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Gabrielle Smirnov

Ni siquiera llevo casco puesto y este lunático esta manejando como loco.

Mi vestido esta subido hasta mis muslos, mis hombros suben y bajan sin parar por el susto que me estoy llevando en estos momentos.

¡Por Dios santo!

Ya vienen los policías y le han a llevar presa, moriré joven y poco manoseada ¡¿Por qué?! Esto es culpa de Misa, si no hubiese aceptado su indecente propuesta, ahora mismo estaria en el apartamento de las gemelas acostada y quizás sana y salva.

Izan acelera, a lo lejos veo una curva en la carretera y más me aferro al agarre en su dorso. Lo escucho reírse, el muy maldito está disfrutando de mi dolor y sufrimiento, pero solo espero hacerle tragar todo lo que me esta haciendo.

La sirena de la patrulla suena más fuerte, Izan está haciendo todo lo posible para perderlos, pero parece que esos agentes han salido de rápidos y furiosos ¿Es legal que manejen de esa manera?

—En la próxima esquina voy a doblar, princesa aférrate a mi cuerpo como si yo te hubiese desvirgado—le doy un puñetazo en la espalda, siento el tirón y me agarro mas fuerte. En un abrir y cerrar de ojos, el chico de ojos azules los pierde.

Me bajo a toda prisa de la moto, Izan me mira y se ríe en son de burla, es que serás imbécil y cabron al mismo tiempo.

—Llévame a mi casa—suelto de la nada.

—¿Cómo has dicho princesa? —sordo.

—Qué me lleves a mí casa Izan. —lo veo dar la vuelta y me altero. Escucho muy lejos a la patrulla de policía y corro detrás de él.

No sé en dónde estoy y no sé cómo voy a volver, camino en silencio a su lado.

El lugar es oscuro y húmedo, cierro los ojos y los vuelvo a abrir, esto es frustrante y agotante. Mi teléfono está muerto y no encuentro la manera para comunicarme con Artemisa o con mi hermano.

Las calles comienzan a iluminarse, estamos en una especie de zonas de bares, quizás alguien dentro podría prestarme un teléfono y así podría llenar a mi hermano para que me saque de este feo lugar.

Mis tacones se meten en los granitos del piso, Izan me mira y solo se ríe.

—Voy a tomar una cerveza aquí, si no quieres que te roben esos lindos zapatos de diseñador, te conviene seguirme.

Abro los ojos cuando una mujer me queda viendo, la puerta rechina apenas nos adentramos al bar. Izan pide una cerveza para él y una limonada, me le quedo viendo.

—¿Qué? Pensé que la muñequita de papá tampoco había esto.

—No me llames así vagabundo. —Izan levanta la comisura de su labio superior.

Una canción de moda comienza a sonar, mi cuerpo me pica, quiero cambiarme y asearme un poco. Son pasadas las dos de la mañana. Debo de buscar la manera de volver a casa lo más pronto posible antes que mis padres se enteren que no estoy donde debería estar.

Una rubia se le acerca al italiano, este le da una palmada en una de sus nalgas y la saca a bailar.

No puede ser…

Prácticamente están follando con ropa ¿Eso es permitido? ¿Pueden hacer eso en público?

La mujer le recuesta los pechos en la espalda de Izan y este se ríe, claro, patán y follador por naturaleza.

La mujer salta cuando la besa de una forma salvaje y asquerosa, no puedo con esto, quiero volver. Me levanto de la silla para marcharme de aquí, cuando un sujeto alto, de ojos verdes y cabello cobrizo me extiende la mano para que vaya a bailar con él.

Izan se detiene, sonrío y la tomo.

—Aléjate de ella—brama el italiano molesto. La chica que lo acompañaba se marcha.

—No pensé que tenía novio, lo… lo siento—lo miro molesta. El hombre se retira sin ni siquiera mirarme.

—¿Qué diablos te sucede Izan Russo? Ese hombre se ha marchado pensando lo que no es. Eres mi primo… —se rasca la cabeza.

