales, y era realmente satisfactorio atormentarlo.

Aunque seguiré diciéndolo, Eric era un partidazo, pero era un enorme cabrón y muy arrogante.

La enorme puerta de roble frente a nosotros, se abrió, causándome un tremendo escalofrío en el cuerpo.

Me causaba demasiado cringue, la m*****a puerta, en realidad, toda la m*****a mansión parecía una puerta enorme hacia el purgatorio, y temía que si pasaba por esa puerta, en su interior me encontraría a cerbero, dispuesto a despertarme entre sus tres cabezas monstruosas.

—Ay por dios, estas aterrorizada — se burló Eric, mientras lo miraba fastidiada y le pellizcaba el brazo, haciendo qué chillara molesto,—Por dios, comportate mujer— ruedo los ojos y me dejó guiar nuevamente por su mano en mi espalda.

El interior no me defraudó, lo ostentoso que era su decoración, y abrumador también.

Los gustos excéntricos de los Brooks me daban terror.

Demasiado terror.

—Ay por dios, Eric, a ustedes les gusta cagar el dinero— Eric se rio entre dientes de manera baja, llevándome hasta otra sala.

Una enorme mesa de comedor, con espacio para 15 personas nos recibió.

Ahogue un jadeo y mire a Eric asombrada, obviamente fingiendo demasiado solo para joderlo.

—Por dios cielo, mira esto, en una como esta podré comer a tu lado— el tono meloso que utilizo lo hace rodar los ojos pero no me pasa desapercibida su sonrisa burlona.

Sus padres y los míos estaban ya ahí, junto a mi hermano Jordan, que siempre me recibe en sus cálidos brazos.

Besa mi cabello y sonríe cuando me aparta y me mira de arriba a abajo.

—Te ves hermosa, Jojo— sonrió presumida, con Jordan siempre puedo ser quien realmente soy.

—Lo se. Eric me dijo que me veía alucinante, ¿Puedes creerlo?— le sonreí mientras le guiñaba un ojo con coquetería, a mi lado, la suave risa de Eric me hizo mirarlo, luego volví a mi hermano, quien me miraba entre cerrando los ojos, hasta que capto mi indirecta uniendo cabos con mi mensaje de, solo sigue la corriente.

—Eres asquerosamente molesta— susurro cerca de mi oído Eric, Jordan sacudió la cabeza sonriendo, divertido con su comentario.

De verdad, a veces era un imbecil.

Deje que se saludaran y me moví para besar al aire a mis padres.

—Mamá, papá— asintieron, como siempre, fríos y distantes, aparentando solo ante la sociedad.

Me giré y mire a los señores Brooks.

—Señores Brooks— ellos apenas y alzaron sus arrugadas comisuras.

Bueno, solamente las arrugadas comisuras de mi suegro.

Porque las estiradas arrugas de mi suegra, apenas y pudieron moverse

Genial, esta iba a ser una fantástica velada.

¡Yuju!

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