-Eso sí que es una muy interesante información - dijo acercándose a Cristina con una mirada curiosa. - No sabía que le gustaban rubias. Bueno, mi hermano y yo siempre pensamos que estaba esperando a que la Sirenita saliese de la película. Tengo información valiosa sobre él, te interesará. -¿Cuánto? -¿Cuánto estarías dispuesta a darme? Tenía cerca la mirada azulada del chico, expectante y segura de que había conseguido hacer en unos segundos un buen negocio con la rubia. -Doscientos, al irme cuando recoja mi chaqueta. -¿Doscientos? ¿Eso para alguien que teme que la relacionen con este lugar? - alzó la ceja el moreno. - Seiscientos. -Trescientos. -Seiscientos. -En una negociación se baja el precio - comentó hastiada. -Esto no lo es, la única que pierde si yo cierro la boca eres tú. Yo me quedo igual. -Quinientos euros, lo tomas o lo dejas - sentenció Cristina. - Puedo averiguar cualquier cosa por mi cuenta, solo pagar por ahorrarme tiempo. -Nin
-Segundo día y conquista a Neptuno - añadió Franchesco con un silbido. - ¿Tienes un boli? Para que me firmes un autógrafo. -Buenas noches, Rotonelas - finalizó Cristina cansada de sus bromas. Antes de abandonar el chiringuito con luces de colores y decoración caribeña, se giró sintiendo una mirada sobre ella, encontrándose los ojos de Diosdado brillando divertidos desde la barra. Quizás sea por su lenguaje corporal, visiblemente más cómoda y relajada, pero pondría la mano en el fuego y no se quemaría asegurando que Diosdado había adivinado con todo lujo de detalles que si bien Cristina había aceptado su reto, también lo había cumplido con nota. -Ahora sí, bienvenida al Coderex - pronunció.Ni todos los cafés del mundo que pudiese prepararse en la máquina de Tacarigua (a quien empezaba a considerar su mejor amiga sustituyendo a Miranda) podrían conseguir que Ricardo aguantase a un eufórico y nervioso Juan un lunes por la mañana. No solo había despertado a Miranda y a él
Algunas personas la reconocían, no atreviéndose a acercarse, solo mirándola desde lejos con un disimulo tan malo como la peor de las actuaciones. Le gustaba acaparar miradas, sean positivas o negativas, solo le aseguraban -aunque no hiciese falta- de lo bien que había labrado su futuro. Podría reencarnar de nuevo y seguiría escuchando hablar de ella, porque en vida ya había dejado un legado en el sector de la arquitectura que nadie podía tachar, se ocupó de ello en sus últimos días laborales. Ahora era momento de que sus hijos la relevasen e intentasen acercarse lo más posible a su nivel, el buen nombre de los Castillo debía continuar con la nueva generación. El sonido estridente de una ruidosa música comenzó a elevarse progresivamente a la vez que Sharifa rezaba porque no proviniese del Mercedes que estaba esperando. Estaba a favor de la música en los autos, cada uno tiene sus propios gustos, pero aquellos conductores que obligan a los demás a escuchar su propia lista de reproduc
Cristina estaba repitiendo sus pasos, Sharifa también había donado una gran suma de dinero, mucho más alta a todas las asociaciones donde investigó que aquella empresaria estaba relacionada y cuando consiguió acercarse a ella, solo alcanzó a decir su nombre antes de que con una elegancia y educación fingida, no le ofreciese ni cinco minutos de su tiempo. > Insistió varias días después pero sus llamadas eran rechazadas o desviadas, también sus visitas. Comenzaron las habladurías entre estudios, un gran proyecto que aun no había contratado a un arquitecto y eso para Tacarigua, la élite en el sector, era mala publicidad aún sin ser nombrada. Estar en la cima es cansado y peligroso, no había nada tan inestable como el éxito. El punto más alto también es el más observado, como el mejor de los monumentos, continuamente fotografiado y contemplado por miradas en
