Ricardo le había ordenado a Julio darle un teléfono móvil a Cat, no podía pedirle el suyo, en cualquier momento podía vencerle la necesidad de saber quién era e investigar a través de su número y no quería ningún cabo suelto.«En media hora quiero a mi gatita en el cuarto rojo»Mandó el mensaje y terminó de vestirse. Tras llegar del trabajo lo primero que hizo, fue darse una ducha y empezar a prepararse para ver a la chica, no había pensado en otra cosa que volver a verla desde que el día anterior se marchó de allí.— ¿Vas a salir otra vez?— preguntó María apoyada en el marco de la puerta observándolo. Era muy consciente de la salida semanal que su esposo hacía y en la que siempre llegaba un poco más tarde del amanecer, por eso cuando el día anterior llegó poco después de la cena supo que algo no era como siempre, no lo había sido desde la semana anterior, que llegó bastante más pronto de lo que acostumbraba.Algo le dio la esperanza de que la puta que tenía como amante y él, hubieran
Se levantó para estar de pie frente a ella y le puso la diadema con orejas en el cabello, unas grandes orejas de gato con pelo blanco y luego le hizo una señal con el dedo para que se volteara.— En cuatro, gatita.—Exigió recuperando su actitud dominante.— Sabes, jamás le di un collar a nadie, jamás me interesó hacer con otra lo que estoy haciendo contigo — explicó mientras admiraba ese hermoso trasero el cual no tardó en tocar y amasar para luego deslizar los dedos hasta su cadera quitándole el biquini.— Una hermosa gatita tiene que tener una hermosa cola...— azotó con fuerza su nalga derecha viendo como tomaba un excitante tono carmesí y luego la izquierda — Estaba duro, ya estaba jodidamente duro y acababan de empezar — Ábrete las nalgas para mí— exigió dando un paso atrás para observar bien como lo hacía.Josefina seguía sin reconocerse, porque no solo era la voz de ese hombre la que la excitaba, también la expectativa de ser tratada como una mascota.Calló ante su petición de no
Ricardo podía ver las lágrimas resbalar por sus mejillas a través de la máscara y se inclinó agarrándole el cabello y haciéndole echar la cabeza para atrás.— Eres una buena gatita…Murmuró lamiendo una de sus lágrimas sin dejar de empujarse lento, profundo en su interior, hasta estar completamente envuelto por el calor de su esfínter que parecía someterlo del mismo modo, apretado, tan apretado que le parecía imposible aguantar.Le soltó el cabello y acarició sus nalgas enrojecidas por los azotes como si pretendiera curarla con una simple caricia.— Maúlla Cat… hazlo…Exigió moviéndose hacia atrás y volviéndose a hundir en su interior, lento, pero firme, asegurándose de no herirla más, ya había sido suficiente por el momento, ahora solo quería disfrutar de ella, de lo que podía darle y a la vez recibir, de esa entrega que tenía por naturaleza él se ocuparía de seguir entrenando.Llevó el duro mango del pequeño látigo que había usado entre las piernas de la chica, presionando su clítor
Antes de que amaneciera Ricardo ya se había levantado, observó la espalda perfecta de Cat y como su largo cabello caía por algunos lados, desordenado. Sonrió al ver que en su trasero apenas quedaban unas pocas marcas que le recordarían su paso, pero no incomodarían su día, que no se acostumbrara demasiado, porque le gustaba saber que esa mujer no podía olvidar sus encuentros, aunque fuera porque el dolor al sentarse no la dejaba, lo que le pasaba con ella era inexplicable¿Por qué solo con ella? ¿Qué había de diferente con las otras chicas?Se inclinó a tomar un mechón entre sus dedos y a olerlo, ese aroma le encantaba, pero era todavía más delicioso al estar mezclado con el suyo y con el característico olor a sexo que cubría levemente a ambos.Esa mujer lo enloquecía y, sin duda, iba a ser el escape perfecto en su vida de mierda, el oasis en el desierto emocional en el que vivía, pero debía mantener el secreto, porque más que una forma de protegerse a sí mismo, en ese instante, era un
