Bianca no se permitió pensar demasiado en su partida en lo que resto de la semana, si lo hacía iba a terminar llorando en algún rincón. Se mantuvo concentrada en hacer su trabajo y enseñarle todo lo que pudo a las nuevas secretarias. Ambas eran muy buenas y aprendieron con rapidez.
Su último día de trabajo se sintió de lo peor, apenas y se levantó para ir a trabajar y durante todo el día se mantuvo más callada de lo normal. Leonardo trató de hacerla reír más de una vez sin mucho éxito. Él no dejó de mirarla preocupado, pero se mantuvo al margen.
Cuando el final del día llegó casi se sintió aliviada, por fin podría marcharse a casa para lamerse sus heridas en privado. Su intención era salir de allí sin que nadie se diera cuenta, pero fue llevada con engaños por Leonardo hasta donde habían instalado los nuevos puestos de trabajo.
—¡Sorpresa! —se escuchó gritar en cuanto prendieron las luces.
Todos sus colegas, los nuevos y los antiguos, estaban allí. Bianca los miró sin saber cómo reaccionar, tenían sonrisas y aplaudían. Uno a uno todos se fueron acercando a abrazarla. Una fiesta era lo que menos quería, pero no quería ser grosera con nadie así que les siguió la corriente. Recibió los buenos deseos de un futuro mejor y agradeció con una sonrisa.
—Ahora el jefe dirá unas palabras —dijo Alonzo, uno de los trabajadores.
Leonardo se paró en medio de las personas antes de hablar.
—Bianca, fuiste una estupenda trabajadora, pero sobre todo una gran amiga. Te vamos a extrañar —dijo Leonardo—. Todos aquí te quieren y lamentamos que te tengas que ir.
Las demás personas asintieron de acuerdo y aplaudieron nuevamente.
—Gracias por eso —le dijo a Leonardo cuando se regresó a su lado.
—Bianca, es tu turno de hablar —manifestó Alonzo.
Todas las miradas se posaron ella y como siempre su rostro comenzó a calentarse.
—Yo quiero agradecerles por este detalle, son como una familia para mí y seguro que los voy a extrañar.
—¡Entonces no te vayas! —gritó uno de los muchachos y todos rompieron a reír.
—Bueno, bueno. Todos disfruten de la comida y la bebida —Las personas se dispersaron en por todo el lugar.
Bianca miró la habitación en busca de Valentino, no estaba muy segura si lo quería era verlo o no.
—No está aquí —comentó Leonardo.
Trató de fingir que no le importaba, pero no debió salir demasiado bien porque el gemelo tenía una mirada de preocupación en su rostro.
Caminó hasta la mesa de bebidas y bocadillos. Todos disfrutaban de la fiesta y era lo mínimo que ella debía hacer.
Tomó un trago de la mesa y se lo llevó a la boca. Solo lo tomó para tener un poco de valor y olvidar su timidez.
>>No creo que sea buena idea —mencionó Leonardo.
Agarró otra bebida y se la alcanzó a él.
—Tranquilízate será la única que beberé.
—Pero puedo apostar que es la primera vez que lo haces y seguro que se te subirá a la cabeza rápido.
—Bueno, ya veremos —dijo encogiéndose de hombros.
Bianca comenzó a sentirse relajada y por primera vez dejó a un lado su timidez y se involucró con todos los asistentes. No podía decirse que fue muy conversadora, pero escuchó las anécdotas y rio con los chistes.
La celebración duró por alrededor de una hora antes que las personas comenzaran a despedirse. Si alguien creyó raro la ausencia de Valentino en la fiesta, no lo mencionó.
—Vamos, hermosa. Te acompañaré a casa —dijo Leonardo.
—Está bien —dijo ella sonriéndole. Los dos se despidieron de los pocos que quedaban y caminaron hacia la salida.
—La llevaré yo —anunció Valentino apareciendo junto a ellos cuando estaban en la puerta.