Sharifa lo tenía todo, más conocimientos y más experiencia en arquitectura, una persona totalmente experta en el campo y la habían rechazado. Pero ahí estaba Cristina, defendiendo su integridad y con la firme creencia de que la persona más inteligente no es la que más sabe, sino la que aprovecha su conocimiento de la mejor manera.A pesar de que el tiempo seguía corriendo, trataba de mantener la calma y no agobiarse, si cometía un solo fallo más, todo el trabajo de los últimos veinte minutos no habría servido absolutamente para nada, tampoco volvería la batería del móvil que había consumido. -¡No, no! ¿Estás loco? - le frenó Ricardo apartando su dedo de la pantalla, - no puedes poner ahí el tres ¿ves? Ya está en la misma fila. -Cierto - musitó Juan soltando un largo suspiro, un fallo más y perdería la última vida que le quedaba en aquella partida de sudoku. - ¿Un ocho? No hay ocho. -Cristina ya ha llegado, dice que nos espera dentro - interrumpió Miranda mirándoles por el
Reconocía que estaba mal todo lo que comenzaba a sentir. Desde el primer momento atrajo su atención como lo haría cualquier otra persona que supiese valorar la belleza de la ojigris, algo que es totalmente lógico, pero los problemas de Juan empezaban a originarse cuando notaba poco a poco que le gustaba la compañía de Cristina, su sonrisa, su carácter, sus pequeñas bromas, etc. Frenarlo le parecía imposible, estar con Cristina nublaba su mente y hasta que no se alejaba de ella, no era consciente de sus acciones. -¿No deberíamos buscar a Nore? - preguntó Juan enderezándose y tratando de concentrarse exclusivamente en el trabajo. -No ha llegado, si lo hubiese hecho no estarían todos hablando con su competencia, la abordarían. -¿Tendremos que abordarla primero? - bromeó Juan aunque ya se imaginaba empujando a arquitectos junto a Cristina como en el mejor partido de rugby para llegar hasta la empresaria. -No vamos a caer tan bajo - sonrió con picardía. - No puede notar que
-¿Te duele, no? - preguntó Juan al notar la presión en su hombro y encontrar a Miranda a su lado apoyada. -Necesito que alguien venga a atracarnos como en las películas, así me los puedo quitar con la excusa de salir corriendo - miró con rabia a los tacones. - Hoy pienso robarte esas zapatillas que tienes con forma de tiburón para estar por casa. Eran uno de los tesoros de Juan, una de sus mejores compras de toda la vida. A primera vista podían parecer feas y horteras para alguien que no es amante del mar, hasta él mismo reconocía que no eran precisamente la envidia de una pasarela, pero cuando las mirabas bien de cerca, tenían su encanto. Con la textura y relleno del más abrazable peluche, Juan caminaba siempre por su casa compartida con sus dos pequeños tiburones que hasta aleta dorsal tenían, toda una coquetada. Comprendía que Miranda se las quisiese robar esta noche, desde que ella y Ricardo se las pusieron una vez, querían repetir siempre esa oda a la comodidad, pero Juan
Juan parecía estar a punto de desmayarse ante tanta presión y silencio, Ricardo trataba de decir algún comentario ingenioso, pero nada salía de su boca y Miranda apuraba su bebida cogiendo otra de una bandeja que traía un camarero solo para tener algo que hacer. Afortunadamente para ellos tres apareció un tipo alto y rubio, con un traje azul oscuro que a pesar de su mirada seria, la cambió a una sonrisa cuando divisó a Cristina dándole un corto abrazo que rompió toda la tensión del momento. -¿La conoces? - le preguntó Nore cogiendo la copa de champan que le había traído el chico. -Desde pequeño, la conozco de toda vida - respondió colocándose junto a ella. - ¿Os acabáis de conocer? -Sí, una agradable conversación - respondió Cristina y Juan tuvo ganas de buscar en Google el significado de "agradable conversación" y mostrárselo para hacerle ver que para nada lo fue. -Es Gabriel Lopez, su acompañante - le presentó Miranda al ver la mirada perdida de Ricardo y Juan. -