Capítulo 6.

Mi mano movía la copa de vino, mi mirada se perdía en el movimiento del líquido tinto.

Solo quería largarme de aquí.

—Tus padres están buscándote— sonrío irónica, me bebo de golpe la copa, vaciando y robando otra a un mesero que pasaba por ahí.

La mirada de Eric esta sobre mi, pero no me interesa, esta noche, necesito embriagarme hasta perder el conocimiento.

O tal vez, hasta que me tenga que lavar el estómago de tanto alcohol en mi sistema.

Eric observa, pero no dice nada.

—De acuerdo— quita mi nueva copa y me toma de la mano—Nos vamos ahora— me arrastra entre los invitados, aceptando las felicitaciones e informando que ya nos íbamos.

La mirada de desaprobación de mis padres, no sé hizo esperar, como siempre.

Si buscas deshonra en el diccionario, encontrarás mi fotografía, de eso estoy segura.

Aunque a veces aparenten que están orgullosos de mi, siempre están decepcionados de todo, solo cuando cumplo sus lineamientos dictados, ahí si, soy la hija prodiga.

Me dejo llevar hasta su auto, que enseguida pone en marcha hacia la casa.

Recuesto mi cabeza contra el asiento, solo quiero dormir, una eternidad.

Su mano cálida y pesada, se posa sobre mi muslo desnudo por el vestido, dejando a la vista mis medias y los ligueros de encaje blanco.

—¿Esto es para mi?— murmura, un poco descolocado, lo miro. —La lencería bajo tu vestido, ¿Es para mi?—

—No tengo lencería bajo el vestido— confieso, y eso lo hace dar un volantazo y detenerse en medio de la carretera que nos lleva hasta la villa.

—¿No traes ropa interior? ¿Toda la noche has estado desnuda bajo ese vestido?— lo último lo dice casi como un gruñido, sus ojos se oscurecen, mientras una pizca de maldad aviva sus ojos verdes.

—Solo conduce, Eric, quiero dormir— es todo lo que digo.

Me escanea una vez más, se relame los labios y pone en marche el auto de nuevo.

Finalmente, unos minutos después, divisó la entrada de nuestra casa, pero me desestabiliza cuando observo una figura afuera de las escaleras.

Se pone de pie cuando el auto se detiene justo enfrente, me mira tragando en seco.

Mi corazón late desbocado, y la necesidad de rodearlo con mis brazos, descargar todo el cansancio en sus brazos, escucharlo decirme que todo estará bien.

En cambio, me quedo sin aliento, mirándolo, con demasiado temor de salir y hacer eso, y que me rechacé de nuevo, me da pavor.

—¿Qué demonios hace aquí?— su voz suena furiosa, pero no digo nada, me limitó a mirar a Derek desde el interior.

Me quito el cinturón despacio, mi mano va hasta la manija de la puerta y la abro de igual manera.

Mi cuerpo ya fuera, se mantiene quieto con la puerta abierta.

La otra puerta es azotada, pero no me giro a mirar a Eric.

Mi atención toda la tiene Derek.

—¿Qué haces aquí?— mi voz tiembla, llena de emociones.

Derek da un par de pasos hacia mi, su rostro demacrado queda debajo de la luz de la farolillo, y eso me quiebra.

Muerdo mi labio, reprimiendo el gritar y llorar en sus brazos.

Lo amo demasiado, lo necesito.

—Lo siento...— su voz sale suplicante y dolido. —Lamento haberte hablado así, jamás lo había hecho. No debí hacerlo, por dios, eres mi m*****a diosa, te amo con mi alma, Jo. Y ahora...— sacude la cabeza agachando la mirada y dejando que sus lágrimas fluyan, esta tan destrozado como yo.

—Derek...— suplico, acercándome.

Niega.

—Solo vine a disculparme, amor, solo eso— da más pasos a mi, su mano acaricia mi mejilla limpiando mis lágrimas.—Siempre supe que te verías hermosa de blanco, lamento no haber sido yo el que te esperara en el altar— sollozo mientras me abalanzó a su cuerpo, rodeandolo por la cintura, escondiendo mi cara en el hueco de su cuello.

Sus manos me acarician, me aprietan fuerte, mientras llora y me besa el cabello.

Tardamos un par de segundos así, y es él, el que se aleja.

—Desde hoy, Jo, doy un paso atrás. Pero jamás, jamás olvides que te amo, y te amaré siempre— los labios me tiemblan, con el inminente manantial de lágrimas sobre mis mejillas.

Derek gira y se acerca a su auto, listo para irse.

Pero se detiene.

—¿Eres feliz?— pregunta, frunzo el ceño con las manos en mi pecho, y niego. Asiente, mira las llaves en sus manos. —Lo seras, Josephin —y es todo lo que dice antes de partir.

