Realmente no se parecían en nada, ni siquiera el aspecto ni sus gustos, pero no recordaba una vida antes de tener a Sharon, tras muchos años se habían complementado hasta el punto de alcanzar sus propias metas personales con la otra siempre a su lado, sujetando un gran cartel en apoyo y coreando su nombre. Reconocía el increíble trabajo que había hecho para conseguir una fama que la precede, pero Cristina sabe que todo habría sido diferente sin Sharon animándola a seguir y ser cada vez más ambiciosa.
-Coderex ¿no crees que suena genial? ¿A dónde voy? Al Coderex ¿de dónde vengo? Del Coderex - continuó hablando Sharon moviendo sus brazos como si tuviese un cartel con el nombre de ese garito que le contaba enfrente. - Tiene gancho ¿verdad?
-No creo que haya sido inventado, tiene una particular relación con Eleutherios, el liberador - recordó uno de sus temas favoritos en los libros de historia, griega. - Un lugar que si hace referencia a su nombre... no deberíamos acercarnos.
-No, nada de eso. Es tranquilo, un bar de copas y nada raro - explicó de manera rápida. - Creo que hay hasta apuestas, pero nada importante, un sitio normal y corriente.
-Tú yendo a un sitio normal y corriente - repitió Cristina escuchando a Sharon bufar. - La última vez que dijiste eso terminamos colándonos en un concierto.
-Si pero ¿y las dos camisetas que conseguimos gratis qué? - inquirió con gracia. Sí, fue un buen día a pesar del miedo de que pudiesen pillar a las hijas de personas tan influyentes en Italia cometiendo tales actos. - Dame una última oportunidad, venga Cristina.
-Ya vamos por la onceava última oportunidad.
-Soy tu mejor amiga, como poco te voy a pedir cuarenta más.
-Tu ganas, Sharon- suspiró rendida sabiendo que no podía contra la terquedad de su amiga. - Si veo algo raro, nos largamos. Ahora soy la CEO de Tacarigua.
-Vale señorita CEO, no haré nada para tachar su poder y status social - se burló levantándose. - ¿Vienes? Quiero ver un poco el edificio.
-El edificio te importa poco y nada.
-Necesito escanear a quienes están aquí - confesó por fin. - Lo único que he visto ha sido un idiota con la tensión baja y uno con complejo de duende.
Frenó frente a la mesa de Juan, había vuelto a mover el cactus a donde ahora el sol iluminaba, haciendo caso a su consejo. Trató de no estresarse al verle escribir en la esquina de una libreta que tenia encima de un montón de papeles, este chico sí que era la cúspide de la desorganización, pero si es tan eficiente como dice su madre, podrá permanecer en su puesto.
-Él es Juan, mi asistente - le dijo a Sharon y el chico pegó un brinco al escucharla. Ni siquiera las había visto salir, muy despistado, tendría que arreglar eso.
-El idiota de la tensión baja - completó su amiga.
Cristina frunció el ceño alternando la mirada entre ambos, Juan parecía estar apunto de desmayarse y no conseguía sostenerle la mirada a Sharon, la apartaba alternándola entre sus papeles y el cactus.
-Vete adelantando - le indicó a Sharon que solo asintió comenzando a caminar con tanta seguridad como si el edificio fuese suyo y se lo conociese al dedillo. - Releva todas las reuniones de mi madre a mí, no canceles ninguna.
-Ya lo he hecho - le sorprendió.
-Llámales expresamente, sin intermediarios, para informar que ahora soy yo quien estará presente - volvió a indicarle. - Que sepan que ahora soy yo quien está al mando.
-Lo haré - aseguró quedándose más tiempo del que precisaba mirándola. - Esto... ¿no debería estar ahí? Con su madre, en la rueda de prensa - señaló con la cabeza la sala de reuniones donde Sharifa seguía hablando.
-Las únicas preguntas serán para hablar de mi madre y tratar de quitar valor a dónde he llegado, piensan que solo estoy al mando por ser su hija - respondió firmemente mirando directamente a los periodistas, - cierto es, pero no valoran el trabajo que hay detrás. El día que de una entrevista completa será por un nuevo triunfo de Tacarigua bajo mi mandato, el primero de muchos.
Juan es muy expresivo, Cristina notó una mirada sorprendida ante su respuesta y también con un pequeño grado de admiración. Le gustó, tenía como reto personal impresionar a su nuevo asistente, si lo conseguía podría demostrar que estaba a la altura, este chico había sido consciente de cada paso de su madre y cualquier reacción positiva de su parte es una medalla más para colgar al orgullo de Cristina.