—Y sigues con lo mismo princesa, tu papá y el mío no son nada, tú y yo no tenemos unión sanguínea ¿Podrías entender eso? Dios me libre tener familia como tú.

Aprieto mis manos, muevo mis pies y me quedo callada, lo único que quiero ahora mismo es alejarme de este mar de problemas, dormir tranquila en mi casa y tener la tranquilidad que tanto quiero.

Camino primero que él hacia la moto, mis pies empiezan a dolerme, suspiro derrotada, mi teléfono no tiene batería y no sé cómo la este pasando Artemisa con todo esto.

—¿A tu casa o a la mía? —ruedo los ojos.

—A la mía

—Interesante… —abro la boca.

—¿Qué cosa? —Izan me mira por el espejo de la moto.

—Todo este tiempo se te han visto las tangas por el vestido blanco y no te has dado cuenta.

¡No puede ser!

Acomodo la chamarra en mi cintura para tapar la parte trasera de mi atuendo, maldito Izan Russo.

(***)

Abro mis ojos de inmediato, anoche llegué a casa casi a las cuatro de la mañana, Zeus y mi hermano aún están en el apartamento de las gemelas junto a Hades y Artemisa, que gracias al cielo no pasó nada a mayores y pudimos salir de todo esto bien libradas.

Papá vierte un poco de cereal en un cuenco, mamá le da un beso y sonrío al ver a Miguel tomar la mano de mi madre y sentarla en sus piernas.

Mamá siempre ha sabido llevar a mi padre, no me imagino verlos el uno del otro.

—Hija, pronto es tu graduación y queríamos preguntarte que querías de regalo.

Muerdo un poco de tostada—No sé papá en realidad—tengo que llevar mi vestido blanco a la tintorería, por culpa de Izan se volvió nada.

—¿Una isla? ¿Un edificio? ¿La presidencia de Global technology?

Mamá le da un codazo.

—Dale regalos normales Miguel, la niña necesita regalos normales. ¿Una isla? ¿Es enserio?

Ay vamos de nuevo, tomo mi bolso, busco las llaves de mi coche para ir de camino a la universidad. Hoy tendré un día muy agitado, necesito despejar mi mente y olvidarme por completo de Izan Russo.

Sumerjo mi cabeza en la piscina, una de las cosas que más amo en el mundo es poder nadar y despejarme de todas las cosas negativas que rodean mi vida. Hace un año soy parte del equipo de natación de Hilton y al menos esto me esta ayudando a canalizar mis energías.

Desde que terminé con Brad mi vida ha estado yendo de mal en peor, es como si miles de kilos de sal me hubiesen caído encima.

Dos minutos, dos minutos es el marcador final para mí, he tenido el mejor promedio de carrera bajo el agua. Quiero ser la mejor en mi clase y graduarme con honores. Trabajar en la empresa de mi padre, casarme con un buen hombre y tener un par de bebés preciosos.

—¡Listo Smirnov, a las duchas! —grita mi entrenador.

Camino por los pasillos en mi traje de baño empapada de pies a cabeza, veo como Akim sale del cuarto del conserje para luego Luisa salir detrás de él. A veces no puedo creer que sea mi hermano, lo juro.

Esa tipa no me cae bien, es una manipuladora de lo peor que lo único que quiere es encajar con mi familia y ni se diga de su estúpida prima que más de una vez se le ha querido meter por los ojos a mi padre.

Estúpidas…

Luisa me saluda de lejos y la ignoro, ni crea que podremos ser amigas solo porque se deja follar de mi hermano.

Me quedo viendo el trasero de Luke Castill, el buenorro compañero de clases de mi hermano menor. Algo me golpea en la cabeza y fulmino con la mirada a mi hermano menor.

—Vuelves a mirar a ese imbécil de esa manera y le diré a mi papá que ya no eres virgen.

Golpe bajo.

—Pero esta como quiere ese Castill. —gruñe molesto.

—Estás advertido, papá me acaba de enviar un mensaje, mamá se ha ido a España a visitar a la abuela Isabel, así que… —ruedo los ojos. Papá se irá detrás de ella y tendremos la casa para nosotros solos.

¡Lo que me faltaba!

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