Dejando nuevamente, mi corazón hecho pedazos.

—Deberíamos entrar— parpadeo, aún mirando el lugar en el que estaba Derek, me dejo guiar por el.

Me apresuró a subir las escaleras y encerrarme en el baño, y cuando lo logro, cierro la puerta con seguro y me deslizó contra la misma.

Llorando, berreando, y gritando con dolor.

Porque ya no tenía al amor de mi vida.

Estaba acabado, cerrado y perdido ese camino

El camino más fácil que había tenido hacia mi libertad, hacia mi felicidad.

Me abrazo las piernas, llorando, sin menguar el dolor en mi pecho.

Sabía que perdería si seguía con esto, pero verlo, era diferente.

El intento todo por nosotros.

¿Que hice yo?

Nada, solo aceptar todo con la cabeza gacha, sin luchar.

Era una cobarde.

–Josephin, necesito saber que estas bien— niego con mi cabeza entre mis piernas, no quiero hablar, es más, no sé si pueda hacerlo sin llorar de nuevo.

Puedo escuchar sus pasos alejarse.

Siento las lágrimas secas en mis mejillas, pero no quiero salir de aquí.

Solo quiero que esto termine ya.

Una sola forma.

Es la más cobarde, ¿que más da un poco de cobardía?

Me pongo de pie tambaleante, la posición en la que he estado hace estragos en mi.

Me sostengo del lavamanos, busco en mi neceser, siempre tengo una en él.

Cuando la encuentro, no puedo evitar mirarme al espejo.

Soy una cobarde, y siempre lo seré.

No importa si salgo del yugo de mis padres, jamás dejaré de ser una cobarde.

Con fuerza, hundo la navaja en mi muñeca izquierda de forma vertical, profundo, y la sangre emana al instante, a chorros, con más debilidad, abro mi otra muñeca, y lentamente me siento junto a la bañera, dejando sangrar mi cuerpo.

No duele, me siento tranquila, adormilada, tal vez pueda dormir un poco.

No se que pasa, pero cuando la oscuridad me invade, me siento en paz.

*****

—Eres una tonta, Josephin, voy a matarte si sales de esto— pestañeo, sintiendo el movimiento y unas manos en mi cuerpo.

Veo su rostro, borroso, y luego siento mi cabeza caer hacia atrás y hundirme nuevamente en la oscuridad.

****

El sonido de un pitido, me retumba en los oídos, haciendo qué mi ceño se frunza.

Abro lentamente los ojos, aturdiendome con la luz blanca sobre mi.

—Derek...— es lo primero que digo, y la voz suena pastosa, y la garganta me arde.

—Eres estúpida, mujer — la voz gruesa y molesta, llega desde mi costado, muevo mi mano, la encuentro acorralada entre la suya—¿Acaso no pensaste que te encontraría?— parpadeo mirándolo.

—¿Donde estamos?— suspira negando.

—En el hospital, Jordan ya viene hacia aca— gimo asustada.

—No debiste llamarlo, no, no— me muevo en la cama.

Eric se pone de pie y coloca sus manos sobre mis hombros.

—Basta, Josephin. Esto que intentaste hacer, te pudo matar, si yo....— carraspea mirandome—Si no hubiera estado ahí, te habrías muerto en minutos— me reclama.

Lo miro con los labios temblando.

—Solo quería estar en paz— y las lágrimas y los sollozos vuelven a mi, lo escucho suspirar.

—Josephin...— murmura con dolor, mientras se acuesta a mi lado, atrayendome a su pecho.

Me acaricia el cabello, mientras me abraza, me consuela.

Soy una cobarde, ni si quiera suicidarme puedo.

M*****a sea.

Aprieto los ojos fuerte, queriendo regresar atrás, y no hacerlo.

Que estúpida soy, por dios.

—¿Porque?— murmura contra mi cabello.

Tomo una bocanada de aire.

—Ya no tengo propósito para seguir con la mentira, Derek se fue, así que no tiene sentido que luche por una libertad que jamás tendre—

—Tienes a Jordan, tu hermano te necesita, y... Me tienes a mi— me aparto de su pecho y lo miro a los ojos, niego incrédula. —Te dije que eras mi esposa, Josephin, eso te convierte en importante para mi— Suspiro, queriendo evitar otra confrontación.

—Quiero irme a casa— murmuró contra su camiseta.

—En cuanto el doctor diga, pero necesito que me prometas que no volverás a hacer una estupidez como esta — me separa de su pecho para mirarme a los ojos.

Sus ojos verdes están opacos, pero la seriedad en su rostro me demuestra que no está bromeando.

—Si, lo prometo —

Me atrae de nuevo a su pecho.

—Ya no estás sola, Jo—

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