Capítulo 3

Es precioso admirar los alrededores de la nueva ciudad en la que me encuentro, pero siento que soy la única turista en el país. Nadie observa ni por un instante lo que hay sobre su alrededor. Es angustiante que solo sigan con su vida como si nada.

"Probablemente, estés loca," responde, mi conciencia.

¿Es normal hablar con la voz de tu cabeza? Bueno, tampoco tengo como probarlo.

Tengo unas cuantas semanas trabajando en el restaurante de Penny y ha sido bastante complicado para mí. He roto vasos y platos, a la hora de llevar comida a una mesa se la he tirado encima a los clientes y la última vez que hice entrega a domicilio, no sé cómo, pero la comida llego en mal estado. Soy una princesa con un sueldo bastante ajustado. He tenido que pagar por todo lo que he roto.

El dinero no me alcanza.

«¿Cómo las personas logran vivir con tan poco en su bolsillo?», pensé intrigada.

¡Casi ni pagan!

—Emili, ve a esta dirección a entregar este almuerzo. Lleva dinero para el cambio y que esta vez todo llegue bien —me pide sonriente la señora Penny.

Asentí y comencé mi camino al lugar anotado en el papelito que me dio. Gracias a Dios que tengo a G****e Maps, si no ya me hubiese perdido también. El vikingo salió de viaje, lo vi hace un par de semanas y las cosas terminaron raras. Creo que ahora me odia con más pasión, pero es porque le falta diversión a su vida.

Aburrido.

—¡Emili! —me grita desde el baño, sonrío, ya me descubrió—. Eres una inmadura, niñata e infantil mujer —si soy niña no puedo ser mujer, decídete. Llega a la sala tan molesto y me empiezo a reír cuando lo veo.

—Eres azul —digo riendo al mirarlo. Se coloca frente a mí gruñendo palabras a las que no preste atención—. ¿Oh, qué le ha sucedido? Creo que se ha manchado —pregunté.

—No te hagas la inocente, Emili. ¡Mira lo que hiciste! —señala su escultural cuerpo. Hecho un vistazo rápido y me detengo en la toalla que se sostiene en su cintura por un pequeño nudo que le hizo. Gotas de agua caen por su cuerpo y...—. ¡Deja de verme el cuerpo! Y dime más bien ¿cómo mierdas me saco esta cosa del cuerpo? ¡Pensé que era jabón! —gruñe furioso.

Me encojo de hombros sin saber cómo responder. Sinceramente, no sé cómo se quita, pero no se lo diré por precaución.

Desde ese día no me volvió a dirigir la palabra y tampoco fue que me importó mucho. Puede que me haya pasado un poco con mis juegos, pero se lo merecía. Fue él quien empezó con eso de la bañera. Siempre fui reprendida por todo, pero no entiendo, soy la tercera en heredar la corona y jamás en la vida tocaré el trono.

¿Por qué debo fingir ser una princesa perfecta?

Regresemos al tema del vikingo.

Esa tarde se iba de viaje y tenía que llegar temprano a no sé dónde. Lamentablemente, el joven, llego tarde y su intachable asistencia ahora tiene una falta.

Gracias, gracias, por favor basta con los aplausos. Sí, todo fue por la pequeña travesura de la princesa aquí presente.

Regreso a la realidad y recién me acabo de dar cuenta que el restaurante de Penny y la compañía de custodios está a una cuadra de diferencia.

«Así que este era el enorme edificio que se veía cuando salía de trabajar», pensé.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla, señorita? —me pregunta el mismo joven que me atendió la primera vez que vine.

Es tan educado, me encanta como es.

Le contesté amablemente diciendo hacia dónde me dirigía y el hombre que habla bonito, me observaba descaradamente hasta detener sus ojos en mi busto.

¡Ya no eres tan educado!

Después de cuatro carraspeos de mi parte y unos eternos e incómodos minutos, reacciona haciendo una llamada y al finalizar me informó que podía subir al piso 16.

"No te vieran tanto si parecieras más normal,"comenta mi conciencia.

Me río ante ella y niego con la cabeza.

Llego al piso, hablo con una secretaria muy hermosa que anunció mi gran llegada y ahora estoy esperando el —adelante—. Ay, siempre quise saber como era trabajar en un lugar así.

El problema es que nací princesa.

—Pase —una ronca voz me indica que entre. Ay, otro hermoso, aquí todos son así. Abro la puerta y entrego el almuerzo al hombre—. Gracias, espere un momento.

Qué educado caballero, te nombraré: —barón de la comida rápida.

Miro a mi alrededor y es una oficina blanca con verde, un escritorio marrón oscuro, una silla giratoria negra, una computadora muy plana y lámpara de lava lo acompaña. A la derecha tres sofás beige y una mesa de café. En ellos están sentados mirándome Liam, un vikingo y...

—¿Edward? —se levanta de donde está y se dirige hacia mí—. ¡Te juro que te mato! Te escribí y jamás me respondiste. ¡Me engañaste! —se echa a reír mientras nos abrazamos.

Edward es el mejor amigo de mi hermano mayor. Él antes era el guardia real de mi madre, pero decidió dejarlo porque estaba enamorado de ella. Ahora es un apuesto guardaespaldas. Fue quien le pidió a mi abuela para que me dejara venir a Noruega. La monarca quería enviarme a vivir a África, pero él logró traerme hasta aquí. 

—Emili, no seas exagerada nos vimos en Edimburgo la noche antes de tu viaje —golpeo su hombro y comienzo a sentir ciertas miradas en nosotros. No voy a voltear, no voy a voltear—. Estás hermosa. Oye, Rachel me comentó que estás encantada viviendo aquí —ironiza.

—No te pases, mira que estás en mi lista real negra —estallamos en una carcajada.

—Con él es diferente —gruñe entre dientes el vikingo—. A él lo llamas por su nombre y a mí nada —ríe sin ganas el joven.

¿Y a este qué bicho le picó? Aparece después de una semana donde las últimas horas antes de salir del apartamento fue de silencio puro y ahora habla así.

«Pues te aguantas, bonito. Estamos en guerra», pensé molesta.

—Disculpe mi ofensa, señor —me fulmina con la mirada y suspira fuertemente—. Edward es una persona especial para mí, en cambio, usted es... un adulto en andropausia —todos ser ríen y él se levanta molesto.

—Sigues siendo una infantil y eres molesta —se acerca hasta mí—. Toma, aquí está el pago que Sean debía darte. Ahora te puedes retirar y si quieres te llevas a Edward. Él terminó aquí.

¿Por qué está molesto ahora? Si fue por decirle viejo, le falta más clase de controlar la ira.

Me despedí de todos y salí molesta de esa oficina. No entiendo qué le pasa. Él si me puede tratar mal, pero yo no puedo responderle de la misma manera. Lo admito, lo de la pintura fue completamente innecesario, y sí, estuvo muy mal, pero él se lo buscó por ser tan cruel conmigo cuando llegué y la cosa con la bañera y hoy solo saludé a mi buen amigo.

¡No hice nada más que eso!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo