Capítulo 2

Por mi mente nunca pasó que al salir del palacio viviría otro infierno. Sigo estando en Europa, pero las cosas no cambiaron mucho que digamos. Pasé de normas de la monarquía de mi abuela, a normas de un vikingo dictador.

Pero si podemos verle el lado bueno a esta especie de convivencia, nos daremos cuenta de que también llevo las de perder. El tipo es un idiota y quiero golpearlo cada día más. Lamentablemente, no puedo hacerlo.

El supuesto caballero amable que me dijeron que era, término siendo un vikingo sin modales. El caballero de la armadura oxidada pasó directamente a ser un vikingo ignorante. Esta mañana antes de ir a la entrevista de trabajo limpié el baño como me lo pidió. Me sentí tan humillada. Tuve que buscar en internet como se hacía porque no sabía.

¡Y es una bañera que se podía secar sola! 

—No es tan malo. Misa tiene una agradable personalidad —el comentario sarcástico de Rachel me saca de mis pensamientos.

—¿Agradable? —asiente—. Ese tipo no conoce de eso. ¿Por qué tienes que secar el agua de la bañera? ¡Es una bañera, por el amor de Dios! —protesto, indignada.

—Bueno, él lo hace. Es el tipo de hombre que viene de un largo camino lleno de reglas y disciplina —sonríe amigable—. Misael es un buen tipo, solo debes tenerle un poco de paciencia. Conócelo un poco más y te darás cuenta de que no es malo. Como compañero de trabajo y amigo es otra onda.

—Ay, por favor, Rachel. El vikingo no da esas buenas vibras que dices. Dos días, llevo dos días viviendo con él y quiero lanzarme de la azotea de su edificio —me quejo, ella me estudia por unos minutos haciéndome sentir incómoda.

¡No me gusta que me vean así!

—Hoy estás completamente diferente. Algo distinto en todo tu ser —asiente como si hubiese encontrado algo en mí. ¿Descubrió que soy princesa? Edward va a matarme. No duré ni una semana en Noruega—. Ayer cuando te conocimos estabas muy cerrada y tímida. Hablabas con tanta calma y una educación poco usada hoy en día. Bueno, más que todo lo utilizan la gente de la nobleza. Ninguno de los custodiados nos trata de usted.

Me empiezo a reír nerviosa por su comentario. Sí, es que soy de la realeza y me enseñaron justamente eso. 

¿Era demasiado obvio?

—Ja, no soy precisamente de la nobleza —alza una ceja—. Soy solo de Escocia —nos empezamos a reír.

Ayer me quedé hablando hasta tarde con ella y me explicó cómo eran las costumbres aquí. Me dijo donde quedaban los supermercados, discotecas y cualquier cosa que se me iba ocurriendo mientras nos enviábamos mensajes.

¿Cómo es posible que una princesa que jamás en su vida ha limpiado, cocinado o le ha servido a alguien pueda ser una mesera? Sinceramente, es poco creíble, pero en mi caso, siempre soy el bicho raro que experimenta la rebeldía.

¡Y no saben como me encanta!

—Niñas, si siguen hablando aquí voy a tener que reducir el pago y no creo que Emili quiera eso después de todo —nos dice la señora Penny, con una sonrisa—. Rachel, ve tu primero a atender el restaurante. Me quedaré un momento con Emili —le ordena.

Ella me pide que tomé asiento nuevamente y se sienta en donde estaba Rachel hace unos minutos hablando conmigo. Esperamos que mi nueva amiga dejara la habitación y empiezo a sentirme más angustiada que antes. La señora Penny sostiene su mirada con la mía a tal punto de hacerme querer salir corriendo de aquí.

Me van a despedir. Dios mío, solo llevaba como diez minutos contratada. Ni echar chisme pude antes de empezar mi turno.

—Cariño, ¿por qué viniste a Noruega? Un lugar tan frío tanto en el clima como en las personas. Soy vieja pero no tonta. Sé qué te falta experiencia, pero quiero ayudarte. Te daré la oportunidad de qué lo hables con honestidad —con voz calmada y melosa, la señora Penny se dirige hacia mí.

Tengo miedo de que todo el mundo me descubra y me obliguen a regresar a Edimburgo. Solo tengo dos días aquí y aunque sabía que era imposible no ser descubierta, creí que al ser la marginada en mi familia nadie se daría cuenta de mi existencia.

Estoy demasiado nerviosa como para hablar así que empiezo a jugar sobre la mesa con las uñas de mis pulgares.

—Cariño, no tienes la obligación de decirlo —toma una de mis manos—. Tengo la edad suficiente para ser tu abuela y he viajado por el mundo disfrutando el conocer a las personas. Nací en Inglaterra, un país liderado por monarcas y crecí viendo como en otros lados también se iban abriendo paso con ellos —me da una mirada dulce—. Eres la viva imagen de tu madre. No estaba segura hasta que busqué por internet. Lo sospechaba porque soy una fanática de la realeza. Tus modales, como te expresas y diriges a las demás personas llamaron mi atención. Es que hasta la forma de sentarte...

Pongo cara de pánico y me levanto como resorte de la silla.

Dios bendito... Me descubrió.

¿Qué se supone que voy a hacer ahora? No tengo manera de contactar a mi guardia real... digo, Edward. No puedo abandonar este país todavía. Si mi abuela se entera el castigo que me espera en casa será terrible. Hice mi primera amiga y pude hablar de manera sencilla con ella. Sí, vivo con un vikingo, pero estoy fuera de las garras del palacio.

