Valentino miró desde las sombras a Bianca mientras subía a su habitación. Tenía las mejillas sonrojadas y parecía agotada. Lucía igual de linda que siempre.
Era imposible controlar sus sentimientos por ella. Pero necesitaba dejarla ir, ella era demasiado joven. No era solo su edad, sino también lo limitada que había sido su vida. Valentino estaba más al tanto de su vida de lo que ella creía. Era difícil no escuchar los comentarios de sus padres. Aunque debía aceptar que él había buscado su propia cuota de información.
Recordó cuando la conoció por primera vez. Ella poco más que una niña por aquel entonces. Era tan tierna y dulce, pero solitaria. Nunca la vio con amigos. Con el tiempo descubrió como eran sus padres. Bianca había tenido que madurar más rápido de lo debido.
No dudaba de que ella lo quería, pero quería que ella conociera y experimentara otras cosas. Había visto el potencial que tenía, los chicos del trabajo la querían y ella había sufrido cambios en apenas unos cuantos meses. Recordó como lo confrontó la semana anterior. Era la primera vez que lo hacía y se sintió orgulloso por ello. Bianca necesitaba conocer el mundo y descubrirse. Él mismo había tenido tiempo de experimentar en su momento y no era justo para ella que la limitara cuando apenas estaba extendiendo sus alas.
Dejarla ir era una decisión difícil y quizás no solo le correspondía a él tomarla. Pero si Bianca tenía opción de elegir, lo iba a elegir a él y por mucho que eso le encantaba, también temía que con el tiempo terminara no siendo la decisión correcta. Así que se encargó de alejarla para poder que ella pudiera seguir descubriendo el mundo.
Bianca despareció en su habitación y las luces se encendieron. No era la primera vez que la observaba a escondidas, pero se prometió que está sería la última vez.
—Que te vaya muy bien, pequeña —susurró.
Una sonrisa de melancolía se posó en su rostro y se marchó con las manos en los bolsillos.
Nadie sabía lo que el futuro les deparaba a los dos y aunque sabía que es lo que esperaba, ya no tenía mucha esperanza después de todo lo que había hecho para alejar a Bianca.
—¿La estuviste observando otra vez? —preguntó su hermano cuando llegó al departamento que compartían. Estaba ubicado en la última planta de su negocio.
—No sé de qué hablas. —Trató de sonreír para mantener a su hermano lejos de sus asuntos, pero debió suponer que eso no iba a funcionar.
—Sé que la has estado observando por un largo tiempo.
—Fue la última vez. —No tenía caso seguirlo negando, su gemelo lo conocía mejor que nadie.
—Eres un idiota. —Valentino no sabía cuántas veces había escuchado ese insulto y la mayoría de veces se la había dicho él mismo.
—Es lo mejor. —Tal vez si lo repetía lo suficiente las ganas por ir a buscar a Bianca y abrazarla desaparecerían.
—Acaso te tomaste la molestia en preguntarle qué es lo que quiere.
—No es necesario, lo sé. Pero a veces lo queremos, no siempre es lo que necesitamos.
—Eres mi hermano, pero no esperes que te apoyé en esta decisión.
Leonardo al parecer notó que no iba a lograr nada con él y se marchó furioso dejándolo a solas.
Valentino entró a su habitación y se recostó en su cama.
Apenas cerró los ojos, imágenes de Bianca llenaron su cabeza. Siempre era así, ella ocupaba cada uno de sus pensamientos.
Su historia había cambiado con los años. Cuando la vio por primera vez, ella lo estaba dibujando con una dedicación sorprendente para alguien de su edad. Bianca nunca se había molestado en ocultar sus sentimientos por él. Para Valentino solo se trataba de algo inocente y de alguna manera se sintió halagado por sus dulces sentimientos.
De pronto de tanto verla pasó a ser una especie de amiga, aunque nunca hablaban demasiado. Ella era muy reservada y mantenía su distancia. Su primera conversación realmente larga fue cuando él terminó la universidad y se iba a marchar a comenzar su negocio. De alguna manera habían terminado con el haciendo una promesa y ella declarando que los dos se iban a casar. Valentino había sonreído con ternura y no hizo nada por romper sus ilusiones. No importaba cuan madura parecía ser incluso por aquel entonces, no podía olvidar su edad y que cualquier cosa que hubiera dicho, podría haberla lastimado.
Sus sentimientos fraternales por ella cambiaron más de un par de años después. Valentino había regresado a casa para celebrar las navidades con su familia. Él apenas había bajado del auto cuando la había visto correr dentro de su casa huyendo de la llovizna que había empezado. Él, por otro lado, se había quedado petrificado mirando en dirección a la casa de Bianca y no dejó de hacerlo ni siquiera cuando ella desapareció dentro. Era como si hubiera tenido una visión.
