La atención de Cristina estaba en aquel chico, Abasi, tenía curiosidad del por qué la predilección y seguridad del hombre a su lado. A los pocos minutos, lo comprendió todo. No iba el primero, tampoco el segundo, por la oscuridad de la noche y la poca iluminación le costaba ver cuántos estaban delante de él pero de alguna manera ese chico nadaba diferente. El resto de nadadores provocaban exceso de espuma de mar a su alrededor ante el gran esfuerzo físico que hacían entre patadas y brazadas mientras algunos del público grita sus nombres, en cambio Abasi apenas creaba espuma, parecía que se deslizaba con las olas al son del mar y sin tanto esfuerzo como el resto. Un auténtico espectáculo verle. -Es bueno ¿verdad? - la codeó el hombre con confianza al verla ensimismada viéndole. -Impecable - halagó. Supuso que hoy tenía que perder, algunos visiblemente más torpes le adelantaban, nadando incluso con la cabeza fuera del agua. Abasi seguía a su ritmo, sin apretar la velocid
-¡Cristina! - apareció su mejor amiga llegando hasta ella. - Te estaba buscando, me tenías preocupada. Desapareciste. -Ya, te vi muy asustada haciéndole una limpieza bucal a la camarera - desveló su mentira con una seca carcajada incorporándose. -Pero en mi corazón había algo que bombeaba por mi hermanita desaparecida, te lo prometo - respondió con descaro tratando de ocultar malamente su risa. - Cuando acabé lo primero que hice fue venir a por ti. Rechacé una copa gratis. -Tienes más poca vergüenza... - suspiró Cristina entretenida. -No me juzgues, estaba despidiéndome del Coderex - se llevó el dedo índice a la parte baja de su párpado simulando recoger una lágrima, - te prometí que no volveríamos y Sharon Lopez siempre cumple sus promesas. -Sí, sobre eso... - dudó un poco y la imagen de Abasi invadió su mente. - Creo que podemos volver otro día, pero sin llamar mucho la atención, solo... -¿Y ese cambio? - interrumpió Sharon entrecerrando los ojos en sospecha,
-Aún no la tengo, pero necesito vuestra ayuda - confesó. - Sharifa no puede enterarse de nada, necesitamos conseguir ese proyecto. Es el mejor golpe a su ego que podemos manejar. Ignorando que le parecía muy buena idea que Sharifa probase de su propia medicina, lo que más le sorprendió a Juan fue que Cristina les pidiese ayuda directamente y no simplemente diese las órdenes de lo que hubiese planeado como había hecho Sharifa desde que la conocía. Sí, estaba seguro que la rubia aunque no lo haya demostrado del todo aún, era una chica orgullosa, pero no había perdido para nada su humildad con el puesto de poder que ocupaba. -Ricardo - atrajo la atención del chico. - A tus constructoras, necesito las listas de todos los proyectos, aunque parezcan a pequeña escala, absolutamente todo. Patrocina aún más a tus obreros, que atraigan la atención de todas los estudios que haya, necesito que me confirmes si alguno está montando un equipo a gran escala y si es el proyecto que necesitamos
-Se ha adelantado, apenas es principio de mes - murmuró Kevin metiendo la caja de pastillas en una pequeña bolsa. - Quizás es del estrés, antes la vi pasando, gritándole al móvil. Si sigue así que vaya al médico. -Para mi jefa esta vez, Miranda está bien - calmó Juan su preocupación mientras dejaba el dinero sobre el mostrador. - Gracias como siempre, Kev. -A ti Juan ¡y cuidado con el skate! - exclamó con gracia antes de que el ojiverde saliese de la farmacia. No sabía absolutamente nada de atletas profesionales, pero cuando llegó al piso donde estaba el despacho de Ricardo y por consiguiente el de Cristina y todas las mesas de trabajo, se sintió como cuando los corredores cruzan la línea de meta en el último segundo antes de que le adelanten. Se apoyó en la pared al lado de la puerta de su amigo, cogiendo aire y felicitándose por haber llegado justamente en diez minutos. -Creo que más que manzanilla necesitas una bombona de oxígeno - comentó Ricardo encontrándole fuera
