-Aún no la tengo, pero necesito vuestra ayuda - confesó. - Sharifa no puede enterarse de nada, necesitamos conseguir ese proyecto. Es el mejor golpe a su ego que podemos manejar. Ignorando que le parecía muy buena idea que Sharifa probase de su propia medicina, lo que más le sorprendió a Juan fue que Cristina les pidiese ayuda directamente y no simplemente diese las órdenes de lo que hubiese planeado como había hecho Sharifa desde que la conocía. Sí, estaba seguro que la rubia aunque no lo haya demostrado del todo aún, era una chica orgullosa, pero no había perdido para nada su humildad con el puesto de poder que ocupaba. -Ricardo - atrajo la atención del chico. - A tus constructoras, necesito las listas de todos los proyectos, aunque parezcan a pequeña escala, absolutamente todo. Patrocina aún más a tus obreros, que atraigan la atención de todas los estudios que haya, necesito que me confirmes si alguno está montando un equipo a gran escala y si es el proyecto que necesitamos
-Se ha adelantado, apenas es principio de mes - murmuró Kevin metiendo la caja de pastillas en una pequeña bolsa. - Quizás es del estrés, antes la vi pasando, gritándole al móvil. Si sigue así que vaya al médico. -Para mi jefa esta vez, Miranda está bien - calmó Juan su preocupación mientras dejaba el dinero sobre el mostrador. - Gracias como siempre, Kev. -A ti Juan ¡y cuidado con el skate! - exclamó con gracia antes de que el ojiverde saliese de la farmacia. No sabía absolutamente nada de atletas profesionales, pero cuando llegó al piso donde estaba el despacho de Ricardo y por consiguiente el de Cristina y todas las mesas de trabajo, se sintió como cuando los corredores cruzan la línea de meta en el último segundo antes de que le adelanten. Se apoyó en la pared al lado de la puerta de su amigo, cogiendo aire y felicitándose por haber llegado justamente en diez minutos. -Creo que más que manzanilla necesitas una bombona de oxígeno - comentó Ricardo encontrándole fuera
-Bien, madre, como siempre - respondió conectando el > para arrancar el coche. -¿Sales ya de Tacarigua? ¡¿A estas horas?! - el tono de voz de su madre cambió a uno reprochable al escuchar el coche de su hija. - Aún te quedan tres horas más. -Me he tomado la tarde libre, mucho trabajo y necesito desconexión. No fui la única que ha abandonado la empresa. No quiso especificar que tanto Juan como Ricardo también entraban en ese pequeño escape, su madre se pondría como loca al saber que había dejado al resto de personal solo. Claro, ella aún no sabía que Cristina había nombrado a jefes de personal por sectores y mesas para controlarles, quitándose trabajo de guardia a ella misma y dándoles más autonomía y responsabilidad. Por ahora le funcionaba bien, tampoco pensaba decírselo a su madre. -No puedes hacer eso, tu obligación es... -Ahora yo soy la CEO de Tacarigua - interrumpió Cristina. - Tengo el control y se hace lo que yo diga. Gracias por tus consejos
Aunque Cristina no le había metido prisa, le señaló en una de las tantas mesas negras de su casa una carpeta de la que si bien algunas hojas parecían arrugadas en los bordes, se trataba de los contratos de todos los proyectos, de mayor o menor escala, que estaba realizando actualmente Tacarigua. Como siempre iba un paso por delante, o quizás era motivada por sus pocas ganas de tener trabajo acumulado luego de su viaje a Japón. -Nunca como nada sano contigo. Vio las dos pizzas que puso Sharon en la isla de la cocina. Lejos de la creencia de que las personas con una muy alta posición económica comían sano, su mejor amiga desmontaba ese mito conservando su esencia insalubre de por vida. -La pizza es sana, tiene tomate y el tomate viene de los árboles - replicó Sharon dándole un mordisco a su porción. - He hecho comida fitness, señorita Castillo. -Era congelada, ni siquiera la has hecho tú. -No seas impertinente que te ha salido gratis. Si algo tenía la comida basu
