Capítulo 4.

Tomo asiento al lado de Jordan, y a mi izquierda se posa Eric.

Coloco la servilleta sobre mis piernas, espero a que el personal termine de servinos la comida, mirando todo con absoluta atención y reprimiendo el asco ante tal derroche de dinero.

Sabía que la familia de Eric era igual de vieja que la mía, pero no sabía que ambos teníamos tanto dinero, se me retorxian las tripas solo de ver que estaba a punto de comerme un filete de cerdo perfectamente cocido y con verduras salteadas y junto a un carisma vino, que no me voy a molestar en pronunciar el nombre.

De verdad, si yo pudiera pasar de todo esto, estaría con Jordan en algún restauran de la carretera atiborrandonos de malteadas de chocolate y hamburguesas.

Nada refinado de nuestra parte, incluso, podríamos invitar a Eric.

La mesa se mantenía en silencio, solo el sonido de los cubiertos y de nuestras respiraciones.

Tomo mi copa, pero la ansiedad de querer irme de esta cena con la muerte, no, creo que una con ella sería realmente más entretenida que esto. Termino volcando en el inmaculado mantel blanco, y derramando el líquido tinto sobre ella, desatando el caos.

—¡Oh por dios!— me levanto de prisa antes de que el vestido se manche en cuanto el vino corre jacta mia, Eric hace lo mismo y pone su servilleta sobre el líquido, empapando más el mantel.

Eric me miro, sus ojos reflejaban pánico, por mi.

—¡Pero mira lo que tu inepta hija hizo, Mike! Creí que habías dicho que era perfecta y digna de casarse con mi hijo— la voz reprochante de la madre de Eric retumba por toda la estancia, dejándome helada en mi lugar.

Su voz hacia eco en mi cabeza, como siempre lo hacían las palabras de mis padre cuando cometía errores.

Pero yo había dejado de cometer errores hace mucho, yo ya era el prototipo perfecto, lo era.

Mis movimientos se habían detenido, Jordan estaba tenso a mi lado esperando mi respuesta mal educada que él sabía que yo diría.

Pero esta vez no, no porque tenían razón, yo no era perfecta.

Me giro hacia Eric.

—¿Podemos irnos?— hable despacio, Eric me miro un par de segundos y asintió, apretó la mandíbula y arrojo con molestia la servilleta sobre la mesa, tomo mi mano suavemente y asintió hacia Jordan.

—Gracias por la cena— pero el tono que uso no era nada amable, y su rostro menos.

No supe si respondieron, no podía ni mirar a Jordan.

La vergüenza y la decepción que pude causarle, dios, me envolvía fuertemente.

Tampoco supe en que momento llegamos a casa, ni cuando me metí en la ducha.

No hasta que siento que el agua caliente pasa a ser fría y la voz de Eric traspasa la madera.

—Jo, ¿Estas bien?— negué con la cabeza sabiendo que no me veía, pero no tenía ganas de responder —Entraré si no contestas— amenazó, pero ahora mismo, en el suelo frío de la ducha, nada me importaba, solo que el agua se llevará mi vergüenza y la decepción que le cause a mi hermano.

El sonido de la puerta no me sacó de mi delirio, ni tampoco Eric con una toalla empapandose la ropa cara mientras cerraba la ducha y envolvía mi cuerpo desnudo y frágil.

—Estas demasiado fría, Josephin— así me sentía, que bueno que él también lo supiera.

Me llevo en brazos hasta el tocador, había envuelto la toalla debajo de mis axilas para darle más firmeza.

Seco mi cabello con una toalla más pequeña y luego prosiguió a desenredarlo.

Mi reflejo no era nada comparado a lo que había visto antes de irnos, ahora, veía un enorme error.

Tome la mano de Eric, deteniendolo.

—Yo lo hago— podía sentir su mirada sobre mi, pero no dijo nada y me dio el cepillo.

Con pesar desenrede mi cabello, tome el pijama que me extendió y me puse las bragas frente a él. No me importaba si me miraba, jamás me fijaría en él, y él en mi menos.

Ambos estábamos juntos con un solo propósito, volver con las personas que amamos, y derrocar al mal de nuestras familias.

Solte la toalla, esta se hizo un amasijo de tela en mis pies, mientras me ponía la blusa de seda de tirantes y después los pequeños pantalones.

