Todos los nervios de Juan se apagaron cuando el asiento al igual que todo el coche comenzó a vibrar sin frenarse nada más giró la llave. El suave ronroneo a gusto del motor que le prometía una vez más, salvarle de una gran bronca de su jefa.
-Sabía que no me fallarías - felicitó Juan comenzando a poner la marcha atrás para salir de la plaza que estaba ocupando. - ¿Quién es un buen chico? Tú eres un buen chico.
En apenas quince minutos de trayecto ya pudo divisar en la amplia calle el blanco e impoluto edificio, frente al que algunas personas turistas se paraban a sacar fotos y otras se quedaban anonadadas viéndolo como si fuera la primera vez. No le tomaba de sorpresa, el mayor y más prestigioso estudio de arquitectura Tacarigua no paraba de atraer miradas.
Giró el volante tratando de no quedarse, al igual que el resto de las personas por la ancha calle de Venecia, ensimismado viendo el bajo pero imponente edificio. Entró al garaje exclusivo para todos los empleados, si bien le hacía sentir importante, conociendo a su jefa solo era una manera para que ninguno pusiese la excusa de que llegó tarde a su puesto por no encontrar aparcamiento. Aun así, se siente un privilegiado.
Sonrió al ver a Miranda Sosa, apoyada en la puerta de su Volkswagen rojo mirándole con burla cuando aparcó a su lado, como si supiese exactamente que había tenido problemas para llegar. Sujetaba una pequeña bandeja con dos cafés, tendiéndole uno a Juan antes de que cerrase la puerta de su coche azul.
-Te dije que podía llevarte yo - dijo dando un sorbo al café. - Sigue esforzando a esa tartana y te dejará tirado en medio de la carretera. ¿Por qué no vienes conmigo? Vivimos y trabajamos en el mismo sitio.
Miranda Sosa, las relaciones públicas de Tacarigua. Con uno de los puestos más altos había ganado una creciente y notable fama en la empresa, consiguiendo el trabajo deseado por muchos con más experiencia pero que no tenían ese carisma y don de gentes de la morena. Juan le debía mucho, gracias a ella tiene un puesto en Tacarigua y no paraba cada día de agradecérselo. Al igual que a Ricardo la conoció en la universidad, cada uno en sus respectivas carreras y desde ahí se volvieron tan inseparables que se atrevieron a dar el paso de convivir juntos.
-Necesito estos minutos solo, te tengo muy vista - bromeó alzando su vaso de café cuando Miranda amenazó con quitárselo por lo que había dicho. - Siempre llegas con demasiada antelación, eso es media hora menos de dulces sueños.
-Eres un gandul.
-Sí, pero con más salud. Dormir es bueno.
Entrar en el ascensor solo le confirmaba el poco caso que le hacían en Tacarigua, había dejado infinidad de notas en el buzón de sugerencias y aún así, aunque hubiese recomendado muchísimos géneros diferentes de canciones, el ascensor seguía sin tener hilo musical. Ya no es solo por capricho suyo, a cualquiera le animaría llegar escuchando una bonita canción que terminase de despertarle las neuronas que el café no conseguía.
El ambiente se sentía extraño con respecto al resto de días, Miranda sabía lo que pasaba, pero no le había dicho absolutamente nada. Caminó a su lado por el gran pasillo entre las mesas de los trabajadores, acaparando varias miradas en todos los sentidos, de curiosidad, admiración, respeto, envidia y ensoñación; ciertamente la chica hacía un revuelo allá por donde iba y ni siquiera se daba cuenta.
-Tú también - le susurró frenándole cuando fue a sentarse en su mesa, justo al lado del despacho de su jefa.
-Si va a cortarme la cabeza prefiero que no haya público - susurró cuando se desviaron entrando en la sala de reuniones.
Allí estaba Sharifa Castillo, la mujer que le había dado trabajo pero también se había convertido en su peor pesadilla. No podía atreverse a señalar si es mala persona, pero como jefa ha sido la persona más exigente, gruñona e intimidante que había conocido. Cierto es que jamás le faltó el respeto directamente, pero hay veces que hubiese preferido que le dijese <<Juan, no tengo palabras para expresar cuánto me sacas de quicio>>, a que le mirase como si fuese un pardillo o un estúpido. Sus miradas decían de todo, menos bonito.