-Mi número - cogió sin permiso el bolígrafo que sujetaba Juan rompiendo el contacto visual entre ellos y apuntándolo en una esquina de su mal organizada libreta. - Puedes consultarme cualquier duda que tengas a cualquier hora.
-¿Hasta de madrugada? ¿Acaso no duerme? - le gustó el pequeño atisbo de calma del chico al lanzar su pequeña broma.
-El éxito nunca duerme, Juan - respondió con gracia.
Alcanzó a su madre a mitad del pasillo, comenzando a caminar a su lado mientras buscaba con la mirada a Sharon que ya se había perdido en cualquier lugar de los cuatro pisos que conformaban el lujoso edificio. Una chica morena atrajo su atención, sin perder la sonrisa indicaba la salida a los periodistas pero sin dejarles hacer ni una sola foto más ni hablar con algún empleado, parecía tenerlo todo muy bajo control.
-Miranda Sosa - habló su madre al verla con la atención en ella. - Que no te engañe por tener dos años menos que tú, es completamente competente y confiable.
-Tú solo te rodeas de los mejores - respondió en tono tétrico. - Todos son jóvenes aquí, al menos los cargos más directos hacia ti, madre.
-Un buen líder siempre mira al futuro, a la innovación y el desarrollo, necesitamos mentes frescas - le dio una intensa mirada a su hija, - ahora tú vas a demostrarles a esa panda de buitres de prensa que no estás aquí por ser mi hija. Demuestra que eres una Castillo.
-Lo haré.
-Cuento con ello. Confío en ti, Cristina.
La frase <<vive el presente y no pienses en el futuro>> solo le había traído problemas a Juan. Ciertamente lo hizo, durante toda la tarde y noche de ayer estuvo junto a Miranda y Ricardo en su casa buscando información sobre su nueva jefa, descubriendo que para nada es solo una cara bonita. Cristina Castillo tenía muchas noticias que la precedían, varios premios dé certámenes juveniles de arquitectura a lo largo de su infancia y cómo no, unas notas perfectas llenas de matrículas de honor. Académicamente, Cristina Castillo es indudablemente el orgullo de cualquier padre o madre y profesor.
Su desvelo por buscar información derivó en que ninguno de los tres escucharon la primera alarma del día, la de Miranda, pero cuando sonó la de Ricardo que simulaba tener una obra en cualquier rincón de la casa, empezó el caos. Como si se tratase de una redada policial llegando a una carrera ilegal al más estilo Fast and furious, cada uno salió sin dirigirse la palabra en sus coches no queriendo quedar mal el primer día con la nueva jefa.
-¡No me fastidies Balto! - exclamó Juan golpeando el volante cuando el coche no arrancó y como siempre, fue el último en salir, ya no podrían llevarle. - Te prometo que cumpliré mi promesa de ayer ¿vale? Ricardo te revisará.
Maldecía el momento en que puso en G****e el nombre de su jefa, lo que iba a ser un rato se convirtió en una búsqueda tan completa que ni recordó decirle a Ricardo que revisara su coche. Tenía ganas de abrir la ventanilla, sacar la cabeza y cerrarla para cortarse él mismo el cuello, cualquiera que supiese que su compañero de piso además de jefe de cuadrilla de obra era mecánico, aprovecharía cada segundo para tener su auto a la ultima, pero Juan no, lo deja todo a lo último.
-No hagas que el primer mensaje que le envíe sea para decirle que llego tarde, por favor - le suplicó a su coche. - Te cambio el color ¿vale? ¿Qué otro tono de azul te gusta?
Balto ni respondió ni arrancó.
El móvil temblaba en sus manos, tuvo que repetir el sencillo patrón tres veces por los nervios. Solo entrar en WhastApp y ver que un aviso de que llegaría tarde es lo primero que le diría a Cristina... quería que apareciese ahora un tsunami como en las películas de catástrofes naturales y destrozase Venecia. Eso sí sería un buen motivo.
Buenos días, señorita Castillo. Se me ha roto el coche, llegaré un poco más tarde, en cuanto llegue el autobús siguiente. Disculpe las molestias, Juan Moreno.
Estuvo cinco minutos releyendo el mensaje, sintiéndose cada vez más desgraciado. Ni siquiera tenía suerte para coger el autobús y llegar a tiempo a su hora, sería el próximo. Nada le salía bien hoy.