Julio todavía recordaba las incontables palizas que recibía cuando de niño no llegaba con el dinero estipulado, y es que la gente no siempre recibía bien que un crío quisiera limpiarle el parabrisas o venderle un paquete de pañuelos. Las personas no podían imaginar todo lo que había tras esos niños de la calle a quienes la gran mayoría consideraban unos ladronzuelos y es que cada uno sobrevivía como podía o como le dejaban y él en más de una ocasión hubiera preferido que le quitaran la vida de una vez y lo sacaran de ese infierno.Lo peor no eran las palizas, lo peor venía después, cuando aquellos que supuestamente debían cuidarlos mancillaban sus cuerpos o los vendían por horas a otros desgraciados, que como ellos, disfrutaban de joderles la vida a críos que habían tenido la desgracia de estar desprotegidos por el mundo, de molestar más que importar a nadie, de ser ser solo carne para desalmados.Él no recordaba otra cosa antes de eso, ni una madre, ni un padre, los únicos hermanos e
La primera vez que Julio salió del Ganimedes, no se imaginaba lo pronto que volvería a ese lugar, sobre todo por lo espantado y alterado que estuvo mientras permaneció allí, con Alfonso tan cerca, con Alfonso tan tentador, mostrándole sus jodidos fantasmas que no habían dejado de molestar desde que lo conoció.Aquella noche había mucha más gente que la anterior, poco imaginaba que aquello era precisamente porque Alfonso trabajaba y la otra vez estaba en su día libre.Se quedó en un segundo plano observando como hacía un cóctel mientras lo acompañaba de un baile sinuoso y sensual que le provocó demasiadas cosas, empezando por excitación, siguiendo por celos y terminando por ganas de sacarlo de ahí al instante.Aun así no era un salvaje, sabía controlarse y había algo de verlo así que le atrajo mucho, tal vez verlo desinhibido, siendo él, por eso se movió por la oscuridad del fondo, pero desde la que podía observarlo para conocerlo un poco mejor en su estado natural.Alfonso siempre dis
Julio estaba jodidamente caliente y necesitado de sentirlo y fue por eso por lo que se bebió de golpe varios de los chupitos que había en la barra y luego se apartó dejando que Alfonso terminara el dichoso show.— Te espero por aquíAseguró apartándose de él porque si no no podría controlarse contra todos los que pretendían tocarlo. ¿Cuándo se había vuelto tan posesivo y celoso?Cerró los ojos y empezó a bailar en la pista sin prestar atención a la gente que empezó a bailar a su alrededor y es que todavía ni siquiera se había puesto la camiseta y había varios que estaban intentando conseguir algo de él, sobre todo al darse cuenta de que Alfonso estaba interesado en ese hombre, era ese morbo de conseguir quitarle al chico inalcanzable lo que él quiere que sienten los perdedores para intentar sanar su ego.Alfonso no podía dejar de ver a Julio bailando y moviéndose al compás de la música, simplemente no podía concentrarse y eso no solo lo vio él, lo supo Mateo, su jefe, quien llegó hast
Julio lo vio allí, tan perfecto sobre su cama, nunca se había dado cuenta de lo vacía que estaba esa cama hasta que lo vio allí.— Hazlo... Enséñame todo lo que debo saber.Cedió a su agarre y se dejó caer sobre su cuerpo, tenerlo piel con piel, era la sensación más deliciosa que sintió jamás, no era como las pocas mujeres con las que había estado a las que tenía miedo de aplastar con su peso, en ese momento solo se dejaba caer sobre él sin miedo, rozándose contra esa polla que estaba igual de dura que la suya.Mientras buscaba su boca para seguir besándolo sin parar una y otra vez, para saborear sus labios, su lengua, para magullarlo en cada beso que se tenían de sabor cobrizo y sangre.—Después de esto todo será distinto.Se dijo más para sí mismo que para él.Alfonso lo guiaba en cada paso diciéndole que era lo que le gustaba, lo mucho que le ponía que le dejara sentir esos dientes en su piel.—No tengas miedo de tocarme, Julio — gimió dándole acceso a su cuerpo, mientras abría más