Habían cuatro fotógrafos a la izquierda de la larga mesa de cristal, haciendo fotos a Sharifa que hablaba en susurros con dos hombres que Juan no conocía, además de algunos reporteros desperdigado. Trataba de calmarse al ver que Miranda le sonreía guiñándole el ojo, si no le mentía vilmente, iban a ser buenas noticias, pero los nervios de no saber absolutamente nada le tenían en un sinvivir. No estaba acostumbrado a enterarse el último de todo, o al menos no de los primeros, no es que fuese importante como Miranda u otro cargo alto, pero al ser directamente el asistente de Sharifa y llevarle su agenda, pues no había nada que se le escapase. Excepto ahora.
-Cuando quiera, señora Castillo - indicó uno de los reporteros.
Como cada vez que comenzaba una rueda de prensa, Sharifa hacia un extenso resumen de sus logros en la empresa y la posición que había alcanzado, alabando el trabajo duro de todos los que participan. Juan desconectó a mitad de discurso, no decía nada que no supiera ya y si Miranda realmente quería que atendiese, debería haberle traído al menos dos cafés. Escuchar a Sharifa a primera hora de la mañana tenía el mismo efecto que el más fuerte de los somníferos.
-Seguiré velando por esta gran empresa que ha ocupado la mayor parte de mi vida- continuó Sharifa cuando Miranda apretó su brazo para que hiciese caso, - pero ahora es momento de cambios, de apostar por el futuro y dejar que las grandes mentes jóvenes nos enseñen el talento que ocultan.
-¿Está insinuando señora Castillo que releva su codiciado puesto? - preguntó una chica acercando una grabadora hacia Sharifa.
-Exactamente.
Por poco Juan se viene abajo. Disimuladamente se pisó el pie izquierdo, tratando de despertar de este maravilloso sueño pero al no haber ningún cambio y darse cuenta de que seguía en esa sala y que su jefa - o ahora exjefa - seguía asegurando que su decisión era irrevocable, solo quería saltar de alegría, subir a lo alto del Empire State Building y gritar de felicidad.
-... en absoluto, la empresa Tacarigua comenzó siendo un negocio familiar y seguirá con las mismas bases a pesar de la visión renovadora que sufrirá - negó Sharifa ante otra pregunta. - Estoy totalmente segura de mi decisión y no hay mejor persona que mi hija, aquí presente, para continuar llevando a Tacarigua a la cima de este sector.
Por primera vez los ojos de Juan repararon en aquella chica rubia, que hasta ahora había estado tan en segundo plano que no se había dado cuenta de su existencia, la noticia de Sharifa había consumido toda su atención. Ya no.
La sensación similar a cuando nadaba se instaló en él, todas las voces incluyendo la de su jefa se volvieron mudas mientras seguía los gestos de la chica con la mirada. Al contrario de su madre tenía una sonrisa afable en su rostro, respondiendo algunas preguntas que Juan no escuchaba por estar ensimismado escaneándola.
Apartó con rapidez la mirada tras un disimulado codazo de Miranda, sacándole del apuro de quedar como un tonto con media neurona si alguien hubiese reparado en su "viaje astral" al observar a la hija de Sharifa. Su nueva jefa.
Más que emocionado, ahora estaba de los nervios.
Huyó hacia su pequeña mesa en el momento en que Miranda comenzó a dirigir la rueda de prensa privada, estableciendo unas pautas y límites en las preguntas, tal y como a Sharifa le gusta. Miranda había demostrado ser altamente eficiente, jamás preguntaban algo que le pusiese en un aprieto, todo estaba controlado al milímetro por la morena.
-Sin fotos de familiares o animales, pero sí un cactus - se sobresaltó al escuchar una voz y la portadora, su nueva jefa.
-Esto... uh, sí - tartamudeó viendo cómo cogía entre sus dedos la maceta examinando el cactus. - Me gustan los cactus.
No, no le gustaban los cactus pero era mejor que decir que lo compró en un pequeño supermercado solo porque tenía la maceta azul, su color preferido.
Jamás pensó que unos ojos grises podrían darle tanto respeto si no eran los de Sharifa, pero su hija tenía una mirada diferente, más calculadora que peligrosa, y eso solo le provocaba a Juan aún más nervios.
-Soy Juan Moreno - se presentó levantándose de la silla de golpe y estirando su mano.