Casi se le cae el móvil de la mano cuando la pantalla se iluminó con la respuesta de Cristina, dudando si abrirlo o no de los nervios, esperando una respuesta tan brusca como las de Sharifa que le hagan replantearse si no es mejor irse a buscar trabajo a un museo de guardia jurado. Ahí las estatuas no se van a mover ni quejar porque llegue tarde.
Buenos días.
He leído en su currículum que una de sus aficiones es montar en monopatín, estoy segura de que podrá explotar su talento para llegar puntual. Me ofrezco desinteresadamente para guardar su vehículo en una esquina de mi despacho.Atentamente, Hipatia de Alejandría, Tacarigua CEO.Podía jurar que leyó el mensaje unas diez veces, quedándose cada una de ellas más sorprendido que la anterior. Había desechado su súplica de permitirle llegar tarde con una gracia y elegancia que no pudo evitar que sonriera como un estúpido, como si de verdad no fuese un problema.
-Te voy a cambiar por un skate - le sacó la lengua Juan a su coche mientras cerraba la puerta. - Va a ser ridículo ir así a trabajar.La parte buena es que consiguió llegar, la mala es que estaba sudando y con las piernas temblando. Arrastraba su mochila por el suelo, caminando de forma agotada ignorando todas las miradas curiosas sobre él. Ricardo tenía el despacho en la misma planta, fue el único que se acercó a verle cogiendo el monopatín sin creerse que de verdad había sido su medio de transporte.-Hoy, por favor, mira a Balto - le suplicó Juan sin aire. - No vuelvo a venir así en mi vida.-Si quieres ligar con la jefa... creo que no le van los sudados con la ropa torcida - toqueteó la camiseta de Juan sobre una mancha amarilla y roja que tenía. - ¿Qué...?
-Me tomas el pelo - carcajeó Cristina.-Te prometo que no, es exigente hasta para eso. Tuve que apuntarme todas las combinaciones que le gustaban, una diferente para cada día de la semana y hora - insistió con una mueca exagerada de sufrimiento. - En ese tiempo vi a muchos asistentes pasar, unos se iban porque no la aguantaban más de una semana y otros los despedía, hasta que un día vi que iba a irse antes de tiempo y le recordé que tenía una reunión.-Y te contrató - finalizó Cristina. - Es una historia peculiar.-Sí... supongo. Hay veces que hecho de menos ser solo el que trae café - confesó. - Bueno, hasta hace dos días.-Algún día te pediré un café y cronometraré tus habilidades de camarero - bromeó la ojigris de
-¿Por qué irse cuando puede conseguirlo? -La rechazaron - Sharon abrió los ojos sorprendida. - Sharifa consiguió reunirse con los que lo llevan a cabo antes de que comenzase a ser un secreto a voces, estaban todos de acuerdo excepto su CEO. En cuanto vio a Sharifa desestimó el proyecto, no falta mucho para que salga a la luz, se ha llevado de manera discreta. -Viene una auténtica bomba y muy mala fama para Tacarigua por no haberlo conseguido - apretó la mandíbula Sharon, - Sharifa le ha dejado el marrón de la mala publicidad a Cristina, eso va a repercutir jodidamente mucho en el valor de la empresa. -Sharifa eligió por encima su fama, nadie puede probar que de verdad intentó hacerse con el proyecto. -Y aunque Cristina diga que no lo han intentado conseguir, que no sea suyo ya es un punto negativo. Será perra - farfulló Sharon con rabia. - Veo que he hecho una buena compra - bromeó con aspereza. No se arrepentía, para nada, pero le jodía el tormento que le venia encima
Esperaba a que Sharon volviese a reírse ante su broma, pero no lo hizo, así que hablaba muy en serio. Sus esperanzas de irse se volatilizaron cuando Sharon comenzó a caminar internándose cada vez más en el Coderex. Igual que cuando se colaron en un concierto hace unos dos años o cuando de pequeñas se escaparon por idea de la ojiazul de un campamento de verano, le confirmaba que Sharon es esa amiga mala influencia que todas las personas deberían tener. Cristina sin embargo es la que le recita una y otra vez los riesgos pero al final la acompaña porque sinceramente, no podía decirle que no a la pelinegra, sus mejores y más divertidos recuerdos son a su lado. Vio de reojo a Hercules observándolas con una sonrisa divertida al verlas avanzar cada vez más en sus dominios, lo sentía como si estuviese entrando en una trampa totalmente consciente de la que no podría salir, o más bien, no querría. -No puedo creer que nos haya ofrecido una habitación - susurró Cristina pero por su cercan