Bianca lo admiró en silencio por unos segundos, no sabía cuándo sería la próxima vez que lo vería. Sus cabellos negros, su piel bronceada, sus ojos de un verde oscuro, la mandíbula fuerte y cincelada. Era imposible no apreciar su atractivo y sabía con certeza que no era la única mujer interesada en él.
—No creo que sea lo mejor hermano —intercedió Leonardo—. No te preocupes, me aseguraré de que llegué a salvo.
Valentino miró de Leonardo a Bianca y luego de regresó y asintió aunque no parecía muy contento.
—Fue un gusto conocerte. —Se acercó a él y poniéndose de puntillas depositó un beso en su mejilla y luego se alejó—. Espero el mundo no nos vuelva a poner en el camino del otro.
Se dio la vuelta y caminó lejos de él. Cada paso que ponía entre ellos se sentía como kilómetros de distancia y fue difícil no mirar hacia atrás. Aun lo amaba y seguro sería así por un tiempo o tal vez por toda la vida. Había pasado tantos años amándolo que ahora no tenía ni la remota idea de cómo no hacerlo. Pero él era parte un capítulo en su vida al que tenía que ponerle fin. Ya no esperaría más porque el correspondiera sus sentimientos.
Leonardo la alcanzó apenas unos segundos después y se puso a caminar a su lado.
—Él no es malo ¿lo sabes verdad? —preguntó él. Los dos tenían la mirada hacia adelante.
Bianca se sintió incapaz de responderle. En el pasado hubiera estado de acuerdo con él de inmediato, pero ahora ya no sabía que pensar. El Valentino que había conocido cuando era joven no era el mismo del que se despidió esa noche. Entendía que con el tiempo las personas cambiaban, pero eso no justificaba ninguna de las actitudes de él hacia ella.
Leonardo la acompañó hasta su casa y luego de asegurarse de que ella estuviera a salvo se marchó.
Estaba cambiándose de ropa cuando el teléfono sonó. Al ver el identificador estuvo a punto de apagar su celular, pero sabía que eso no tendría buenas consecuencias.
—Hola, hija. ¿Cómo va todo? —saludó su madre en cuanto contestó.
Al recibir su llamada supo que ellos ya estaban enterados de su renuncia. Era tal vez por eso que su madre sonaba contenta, ella estaba esperando que se decidiera de una vez por alguna profesión y si era algo con negocios sus padres estarían más que felices.
Ellos rara vez la llamaban, era más usual que ella los llamara. No eran malos padres simplemente nunca habían sido tan cercanos. Bianca había sido una hija sorpresa para un par de padres que no deseaban tener hijos. Ninguno de los dos consideraba el aborto una opción, así que no tuvieron más opción que tenerla. Nunca le habían hecho faltar nada, ni tampoco la habían maltratado; pero jamás fueron padres al cien por ciento. Más de una vez ellos no habían sabido cómo actuar con ella. La única vez que parecían realmente preocupados por ella era cuando actuaba más como una persona del doble de su edad que como una joven. Suponía que tal vez era porque eso les hacía más difícil el trabajo de la crianza.
Como nunca tuvo problemas en el estudio la mayoría de veces la habían motivado a divertirse un poco más, pero solo porque una vez entrara a la universidad tendría que centrarse en eso. Lo que ellos no habían esperado es que su única hija y sobre todo un prodigio, rechazará ir a la universidad.
—Hola, mamá. Todo bien.
—Me enteré que renunciaste a tu trabajo. ¿Por qué no me contaste nada al respecto?
—Fue repentino.
—¿Entonces ya te decidiste por estudiar? —pregunto ella esperanzada.
—De hecho no, ya conseguí otro trabajo en un lugar mejor.
—Bianca… —Adivinaba lo que se venía. Su madre comenzaría el típico sermón sobre tomar decisiones importantes y que el tiempo estaba corriendo. Había escuchado tantas otras veces el mismo discurso y en ese preciso instante no tenía ganas de hacerlo.