-Permítame mostrar mi más absoluta sorpresa al verla por aquí - se acercó Hercules, como siempre en la entrada del Coderex. - ¿Y Sharon Lopez? Me resulta aún más asombroso verla aquí sin su amiga. -Otro día vendrá - murmuró cediéndole su blazer para que la colgase en el guardarropa - Whisky, por favor. -Ya has oído, Marco - ordenó Hercules a un chico que en la zona oscura de la barra colocaba los vasos haciendo una inestable montaña. - ¿Desea participar en la apuesta semanal? Se quedó unos segundos pesando hasta que negó. Ya hacía bastante tratando de apagar el cerebro por hoy, participar en algo que es totalmente aleatorio y amañado lo dejaría para otro día, no seguiría traicionando a sus principios más por hoy. Odiaba los juegos de azar, más aún si estaban pensados para que si tus probabilidades de vencer eran de un quince por ciento, se reduzcan más considerablemente solo por hacer caja. -Disfrute de su estancia entonces, todo está a su completa disposición - finali
-Eso sí que es una muy interesante información - dijo acercándose a Cristina con una mirada curiosa. - No sabía que le gustaban rubias. Bueno, mi hermano y yo siempre pensamos que estaba esperando a que la Sirenita saliese de la película. Tengo información valiosa sobre él, te interesará. -¿Cuánto? -¿Cuánto estarías dispuesta a darme? Tenía cerca la mirada azulada del chico, expectante y segura de que había conseguido hacer en unos segundos un buen negocio con la rubia. -Doscientos, al irme cuando recoja mi chaqueta. -¿Doscientos? ¿Eso para alguien que teme que la relacionen con este lugar? - alzó la ceja el moreno. - Seiscientos. -Trescientos. -Seiscientos. -En una negociación se baja el precio - comentó hastiada. -Esto no lo es, la única que pierde si yo cierro la boca eres tú. Yo me quedo igual. -Quinientos euros, lo tomas o lo dejas - sentenció Cristina. - Puedo averiguar cualquier cosa por mi cuenta, solo pagar por ahorrarme tiempo. -Nin
-Segundo día y conquista a Neptuno - añadió Franchesco con un silbido. - ¿Tienes un boli? Para que me firmes un autógrafo. -Buenas noches, Rotonelas - finalizó Cristina cansada de sus bromas. Antes de abandonar el chiringuito con luces de colores y decoración caribeña, se giró sintiendo una mirada sobre ella, encontrándose los ojos de Diosdado brillando divertidos desde la barra. Quizás sea por su lenguaje corporal, visiblemente más cómoda y relajada, pero pondría la mano en el fuego y no se quemaría asegurando que Diosdado había adivinado con todo lujo de detalles que si bien Cristina había aceptado su reto, también lo había cumplido con nota. -Ahora sí, bienvenida al Coderex - pronunció.Ni todos los cafés del mundo que pudiese prepararse en la máquina de Tacarigua (a quien empezaba a considerar su mejor amiga sustituyendo a Miranda) podrían conseguir que Ricardo aguantase a un eufórico y nervioso Juan un lunes por la mañana. No solo había despertado a Miranda y a él
Algunas personas la reconocían, no atreviéndose a acercarse, solo mirándola desde lejos con un disimulo tan malo como la peor de las actuaciones. Le gustaba acaparar miradas, sean positivas o negativas, solo le aseguraban -aunque no hiciese falta- de lo bien que había labrado su futuro. Podría reencarnar de nuevo y seguiría escuchando hablar de ella, porque en vida ya había dejado un legado en el sector de la arquitectura que nadie podía tachar, se ocupó de ello en sus últimos días laborales. Ahora era momento de que sus hijos la relevasen e intentasen acercarse lo más posible a su nivel, el buen nombre de los Castillo debía continuar con la nueva generación. El sonido estridente de una ruidosa música comenzó a elevarse progresivamente a la vez que Sharifa rezaba porque no proviniese del Mercedes que estaba esperando. Estaba a favor de la música en los autos, cada uno tiene sus propios gustos, pero aquellos conductores que obligan a los demás a escuchar su propia lista de reproduc