29. Mi gatita.

Se levantó para estar de pie frente a ella y le puso la diadema con orejas en el cabello, unas grandes orejas de gato con pelo blanco y luego le hizo una señal con el dedo para que se volteara.

— En cuatro, gatita.—Exigió recuperando su actitud dominante.— Sabes, jamás le di un collar a nadie, jamás me interesó hacer con otra lo que estoy haciendo contigo — explicó mientras admiraba ese hermoso trasero el cual no tardó en tocar y amasar para luego deslizar los dedos hasta su cadera quitándole el biquini.— Una hermosa gatita tiene que tener una hermosa cola...— azotó con fuerza su nalga derecha viendo como tomaba un excitante tono carmesí y luego la izquierda — Estaba duro, ya estaba jodidamente duro y acababan de empezar — Ábrete las nalgas para mí— exigió dando un paso atrás para observar bien como lo hacía.

Josefina seguía sin reconocerse, porque no solo era la voz de ese hombre la que la excitaba, también la expectativa de ser tratada como una mascota.

Calló ante su petición de no
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