—Es una empresa muy reconocida. Pertenece al esposo de Lia, será una buena experiencia en el futuro.
Su madre estaba al tanto de quién era el esposo de su amiga y admiraba al hombre. Era por eso que se lo mencionaba. Casi podía escuchar los engranajes en la cabeza de su madre trabajando.
—¡Eso es perfecto! Tomaste una sabia decisión. Las empresas de los hermanos De Luca son reconocidas a nivel internacional. Solo procura no quedarte allí de por vida, el estudio es tan importante como lo es la experiencia.
—Lo sé, mamá. ¿Cómo está papá? —preguntó cambiando de tema. Años de práctica le había enseñado a esquivar las discusiones con su mamá, no era fácil ganarle y Bianca no era de las personas que le gustara discutir.
—Él está bien y lo estará aun más cuando le cuente para quien trabajarás.
—Salúdalo de mi parte.
—Está bien.
—Ahora que trabajarás en otro lugar, seguro que no quieres que te paguemos el departamento del que hablamos.
Sus padres tenían suficiente dinero para pagar sus gastos. No eran ricos, pero seguro que no estaban lejos de serlo. Sin embargo, ella se negaba a recibir su apoyo porque sentía que vendría con alguna condición.
—No gracias, estoy bien. —Ella parecía dispuesta a insistir pero Bianca la cortó—. Mamá, me tengo que ir.
—Claro, hija. Cuídate.
Terminó la llamada, caminó hasta su habitación y se buscó una ropa más cómoda. Tenía un plan para lo que restaba de la noche.
Caminó hasta su pequeña cocina y sacó de la refrigeradora su helado de reserva y se sirvió una gran cantidad en un bol. En otro recipiente acomodó una variedad de comida chatarra.
Llevó todo hasta su habitación y lo dejó sobre su buró. Después buscó en su bolso todas las películas que había conseguido para la noche. Cada una de ellas era de romance. Necesitaba liberar la tristeza que la venía agobiando y que mejor manera que a través de un maratón de películas tristes. Así podía echarle la culpa de sus lágrimas a lo que estaba viendo y no se sentiría tan estúpida por llorar.
Cerca de las dos de la mañana había visto tres películas, llorado a mares, comido tanto helado que su estómago se sentía a reventar y maldecido a los protagonistas masculinos. La extraña combinación la ayudó a sentirse mejor.
Se sentía tan tentada a continuar con su propia terapia de duelo, pero el cansancio pudo más. Ni siquiera se dio el trabajo de devolver las cosas a su lugar antes de acostarse a dormir.
Al día siguiente se despertó temprano porque se había comprometido con Greta a ayudarla a arreglar su jardín. Nada mejor que mantenerse ocupada para evitar pensar.
Tomó una larga y refrescante ducha, arregló todo el desastre que había hecho y preparó su desayuno. Después bajo al primer piso y tocó la puerta de la dueña de casa. Ella le recibió con una dulce sonrisa y la llevó hasta el patio trasero.
Las dos se pusieron a trabajar sin descanso, Greta había encendido música y estaban escuchando una variedad de músicas, algunas de ellas que a Bianca le resultaron vagamente familiares.
Con el sonido de fondo las dos comenzaron a conversar de temas al azar. Greta tenía muchas anécdotas que contar y a ella le gustaba escucharla.
—Descansemos un rato —dijo Greta algunas horas después.
—Está bien.
—Preparé limonada antes de que llegarás, ayúdame con los vasos.
Bianca se puso de pie y siguió a Greta dentro de la casa.
Las dos entraron a la casa. Ella aprovechó para lavarse las manos y en seguida sacó un par de vasos. Greta también se había lavado las manos y estaba sacando una jarra de limonada de la refrigeradora. Con las cosas en mano ambas regresaron atrás y se sentaron en las gradas del porche.
—Está quedando muy bien —musitó Greta mientras le servía su bebida.