Su interés por saber más de su vida aumentó y cuanto más sabía, más convencido se sentía de que enamorarse de él tan joven solo había empeorado la situación. De alguna manera su alma se había atado de una manera más.
Ella necesitaba libertad, algo que nunca tuvo oportunidad de experimentar. Bianca casi siempre aceptaba lo que los demás esperaban o querían de ella.
Decidió mantenerse alejado de su vida. Las únicas veces que no podía escapar a los compromisos familiares, se encargaba de que ella no lo viera.
Cuando su madre les pidió a Leonardo y a él que la apoyaran. Valentino había aceptado sin dudar. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la había visto y un anhelo creció en su pecho al pensar en tenerla cerca.
Descubrió que muy poco había cambiado en ella. Seguía siendo tímida y le gustaba mantenerse separada del resto. Además quería estar junto a él en todo momento. Al principio se sintió feliz por ello, pero esta vez se dio el tiempo de conocerla mejor.
El desconocía que su primer acto rebeldía de verdad fue ir en contra de los deseos que sus padres tenían para ella e incluso en ese momento no había sido del todo honesta. No era difícil entender que ella necesitaba descubrirse. Entonces llegó a la conclusión que así se diera cuenta al final de que no era él lo que realmente quería, tenía que mantenerla alejada.
Se había resistido a ella y había mantenido las distancias hasta la noche de la boda de su hermana. Como un idiota había bebido demasiado, pero ni siquiera podía echarle la culpa a la bebida porque cuando tomó a Bianca estaba consciente de lo que hacía.
Las imágenes de aquel encuentro quedarían por siempre grabadas en su memoria. Bianca se había entregado a él sin reservas y solo había hecho que su necesidad por ella aumentara. Estuvo a punto de retenerla a su lado después de eso, pero no lo hizo y luego la trató peor de lo que había hecho antes, en un estúpido intento de que mantuviera sus distancias. No había calculado que ella terminaría marchándose, aunque después de meditarlo pensó que tal vez eso era lo mejor.
En algún momento entre sus recuerdos se quedó dormido con la imagen de la sonrisa de Bianca en su mente. La iba a extrañar más de lo que había creído.
A la mañana siguiente se despertó temprano, cogió su motocicleta y condujo sin rumbo fijo por las siguientes dos horas. Se detuvo en una gasolinera en un pueblo al que nunca había ido. Aprovechó para desayunar algo y luego continuó conduciendo sin rumbo. En un momento tomó una carretera aledaña y se sumergió en un bosque. Llegó hasta el final del camino y apagó su motocicleta.
Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en su vehículo y miró a la nada. Dejó que sus pensamientos lo arrastraran hacia Bianca, era el único lugar en el que se permitiría verla de nuevo.
Al parecer no se alejó demasiado porque su celular tenía cobertura y empezó a sonar. En el identificador vio el nombre de su hermano.
—¿Qué pasó? —preguntó en cuanto contestó.
—¿Dónde estás?
—No lo sé, en un lugar con muchos árboles —trató de bromear.
—¿Está todo bien? —preguntó su hermano, a veces le resultaba incómodo el vínculo que compartían.
—Mejor que nunca.
Leonardo soltó un suspiro frustrado. Sabía lo que él estaba pensando.
—Cuídate ¿okey?
—No tienes que preocuparte. —Dio por terminada la llamada sin decir nada más y tampoco esperó a que su hermano siguiera regañando.
Pasó sentado en el mismo lugar por mucho tiempo y, cuando vio que sin importar cuanto lo intentará no podría sacar a Bianca de su mente, cogió su moto y condujo de regreso. A medio camino de regreso leyó un letrero que había pasado por alto de ida.
Viró en sentido a donde apuntaba la flecha del letrero y llegó hasta un lugar lleno de personas.
No recordaba cuando había sido la última vez que había escalado. Sería la actividad perfecta para distraer su mente.
Después de dejar su moto se acercó a pedir que le alistaran el equipo.
Mientras subía el muro de piedra se concentró en cada uno de sus movimientos. Sus músculos ardían por el esfuerzo y sentía como comenzaba a sudar. Al terminar esperaba sentirse más convencido de las decisiones que había tomado. No podía echarse para atrás en ese punto.
Escaló repetidas veces hasta que se sintió tan cansado que sus músculos clamaban por un descanso.
—Creo que es hora de que te detengas —dijo Leonardo cuando estaba a punto de subir una vez más.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? —preguntó girándose a mirar a su hermano.