La atención de Cristina estaba en aquel chico, Abasi, tenía curiosidad del por qué la predilección y seguridad del hombre a su lado. A los pocos minutos, lo comprendió todo. No iba el primero, tampoco el segundo, por la oscuridad de la noche y la poca iluminación le costaba ver cuántos estaban delante de él pero de alguna manera ese chico nadaba diferente. El resto de nadadores provocaban exceso de espuma de mar a su alrededor ante el gran esfuerzo físico que hacían entre patadas y brazadas mientras algunos del público grita sus nombres, en cambio Abasi apenas creaba espuma, parecía que se deslizaba con las olas al son del mar y sin tanto esfuerzo como el resto. Un auténtico espectáculo verle. -Es bueno ¿verdad? - la codeó el hombre con confianza al verla ensimismada viéndole. -Impecable - halagó. Supuso que hoy tenía que perder, algunos visiblemente más torpes le adelantaban, nadando incluso con la cabeza fuera del agua. Abasi seguía a su ritmo, sin apretar la velocid
-¡Cristina! - apareció su mejor amiga llegando hasta ella. - Te estaba buscando, me tenías preocupada. Desapareciste. -Ya, te vi muy asustada haciéndole una limpieza bucal a la camarera - desveló su mentira con una seca carcajada incorporándose. -Pero en mi corazón había algo que bombeaba por mi hermanita desaparecida, te lo prometo - respondió con descaro tratando de ocultar malamente su risa. - Cuando acabé lo primero que hice fue venir a por ti. Rechacé una copa gratis. -Tienes más poca vergüenza... - suspiró Cristina entretenida. -No me juzgues, estaba despidiéndome del Coderex - se llevó el dedo índice a la parte baja de su párpado simulando recoger una lágrima, - te prometí que no volveríamos y Sharon Lopez siempre cumple sus promesas. -Sí, sobre eso... - dudó un poco y la imagen de Abasi invadió su mente. - Creo que podemos volver otro día, pero sin llamar mucho la atención, solo... -¿Y ese cambio? - interrumpió Sharon entrecerrando los ojos en sospecha,
-Aún no la tengo, pero necesito vuestra ayuda - confesó. - Sharifa no puede enterarse de nada, necesitamos conseguir ese proyecto. Es el mejor golpe a su ego que podemos manejar. Ignorando que le parecía muy buena idea que Sharifa probase de su propia medicina, lo que más le sorprendió a Juan fue que Cristina les pidiese ayuda directamente y no simplemente diese las órdenes de lo que hubiese planeado como había hecho Sharifa desde que la conocía. Sí, estaba seguro que la rubia aunque no lo haya demostrado del todo aún, era una chica orgullosa, pero no había perdido para nada su humildad con el puesto de poder que ocupaba. -Ricardo - atrajo la atención del chico. - A tus constructoras, necesito las listas de todos los proyectos, aunque parezcan a pequeña escala, absolutamente todo. Patrocina aún más a tus obreros, que atraigan la atención de todas los estudios que haya, necesito que me confirmes si alguno está montando un equipo a gran escala y si es el proyecto que necesitamos
-Se ha adelantado, apenas es principio de mes - murmuró Kevin metiendo la caja de pastillas en una pequeña bolsa. - Quizás es del estrés, antes la vi pasando, gritándole al móvil. Si sigue así que vaya al médico. -Para mi jefa esta vez, Miranda está bien - calmó Juan su preocupación mientras dejaba el dinero sobre el mostrador. - Gracias como siempre, Kev. -A ti Juan ¡y cuidado con el skate! - exclamó con gracia antes de que el ojiverde saliese de la farmacia. No sabía absolutamente nada de atletas profesionales, pero cuando llegó al piso donde estaba el despacho de Ricardo y por consiguiente el de Cristina y todas las mesas de trabajo, se sintió como cuando los corredores cruzan la línea de meta en el último segundo antes de que le adelanten. Se apoyó en la pared al lado de la puerta de su amigo, cogiendo aire y felicitándose por haber llegado justamente en diez minutos. -Creo que más que manzanilla necesitas una bombona de oxígeno - comentó Ricardo encontrándole fuera