—Sí, tienes unas flores muy hermosas.
Tomó su bebida de golpe, estaba demasiado sedienta por el trabajo bajo el sol.
—Y tu una mano increíble.
—Me inscribí en un curso de jardinería cuando tenía catorce años.
—Eres alguien muy peculiar. La mayoría de chicas a esa edad tienen otros intereses.
—Me lo dicen muy seguido —bromeó.
—Pero seguro que no siempre es como un halago. A veces no es fácil ser diferente.
—Seguro que no.
Greta colocó una mano sobre la suya y la apretó. Ese gesto fue mejor que si le hubiera dicho algo.
—¿Ya estás cansada? —preguntó después de un rato en silencio.
—Para nada.
—Bueno, estoy segura que puedo confiarte mis flores. Encárgate de ello, niña. Yo prepararé el almuerzo.
Valentino miró desde las sombras a Bianca mientras subía a su habitación. Tenía las mejillas sonrojadas y parecía agotada. Lucía igual de linda que siempre. Era imposible controlar sus sentimientos por ella. Pero necesitaba dejarla ir, ella era demasiado joven. No era solo su edad, sino también lo limitada que había sido su vida. Valentino estaba más al tanto de su vida de lo que ella creía. Era difícil no escuchar los comentarios de sus padres. Aunque debía aceptar que él había buscado su propia cuota de información. Recordó cuando la conoció por primera vez. Ella poco más que una niña por aquel entonces. Era tan tierna y dulce, pero solitaria. Nunca la vio con amigos. Con el tiempo descubrió como eran sus padres. Bianca había tenido que madurar más rápido de lo debido. No dudaba de que ella lo quería, pero quería que ella conociera y experimentara otras cosas. Había visto el potencial que tenía, los chicos del trabajo la querían y ella había sufrido cambios en apenas unos cuantos
Bianca sonrió mientras cargaba a la hija de Ava en sus brazos. Pensó en cómo habría sido su vida de haber tenido hermanos. Seguro no hubiera sido tan solitaria.Balanceó a Laila de un lado a otro mientras esta comenzaba a cerrar su ojitos. Su mamá acaba de alimentarla y Bianca se había ofrecido a cargarla después de eso.—Es hermosa —comentó mirando a la mamá de la pequeña.Ava y Alessandro habían organizado una reunión en su casa para la noche. Al principio se había negado a ir para no encontrarse con Valentino. Había estado evitando encontrarse con él lo mejor que había podido y hasta ese momento lo había logrado con éxito. Solo aceptó después de que Ava le había asegurado que él no vendría. Se sentía un poco culpable por él porque era un hecho que era debido a ella que
Bianca no podía recordar el momento en que el taxi llegó a su destino ni cuando se bajó de él. De alguna manera despertó de su letargo recién cuando Greta le abrió la puerta.Su capacidad para pensar con claridad había desparecido en el mismo instante en qué había visto a Valentino y su acompañante. Se sentía un desastre, algo que le sucedía a menudo cuando se trataba de Valentino.—Mi niña, que bueno que ya regresaste —dijo Greta con una sonrisa que desapareció tan pronto como se dio cuenta de su humor. Esperaba alguna vez ser capaz de ser mejor ocultando sus sentimientos—. ¿Todo bien? —preguntó preocupada.—No —respondió. Eso fue lo único que se las arregló para decir antes de que las lágrimas escaparan de sus ojos en torrentes. —Vamos adentro —dijo
—Eso estaba delicioso —musitó Leonardo colocando sus cubiertos sobre su plato vacío. Él tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro.Estaban en un restaurante al que Bianca nunca había ido, no es como si hubiera comido fuera de casa con mucha frecuencia. Era un lugar sencillo y le gustó desde que llegaron.—¿Ya me piensas contar cuales son las buenas noticias? —insistió otra vez.Desde que se habían sentado no había dejado de hacer la misma pregunta cada cierto tiempo y hasta el momento no había obtenido una respuesta de verdad.—¿Por qué el apuro? —preguntó él.Se preguntó que la había llevado a creer que esta vez Leonardo le diría lo que estaba pasando. Cuanto más tiempo lo conocía más se daba cuenta de que a él disfrutaba manteniendo en suspenso al