No quería nada más que dormir, pero mi teléfono sonó y la llamada de Jordan me atormentó, no podía no responderle.

Me senté frente al tocador y respondí dudosa.

—¿Hola?— mi voz era ronca y apenas un susurro.

—¿Estas bien?— su voz no sonaba dura ni molesta, estaba preocupado.

—¿No estás molesto?— el silencio al otro lado me ponía mal.

—¿Estas escuchándote Josephin?– mi corazón dio un salto—¿Porque demonios debería molestarme contigo? No fue tú culpa, por dios, eres humana, no todos somos perfectos— mis ojos se llenaron de lágrimas y mi cabeza se agachó, sintiendo un enorme alivio y el peso saliendo de mis hombros.

—Lo siento, debí de decir algo, defenderme, yo...—

—Basta, es culpa de esa lunatica estirada, después de que se fueron estuvo despotricando contra ti, me harte y dejé la cena un par de minutos después de ustedes, en fin. ¿Estas bien?— Asiento, pero como se que no me ve respondo.

—Ahora si, gracias por llamarme Jordan— lo escucho reir.

—Siempre te voy a llamar, Jojo, eres mi pequeña, siempre lo seras— mi corazón se llena de una calidez enorme y me hace sonreír y salir del piloto automático en el que me había hundido.

El era mi remedio, siempre.

—De acuerdo, ve a dormir, te amo—

—Y yo a ti, Jordan—

Dejo el teléfono sobre el tocador y respiro hondo, tomo las toallitas desmaquillantes y me quito los restos del maquillaje, dejando mi piel limpia.

Me levanto para apagar la luz y me topo con la mirada verdosa de Eric.

Se ha cambiado, su pantalón de chándal cayendo suavemente sobre sus caderas marcadas, sus brazos tatuados inundando la blancura de las sábanas, me dan un bofetón.

—Estabas asustada — apago la luz, haciendo tiempo para decir algo en contra a su deducción, abro las sábanas y me meto en ellas, quedando de frente a él.

El silencio era reconfortante.

—Si.—

La luz de la ventana era suficiente para poder vernos a los ojos.

Su mano tomo la mia y me jalo hacia su pecho, un contacto que jamás habíamos hecho aunque durmieramos juntos en la misma cama.

Cuando estuve acomodada sobre su pecho, mi pierna entre las suyas y su mano en mi espalda, solte un suspiro cansado.

—Debi decir algo, debí defenderte, no lo hice— su voz sonaba molesta, pero no conmigo, con él —Me asuste, temía que dijeran que el acuerdo se rompía en ese momento, pero... cuando me pediste que nos fuéramos, fue suficiente para mi para decir que si, porque sabía que ya no estaba solo en esto— me aprieto más contra el, y el también aprieta su agarre sobre mi.

—No importa, se supone que yo fui preparada para ti, prácticamente, estoy segura que me procrearon para ti— ambos reímos divertidos, su risa retumba en mi oído al yo tener mi cabeza en su pecho. Mi mano cobra vida y me encuentro haciendo caricias sobre su abdomen, caricias descuidadas que le resultan reconfortantes ya que lo oigo suspirar complacido.

—Ya creo que si—

Sabía que tenía que aferrarme a la única persona a parte de Jordan, que me dio una alternativa para estar con Derek.

—Ahora no se si después de que nos libremos de esto, Derek volverá conmigo, no después de lo que dijo. Él me odia, Eric, jamás me había hablado así ni mirado con tanto asco— su brazo me aprieta por los hombros y deja un beso en mi frente.

Mi cuerpo se tensa y me quedo quieta absorbiendo este momento.

Eric es un imbecil, pero ahora mismo, está siendo dulce y amable al reconfortarme.

—Es un imbecil, puedes conseguirte otro, mejor, realmente ni es tu tipo, puedo presentarte algunos de mis socios si...— le golpeó el pecho y una enorme sonrisa vislumbra sus labios.

—Jamás puedes ser amable con alguien sin joderlo después—

—Es un don— se encoje de hombros —Vamos a dormir, hoy ha sido un día lleno de aventura— su voz cantaría me causa risa, y me acurruco más contra su cálido cuerpo.

Un solo pensamiento flota en mi cabeza.

—Ya no estás solo, Eric, yo estoy contigo—

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