<<Modales, Juan>> se repetía.
-Ya sé quién eres - apretó su mano con firmeza mientras Juan rezaba porque no la tuviese sudada. - Desordenado, a primera vista un desastre pero altamente eficiente sin embargo - dijo pasando la mirada por su mesa. - Según mi madre.
-Una señora muy amable - añadió.
-Y un pésimo mentiroso - completó su nueva jefa con una sonrisa irónica, - esta observación corre a mi cuenta.
Le costaba sostenerle la mirada, aún así hizo su mejor esfuerzo al no permitirse el lujo de escanear su rostro con atención como le gustaría. Tendría días para hacerlo, de una manera más disimulada y no teniéndola con su mesa como única separación. Lo único que deseaba era caerle bien, que no le cogiese tirria como su madre.
-Soy Cristina Castillo - se presentó por fin y Juan imaginariamente se dio un cabezazo al darse cuenta que ni siquiera sabía su nombre, hasta ahora. - Imagino que no lo escuchaste antes, te veías despistado.
Observadora. Una cualidad que sin duda compartía con su madre, Sharifa también tenía un ojo avizor en cada persona que la rodeaba. A pesar de ello, al contrario que su ahora antigua jefa, no habló como si le reprochase a Juan su falta de atención, solo fue un simple comentario.
Repasó el nombre de su superior en su mente, como tratando de asegurarse de recordarlo, aún así algo le decía que no iba a costarle nada aprendérselo, es más, nunca lo olvidaría.-¿Qué es tan gracioso? - la risa disimulada de Juan se frenó ante la pregunta de Cristina, había olvidado que estaba frente a él.-Perdone, es que como su madre se llama Sharifa... ya sabe, como la diosa de la sabiduría en la mitología griega - explicó con rapidez sonrojándose al notar la estupidez que estaba diciendo sin premeditar sus palabras, - pensé que su nombre tendría alguna relación, como si fuese una tradición. Me esperaba algo como Hipatria de Alejandría, no... Cristina.Tuvo que haberse inventado una excusa, tal vez que se acordó de un chiste o le estab
Realmente no se parecían en nada, ni siquiera el aspecto ni sus gustos, pero no recordaba una vida antes de tener a Sharon, tras muchos años se habían complementado hasta el punto de alcanzar sus propias metas personales con la otra siempre a su lado, sujetando un gran cartel en apoyo y coreando su nombre. Reconocía el increíble trabajo que había hecho para conseguir una fama que la precede, pero Cristina sabe que todo habría sido diferente sin Sharon animándola a seguir y ser cada vez más ambiciosa.-Coderex ¿no crees que suena genial? ¿A dónde voy? Al Coderex ¿de dónde vengo? Del Coderex - continuó hablando Sharon moviendo sus brazos como si tuviese un cartel con el nombre de ese garito que le contaba enfrente. - Tiene gancho ¿verdad?-No creo que haya sido inventado, tiene una parti
-Te voy a cambiar por un skate - le sacó la lengua Juan a su coche mientras cerraba la puerta. - Va a ser ridículo ir así a trabajar.La parte buena es que consiguió llegar, la mala es que estaba sudando y con las piernas temblando. Arrastraba su mochila por el suelo, caminando de forma agotada ignorando todas las miradas curiosas sobre él. Ricardo tenía el despacho en la misma planta, fue el único que se acercó a verle cogiendo el monopatín sin creerse que de verdad había sido su medio de transporte.-Hoy, por favor, mira a Balto - le suplicó Juan sin aire. - No vuelvo a venir así en mi vida.-Si quieres ligar con la jefa... creo que no le van los sudados con la ropa torcida - toqueteó la camiseta de Juan sobre una mancha amarilla y roja que tenía. - ¿Qué...?