-Bien, madre, como siempre - respondió conectando el > para arrancar el coche. -¿Sales ya de Tacarigua? ¡¿A estas horas?! - el tono de voz de su madre cambió a uno reprochable al escuchar el coche de su hija. - Aún te quedan tres horas más. -Me he tomado la tarde libre, mucho trabajo y necesito desconexión. No fui la única que ha abandonado la empresa. No quiso especificar que tanto Juan como Ricardo también entraban en ese pequeño escape, su madre se pondría como loca al saber que había dejado al resto de personal solo. Claro, ella aún no sabía que Cristina había nombrado a jefes de personal por sectores y mesas para controlarles, quitándose trabajo de guardia a ella misma y dándoles más autonomía y responsabilidad. Por ahora le funcionaba bien, tampoco pensaba decírselo a su madre. -No puedes hacer eso, tu obligación es... -Ahora yo soy la CEO de Tacarigua - interrumpió Cristina. - Tengo el control y se hace lo que yo diga. Gracias por tus consejos
Aunque Cristina no le había metido prisa, le señaló en una de las tantas mesas negras de su casa una carpeta de la que si bien algunas hojas parecían arrugadas en los bordes, se trataba de los contratos de todos los proyectos, de mayor o menor escala, que estaba realizando actualmente Tacarigua. Como siempre iba un paso por delante, o quizás era motivada por sus pocas ganas de tener trabajo acumulado luego de su viaje a Japón. -Nunca como nada sano contigo. Vio las dos pizzas que puso Sharon en la isla de la cocina. Lejos de la creencia de que las personas con una muy alta posición económica comían sano, su mejor amiga desmontaba ese mito conservando su esencia insalubre de por vida. -La pizza es sana, tiene tomate y el tomate viene de los árboles - replicó Sharon dándole un mordisco a su porción. - He hecho comida fitness, señorita Castillo. -Era congelada, ni siquiera la has hecho tú. -No seas impertinente que te ha salido gratis. Si algo tenía la comida basu
-Permítame mostrar mi más absoluta sorpresa al verla por aquí - se acercó Hercules, como siempre en la entrada del Coderex. - ¿Y Sharon Lopez? Me resulta aún más asombroso verla aquí sin su amiga. -Otro día vendrá - murmuró cediéndole su blazer para que la colgase en el guardarropa - Whisky, por favor. -Ya has oído, Marco - ordenó Hercules a un chico que en la zona oscura de la barra colocaba los vasos haciendo una inestable montaña. - ¿Desea participar en la apuesta semanal? Se quedó unos segundos pesando hasta que negó. Ya hacía bastante tratando de apagar el cerebro por hoy, participar en algo que es totalmente aleatorio y amañado lo dejaría para otro día, no seguiría traicionando a sus principios más por hoy. Odiaba los juegos de azar, más aún si estaban pensados para que si tus probabilidades de vencer eran de un quince por ciento, se reduzcan más considerablemente solo por hacer caja. -Disfrute de su estancia entonces, todo está a su completa disposición - finali
-Eso sí que es una muy interesante información - dijo acercándose a Cristina con una mirada curiosa. - No sabía que le gustaban rubias. Bueno, mi hermano y yo siempre pensamos que estaba esperando a que la Sirenita saliese de la película. Tengo información valiosa sobre él, te interesará. -¿Cuánto? -¿Cuánto estarías dispuesta a darme? Tenía cerca la mirada azulada del chico, expectante y segura de que había conseguido hacer en unos segundos un buen negocio con la rubia. -Doscientos, al irme cuando recoja mi chaqueta. -¿Doscientos? ¿Eso para alguien que teme que la relacionen con este lugar? - alzó la ceja el moreno. - Seiscientos. -Trescientos. -Seiscientos. -En una negociación se baja el precio - comentó hastiada. -Esto no lo es, la única que pierde si yo cierro la boca eres tú. Yo me quedo igual. -Quinientos euros, lo tomas o lo dejas - sentenció Cristina. - Puedo averiguar cualquier cosa por mi cuenta, solo pagar por ahorrarme tiempo. -Nin