No quiero dejar este lugar, no ahora.

Después de unos eternos minutos donde intenté calmarme y salir del pánico, le hablé.

—Por favor, no le diga a nadie quien soy yo. Mi abuela simplemente me saco de allá por motivos que no le puedo confiar. Por primera vez puedo elegir qué hacer con mi vida. Nunca tuve la libertad de escoger o decir lo que yo realmente pensaba. Hice una amiga fuera de la realeza y conseguí un trabajo digno lejos de esa vida también. Por favor, señora Penny, guárdeme el secreto hasta que sea seguro para todos —le suplico, con voz temblorosa.

—No pensaba decírselo a nadie, Emili —suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo—. Eres de la realeza escocesa. ¡Eres una princesa! —dice divertida, asiento nerviosa. Esta señora resultó ser bastante chismosa—. Tranquila, yo guardo el secreto. Aunque sepa lo que eres no te daré un tratamiento especial. Quiero decir, aquí serás una empleada más. Pero te perdonaría todo si me traes el autógrafo de alguna persona de sangre real —comenzamos a reírnos liberando el ambiente tenso que se había creado.

Aunque podía darle mi autógrafo, mi firma no vale nada en comparación con otras personas. Lo más loco, es que en la monarquía se saben mi nombre, pero no como soy.

☆☆☆

Después de servirles comida a los clientes, limpiar mesas y lidiar con uno que otro acosador, al fin salí del trabajo. Fui a un supermercado de camino a casa. No sabía la cantidad de cosas extrañas y desconocidas se venden en ese lugar. Normalemente, los sirvientes eran los encargados de abastecer mi palacio.

—¿En serio se puede hacer algo con crema fermentada? Dice internet que sí, pero no quiero arriesgarme a morir tan pronto. ¿No hay pan de mantequilla o de esos recién horneados? No puedo creer que ni siquiera exista mi tratamiento para el cabello en este país —me quejaba mientras observaba la cantidad de cosas que veía.

—¿Primera vez haciendo compras? —asiento, a la pregunta de una mujer—. Creo que puedo explicarte las cosas para que no estés tan perdida —con una sonrisa me empezó a señalar los productos y sus funciones.

Me siento una mujer realizada, ya que pude hacer mis primeras compras. Creo que podré superar el bochorno de esta mañana con mi desayuno. Tuve que robarle al vikingo unas rodajas de pan y un huevo. Lo peor es que puse a cocinar todo, me fui a bañar y, al salir, se me había quemado lo que robé.

Sabía horrible y no pude conseguir el huevo blanco que le robé.

Gracias al cielo voy en el ascensor para estar en casa. Estoy exhausta y como no tengo llave todavía, tuve que pedirle a un amable señor que marcara el piso del departamento. El vikingo no está y no es por nada, pero me siento tranquila viviendo en este lugar. No hay guardias, sirvientes o cualquier persona que me controle la vida.

Todo sería perfecto si tampoco estuvieran esas reglas...

Coloco algunas compras en un estante que está pegado a la pared de la cocina. En las dos anteriores había comida ahí metida, supongo que se guardan en eso porque por ningún lado en esta casa vi un almacén.

—Te dije que no tocaras mis cosas. ¿Por qué tus manos están en lo mío? —me sobresalto al escuchar al vikingo hablar, me volteo para mirarle y sí, adiós paz—. Pensé que había sido una pesadilla tenerte aquí, pero eres más real que un dolor en las bolas.

—No estoy tocando nada que sea suyo —alza una ceja y señala con su dedo toda la casa, empiezo a jugar con mis pulgares. Mi abuela odiaba que hiciera eso, pero últimamente con mis nervios fuera de control retomé mi mal hábito—. Sé que es su cocina, pero me he comprado mi comida. No tenía donde guardarla y vi ese lugar vacío. No creí que fuera a molestar... —explico, ante esa mirada fría que me da.

—No quiero que te sientas incómoda en mi casa, niñita —hace énfasis en la última palabra. ¿Por qué me dice así? Odio que lo hagan—. La próxima vez que quieras hacer uso de algo, por favor deja una nota en la puerta de mi habitación que yo en lo que pueda te responderé —empieza a dirigirse al pasillo, pero se detiene y me vuelve hablar—. Esta mañana dejaste cuatro gotas de agua en el suelo y en el espejo la marca de tu dedo. Recuerda que no vives sola, debes ser más cuidadosa con tu aseo personal.

¿Ahora no soy aseada? Yo soy una persona bastante higiénica, cretino.

No te deseo mal, pero ojalá te dé diarrea con gripe.

Le iba a responder, pero se dio media vuelta y comenzó a caminar al pasillo, mientras lo hacía iba gritando:

—Vendrán mañana a hacer algunos arreglos en el baño y la cocina, el procedimiento contigo será igual que con la bañera. No hagas ruido que deseo dormir y por favor, tu horrenda comida olorosa ha quemado me produce náuseas. Vas a tener que comer otras cosas para evitar lo que no sabes.

Lo dio, lo odio, lo odio.

¡Cuando vea Edward lo voy a matar por haberme dejado con semejante idiota!

—Eres... ¡Eres un imbécil! —grité, echa furia desde la cocina.

Escuché su risa burlona y con ello el cerrar de una puerta que daba fin a la supuesta conversación. Pensé que en mi segundo día sería mejor.

¿Dónde es amigable?

¿Qué alguien me explique en dónde?

Juro que te vas a arrepentir por hacerme esto.

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