-Me tomas el pelo - carcajeó Cristina.-Te prometo que no, es exigente hasta para eso. Tuve que apuntarme todas las combinaciones que le gustaban, una diferente para cada día de la semana y hora - insistió con una mueca exagerada de sufrimiento. - En ese tiempo vi a muchos asistentes pasar, unos se iban porque no la aguantaban más de una semana y otros los despedía, hasta que un día vi que iba a irse antes de tiempo y le recordé que tenía una reunión.-Y te contrató - finalizó Cristina. - Es una historia peculiar.-Sí... supongo. Hay veces que hecho de menos ser solo el que trae café - confesó. - Bueno, hasta hace dos días.-Algún día te pediré un café y cronometraré tus habilidades de camarero - bromeó la ojigris de
-¿Por qué irse cuando puede conseguirlo? -La rechazaron - Sharon abrió los ojos sorprendida. - Sharifa consiguió reunirse con los que lo llevan a cabo antes de que comenzase a ser un secreto a voces, estaban todos de acuerdo excepto su CEO. En cuanto vio a Sharifa desestimó el proyecto, no falta mucho para que salga a la luz, se ha llevado de manera discreta. -Viene una auténtica bomba y muy mala fama para Tacarigua por no haberlo conseguido - apretó la mandíbula Sharon, - Sharifa le ha dejado el marrón de la mala publicidad a Cristina, eso va a repercutir jodidamente mucho en el valor de la empresa. -Sharifa eligió por encima su fama, nadie puede probar que de verdad intentó hacerse con el proyecto. -Y aunque Cristina diga que no lo han intentado conseguir, que no sea suyo ya es un punto negativo. Será perra - farfulló Sharon con rabia. - Veo que he hecho una buena compra - bromeó con aspereza. No se arrepentía, para nada, pero le jodía el tormento que le venia encima
Esperaba a que Sharon volviese a reírse ante su broma, pero no lo hizo, así que hablaba muy en serio. Sus esperanzas de irse se volatilizaron cuando Sharon comenzó a caminar internándose cada vez más en el Coderex. Igual que cuando se colaron en un concierto hace unos dos años o cuando de pequeñas se escaparon por idea de la ojiazul de un campamento de verano, le confirmaba que Sharon es esa amiga mala influencia que todas las personas deberían tener. Cristina sin embargo es la que le recita una y otra vez los riesgos pero al final la acompaña porque sinceramente, no podía decirle que no a la pelinegra, sus mejores y más divertidos recuerdos son a su lado. Vio de reojo a Hercules observándolas con una sonrisa divertida al verlas avanzar cada vez más en sus dominios, lo sentía como si estuviese entrando en una trampa totalmente consciente de la que no podría salir, o más bien, no querría. -No puedo creer que nos haya ofrecido una habitación - susurró Cristina pero por su cercan
La atención de Cristina estaba en aquel chico, Abasi, tenía curiosidad del por qué la predilección y seguridad del hombre a su lado. A los pocos minutos, lo comprendió todo. No iba el primero, tampoco el segundo, por la oscuridad de la noche y la poca iluminación le costaba ver cuántos estaban delante de él pero de alguna manera ese chico nadaba diferente. El resto de nadadores provocaban exceso de espuma de mar a su alrededor ante el gran esfuerzo físico que hacían entre patadas y brazadas mientras algunos del público grita sus nombres, en cambio Abasi apenas creaba espuma, parecía que se deslizaba con las olas al son del mar y sin tanto esfuerzo como el resto. Un auténtico espectáculo verle. -Es bueno ¿verdad? - la codeó el hombre con confianza al verla ensimismada viéndole. -Impecable - halagó. Supuso que hoy tenía que perder, algunos visiblemente más torpes le adelantaban, nadando incluso con la cabeza fuera del agua. Abasi seguía a su ritmo, sin apretar la velocid
-¡Cristina! - apareció su mejor amiga llegando hasta ella. - Te estaba buscando, me tenías preocupada. Desapareciste. -Ya, te vi muy asustada haciéndole una limpieza bucal a la camarera - desveló su mentira con una seca carcajada incorporándose. -Pero en mi corazón había algo que bombeaba por mi hermanita desaparecida, te lo prometo - respondió con descaro tratando de ocultar malamente su risa. - Cuando acabé lo primero que hice fue venir a por ti. Rechacé una copa gratis. -Tienes más poca vergüenza... - suspiró Cristina entretenida. -No me juzgues, estaba despidiéndome del Coderex - se llevó el dedo índice a la parte baja de su párpado simulando recoger una lágrima, - te prometí que no volveríamos y Sharon Lopez siempre cumple sus promesas. -Sí, sobre eso... - dudó un poco y la imagen de Abasi invadió su mente. - Creo que podemos volver otro día, pero sin llamar mucho la atención, solo... -¿Y ese cambio? - interrumpió Sharon entrecerrando los ojos en sospecha,