Bianca le entregó sus copias a Vanessa. Ella era una de sus compañeras de trabajo y su amiga. Vanessa era alguien carismática y se llevaba bien con los demás. Desde el primer momento le gusto como era ella, tendía a ser franca y manejaba las situaciones más difíciles sin siquiera pestañear. —Gracias, Bianca. —De nada. —Por cierto ¿tienes planes para esta noche? —preguntó Vanessa antes de que ella se alejara de su mesa. —No, ¿por qué? —Hoy saldremos con los chicos a tomar algo. ¿No quieres venir con nosotros? —No estoy segura. —Anímate, llevas un mes con nosotros hay que celebrar eso. Además mañana es sábado, no trabajamos. —Está bien —respondió por fin con una sonrisa. —Genial, nos reuniremos a la salida. Asintió y continuó con su trabajo. La tarde se pasó rápido y a las seis de la tarde estaba parada frente al cubículo de Vanessa. Ella terminó de revisar unos documentos y luego apagó su computad
El sonido de la copiadora le iba a provocar un dolor de cabeza y eso era decir poco. No se trataba del ruido en sí, sino de la cantidad de veces que lo había tenido que escuchar tan solo en ese día. Su habitual buen humor comenzaba a sufrir una transformación, pero por el momento lo estaba manejando muy bien. A Bianca le gustaba su trabajo, seguro que sí; pero en días como esos quería que el día acabara pronto.Una reunión estaba programada para el día siguiente y a alguien se le había ocurrido la magnífica idea de que era buen momento para hacer mantenimiento a los sistemas. Como consecuencia la mayoría tenía problemas con acceder a la mayoría de sus documentos de manera virtual, así que estaban trabajando a la antigua, con documentos en físico. Allí es donde entraba ella, debía de encargarse de que todos tuvieran el documento que necesitaban c
El vestido verde seguía quedándole igual de perfecto que el día anterior. Bianca se miró de todos los ángulos frente al espejo que ocupaba una de las paredes del baño sin encontrar un desperfecto. Entonces no debería de haber alguna razón para sentirse tan insegura; sin embargo, sentía que algo estaba mal.La idea de cancelar la cita había pasado por su cabeza más de una vez durante el transcurso del día. Incluso cuando le envió su dirección a Paolo en la mañana estuvo a punto de decirle que se le había presentado una emergencia.—Deja de pensarlo demasiado —dijo Vanessa mirándola desde la puerta.Ella se había ofrecido a ayudarla a arreglarse, algo que agradecía porque no habría sabido que hacer sin su ayuda.—Nunca he salido en una cita. —Pensó que eso habría significado una dif
No debía de estar allí. Observando como si de un acosador se tratara.Valentino se lo había repetido tantas veces, pero aun así ahí estaba.Bianca podía salir con quién quisiera y él no tenía derecho a interferir. Podía no gustarle la idea, pero debía de haberse contenido mejor. Sin embargo, en cuánto había escuchado que ella tenía una cita había perdido el control sobre sus acciones.Apenas llegó la tarde cogió las llaves del auto de su hermano y salió de casa. Se mintió diciendo que no iba a buscarla, pero cuando estuvo en la zona donde sabía que ella y su acompañante irían, la mentira ya no tuvo cabida. Tal vez debió darse cuenta de ello en cuanto cogió el auto y no su moto.Se quedó dentro del auto esperando que ellos pasaran por donde estaba. No tenía demasiadas esperanzas, había otras calles que ellos podían elegir. Sería aún más difícil reconocerlos si iban en alguno de los autos que pasaban de tanto en tanto.Si no la hubiera visto, s