—El GPS de tu celular.
—Maldita la hora en que me convenciste de mantener mi ubicación compartida contigo.
—Es de ayuda cuando tu hermano se pierde por casi todo el día.
—No me di cuenta de la hora.
—¿Comiste si quiera?
—Sí, por la mañana.
—¿Me estás jodiendo? Es cerca de las cinco de la tarde.
—No pregunté por la hora, pero gracias por decírmelo.
—Vamos —dijo su hermano y por su tono de voz sabía que se lo iba a llevar a rastras de ser necesario.
—Iré a entregar el equipo.
—Está bien, subiré tu moto a la camioneta mientras tanto.
Después de dejar todo el equipo para escalar caminó hasta la camioneta de su hermano y subió al asiento del pasajero.
—¿Me piensas decir que es lo que tienes en mente? —preguntó Leonardo mientras salían del lugar—. Vamos, Valentino ¿por qué te esforzaste tanto en lograr que se marchara? —insistió cuando él no respondió.
—No la quiero cerca de mí —mintió. No se sentía preparado para compartir lo que sentía con nadie, ni siquiera con su gemelo—. Lo mejor es que se haya ido.
Leonardo lo miró por un instante y sacudió la cabeza.
—¿Siquiera sabes que va ser de ella ahora que no tiene este trabajo? —Sabía lo que trataba de hacer su hermano. Lo quería provocar para que se preocupara por Bianca y fuera a pedirle que volviera. No iba a funcionar porque estaba al tanto de muchas cosas más de las que pensaba su hermano.
—La empresa de Matteo es un buen lugar para trabajar —manifestó.
Su gemelo no se molestó en aparentar culpabilidad por su pequeño truco.
—Ella es demasiado inocente, se la comerán viva en un ambiente así de grande.
—Sobrevivirá —musitó. Tenía fe en eso.
—Espero que tengas razón —dijo Leonardo.
Bianca era capaz de tantas cosas, solo que aún no lo sabía. Sabía que ella lo lograría y esperaba que algún día en el futuro se pudieran sentar a hablar y que ella entendiera sus razones. No tenía tantas esperanzas de que lo siguiera amando, pero quizás pudieran ser amigos. Mientras ese día llegaba, el trataría de poner en orden sus sentimientos porque, aunque no sabía con certeza si amaba a Bianca, estaba seguro que ella era muy importante en su vida.
Bianca sonrió mientras cargaba a la hija de Ava en sus brazos. Pensó en cómo habría sido su vida de haber tenido hermanos. Seguro no hubiera sido tan solitaria.Balanceó a Laila de un lado a otro mientras esta comenzaba a cerrar su ojitos. Su mamá acaba de alimentarla y Bianca se había ofrecido a cargarla después de eso.—Es hermosa —comentó mirando a la mamá de la pequeña.Ava y Alessandro habían organizado una reunión en su casa para la noche. Al principio se había negado a ir para no encontrarse con Valentino. Había estado evitando encontrarse con él lo mejor que había podido y hasta ese momento lo había logrado con éxito. Solo aceptó después de que Ava le había asegurado que él no vendría. Se sentía un poco culpable por él porque era un hecho que era debido a ella que
Bianca no podía recordar el momento en que el taxi llegó a su destino ni cuando se bajó de él. De alguna manera despertó de su letargo recién cuando Greta le abrió la puerta.Su capacidad para pensar con claridad había desparecido en el mismo instante en qué había visto a Valentino y su acompañante. Se sentía un desastre, algo que le sucedía a menudo cuando se trataba de Valentino.—Mi niña, que bueno que ya regresaste —dijo Greta con una sonrisa que desapareció tan pronto como se dio cuenta de su humor. Esperaba alguna vez ser capaz de ser mejor ocultando sus sentimientos—. ¿Todo bien? —preguntó preocupada.—No —respondió. Eso fue lo único que se las arregló para decir antes de que las lágrimas escaparan de sus ojos en torrentes. —Vamos adentro —dijo
—Eso estaba delicioso —musitó Leonardo colocando sus cubiertos sobre su plato vacío. Él tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro.Estaban en un restaurante al que Bianca nunca había ido, no es como si hubiera comido fuera de casa con mucha frecuencia. Era un lugar sencillo y le gustó desde que llegaron.—¿Ya me piensas contar cuales son las buenas noticias? —insistió otra vez.Desde que se habían sentado no había dejado de hacer la misma pregunta cada cierto tiempo y hasta el momento no había obtenido una respuesta de verdad.—¿Por qué el apuro? —preguntó él.Se preguntó que la había llevado a creer que esta vez Leonardo le diría lo que estaba pasando. Cuanto más tiempo lo conocía más se daba cuenta de que a él disfrutaba manteniendo en suspenso al
Bianca le entregó sus copias a Vanessa. Ella era una de sus compañeras de trabajo y su amiga. Vanessa era alguien carismática y se llevaba bien con los demás. Desde el primer momento le gusto como era ella, tendía a ser franca y manejaba las situaciones más difíciles sin siquiera pestañear. —Gracias, Bianca. —De nada. —Por cierto ¿tienes planes para esta noche? —preguntó Vanessa antes de que ella se alejara de su mesa. —No, ¿por qué? —Hoy saldremos con los chicos a tomar algo. ¿No quieres venir con nosotros? —No estoy segura. —Anímate, llevas un mes con nosotros hay que celebrar eso. Además mañana es sábado, no trabajamos. —Está bien —respondió por fin con una sonrisa. —Genial, nos reuniremos a la salida. Asintió y continuó con su trabajo. La tarde se pasó rápido y a las seis de la tarde estaba parada frente al cubículo de Vanessa. Ella terminó de revisar unos documentos y luego apagó su computad
El sonido de la copiadora le iba a provocar un dolor de cabeza y eso era decir poco. No se trataba del ruido en sí, sino de la cantidad de veces que lo había tenido que escuchar tan solo en ese día. Su habitual buen humor comenzaba a sufrir una transformación, pero por el momento lo estaba manejando muy bien. A Bianca le gustaba su trabajo, seguro que sí; pero en días como esos quería que el día acabara pronto.Una reunión estaba programada para el día siguiente y a alguien se le había ocurrido la magnífica idea de que era buen momento para hacer mantenimiento a los sistemas. Como consecuencia la mayoría tenía problemas con acceder a la mayoría de sus documentos de manera virtual, así que estaban trabajando a la antigua, con documentos en físico. Allí es donde entraba ella, debía de encargarse de que todos tuvieran el documento que necesitaban c
El vestido verde seguía quedándole igual de perfecto que el día anterior. Bianca se miró de todos los ángulos frente al espejo que ocupaba una de las paredes del baño sin encontrar un desperfecto. Entonces no debería de haber alguna razón para sentirse tan insegura; sin embargo, sentía que algo estaba mal.La idea de cancelar la cita había pasado por su cabeza más de una vez durante el transcurso del día. Incluso cuando le envió su dirección a Paolo en la mañana estuvo a punto de decirle que se le había presentado una emergencia.—Deja de pensarlo demasiado —dijo Vanessa mirándola desde la puerta.Ella se había ofrecido a ayudarla a arreglarse, algo que agradecía porque no habría sabido que hacer sin su ayuda.—Nunca he salido en una cita. —Pensó que eso habría significado una dif
No debía de estar allí. Observando como si de un acosador se tratara.Valentino se lo había repetido tantas veces, pero aun así ahí estaba.Bianca podía salir con quién quisiera y él no tenía derecho a interferir. Podía no gustarle la idea, pero debía de haberse contenido mejor. Sin embargo, en cuánto había escuchado que ella tenía una cita había perdido el control sobre sus acciones.Apenas llegó la tarde cogió las llaves del auto de su hermano y salió de casa. Se mintió diciendo que no iba a buscarla, pero cuando estuvo en la zona donde sabía que ella y su acompañante irían, la mentira ya no tuvo cabida. Tal vez debió darse cuenta de ello en cuanto cogió el auto y no su moto.Se quedó dentro del auto esperando que ellos pasaran por donde estaba. No tenía demasiadas esperanzas, había otras calles que ellos podían elegir. Sería aún más difícil reconocerlos si iban en alguno de los autos que pasaban de tanto en tanto.Si no la hubiera visto, s
Estaba furiosa.No.Esa palabra para nada describía como se sentía.—¡¿Cómo se le ocurre aparecerse así?! —gritó Bianca encerrándose en su habitación.Era bueno que viviera sola. No quería tener que dar explicaciones a nadie de sus gritos.Se quitó los zapatos y los arrojó a un rincón. No estaba de humor para acomodarlos como debía. Se arrojó a la cama y empezó a despotricar contra Valentino. Algunas palabras de las que nunca había usado salieron de su boca.La noche había estado marchando sin ningún problema hasta que él había aparecido. A Bianca no le molestaba tanto que la hubiera sacado de su cita, ni tampoco que hubiera mentido para lograrlo. No eso podía pasarlo por alto. Lo que le irritaba es que la hubiera tratado como una niña que no sabía lo que estaba hac