Hay ocasiones en que es posible ver el fuego abrasador de un alma, mucho se habla sobre ello, que los ojos son el espejo que refleja todo cuanto somos y sentimos en nuestro interior, y, en aquella muy particular situación, Isabella estaba mirando aquel fulgor ardiente y cargado de pasión que en los hermosos ojos de tormenta de Joseph Harrington se estaba reflejando.Se sentía perdida, como hechizada, y no quería estar en ningún otro sitio en esos momentos. Su corazón estaba latiendo de prisa, la sangre en sus venas parecía circular mucho más rápido de lo normal, aquello estaba pasando.Aquella mirada en sus ojos, apasionada, tan ardiente como brasas ardientes, la hizo guardar silencio de inmediato, su corazón se aceleró aún más, la temperatura de su cuerpo de nuevo se elevaba, frente a ella, sin camisa, y dejando ver todos los músculos de su torso desnudo, Joseph la miraba con la misma intensidad del fuego.El era un caballero, siempre lo había sido y siempre lo seria, pero en aquello
El mundo parecía repentinamente haberse vuelto mas brillante. Esa era la percepción que Isabella y Joseph experimentaban esta mañana. Joseph había llamado al hotel avisando que ni el ni Isabella Bianco se presentarían durante ese día; quería dedicarlo enteramente a su bella musa que le sonreía con ternura.Habían hecho el amor durante toda la noche y tambien, parte de esa mañana. Todo parecía mucho más iluminado, incluso su lúgubre, triste, y solitaria mansión, parecía haber sido besada por la luz de un cálido y nuevo amanecer. Las risas de Ferdinand inundaban aquel espacio que durante demasiados años había permanecido en el peor de los silencios.Los sirvientes que habían llegado a cumplir sus habituales obligaciones, se habían quedado perplejos al mirar a aquella mujer y a aquel niño pequeño que corría por todas partes haciendo demasiado ruido. No sabían que era lo que había pasado, pero aquella era la primera vez en demasiado tiempo, tanto que había parecido una eternidad, en que m
Esa mañana había amanecido soleada y hermosa, un clima perfecto para la ciudad perfecta y cada turista y persona en Palermo estaba disfrutando de tan hermoso día. Sin embargo, en medio de la radiante felicidad que se percibía en el ambiente, Charles Smith se sentía furioso, algo que comenzaba a pasarle demasiado a menudo desde que había llegado a la ciudad de los sueños.Se sentía como un gato fiero y enjaulado. Aquella mañana ni el dueño del hotel ni la bella recepcionista habían llegado, alguien más había ocupado el lugar de Isabella en su turno. Le resultaba mas que obvio que esos dos se encontraban juntos, seguramente amaneciendo de una noche placentera que tanta rabia e ira incontenible le provocaba el imaginar.¿Por qué un hombre tan adinerado e importante se había fijado en una mujer sencilla como lo era Isabella? Habiendo miles de hermosas modelos y mujeres mucho mas esbeltas y con clase, Joseph Harrington había volteado a ver a una sencilla limpiadora con manos ásperas y rost
El hermoso día había llegado a su final, y la noche había caído de nueva cuenta sobre Palermo. Joseph había ido a dejar a Isabella y a Ferdinand a su hogar, y el se sentía muy dichoso por todo lo que había acontecido en ese par de días.Isabella había aceptado ser su novia, y él estaba más allá de la dicha por ello, aunque no terminaba de gustarle que viviera junto a su pequeño en aquel lugar tan expuesto. Había hecho un par de llamadas después de dejarlos, aun no era tiempo de pedirle a su musa que viviera con él, sabía que ella no aceptaría, no todavía, era una mujer con sus prioridades claras y aun cuando si estaba pensando en llevarlos a su mansión y decirle que no era necesario que siguiera trabajando ella no iba a aceptar aquello y el respetaba su orgullo y su independencia.Un par de hombres se quedarían a vigilar, esto solo para evitar que ese hombre hablador y corriente que era el ex novio de Isabella, volviera para molestarla. Había mandado investigar al hombre y estaba a la
El cielo azul de ese día se mostraba nuevamente despejado. En el área de albercas, los turistas que se hallaban alojados en el elegante Hotel Stella Inc., estaban pasando un rato de lo mas agradable. Isabella atendía a los nuevos huéspedes con amabilidad, aquella mañana Joseph había pasado por ella temprano y todo parecía indicar que ese sería un día perfecto.Le había contado a Miriam sobre su nueva relación, aunque había omitido los detalles subidos de tono que ocurrieron en la alcoba privada de Joseph. Aquello se sentía como un sueño, era casi como la historia de la Cenicienta y ella era la protagonista de aquel precioso cuento que recién daba comienzo. Había quedado de almorzar con Joseph y Ferdinand y ya todos los empleados hablaban de rumores sobre una relación entre ellos, aunque ella había decidido ni confirmarlo ni desmentirlo.Charles miraba a Isabella con aquella boba sonrisa de soñadora enamorada adolescente, el tambien había escuchado que la mujer estaba saliendo con el d
El ambiente en aquella oficina se sentía tenso, tan denso y tan incomodo que podría cortarse como una rebanada de pastel. Joseph miraba a Charles con evidente desprecio, así como este lo miraba a el con un deje de burla a cambio. Ambos sabían porque era que estaban allí, aquella razón tenia nombre y era Isabella.—Señor Smith, debe de saber que estoy saliendo con la señora Bianco y que mis intenciones hacia ella son serias, se bien sobre el pasado de ustedes, y como le deje ya en claro en una ocasión, no lo deseo cerca de Isabella, ella es una dama, una buena mujer que merecer ser tratada con respeto, y de ninguna manera voy a tolerar que un bruto barbaján como lo es usted, vuelva a incomodarla o irrespetarla de algún modo, así que, le pido que se marche ahora mismo de mi hotel, de lo contrario, llamare a las autoridades para que lo saquen por la fuerza, en Stella Inc., nos reservamos el derecho de admisión — dijo Joseph con evidente molestia.Charles se burló. — Por supuesto, me iré
Esa hermosa mañana se sentía especial. El sol bañaba con su luz dorada los jardines de la mansión Harrington y Isabella miraba a su pequeño hijo juguetear en ellos con aquella felicidad única de la infancia. Joseph había ordenado que se les sirviera el desayuno en el jardín y aquel momento se antojaba como intimo y de ensueño.La noche había sido larga, lo que Charles había hecho fue tan bajo y mezquino que naturalmente no podía haber habido una buena intención detrás. Isabella se preguntaba una y otra vez las razones que tuviera el hombre para hacer lo que había hecho, después de todo, por supuesto que resultaba extraño que en todo ese tiempo el no se hubiere preocupado por ella o Ferdinand y lo hiciera en ese momento.Eran ya casi tres años los que Ferdinand tenia de vida, y en ningún momento Charles Smith tuvo la cortesía de preguntar por él, ni siquiera sabía que era un niño pues desde que la abandono y ella se fue, nunca se intereso en comunicarse para saber si ella necesitaba al
El sudor resbalaba de su frente mientras levantaba aquellas pesas y enfocaba su vista hacia la nada. Todos sus pensamientos iban dirigidos hacia el mismo asunto: Isabella y Ferdinand, quienes no habían regresado a su departamento la noche anterior y, además, el mismo se encontraba fuertemente custodiado por algunos hombres que seguramente habían sido enviados por Joseph Harrington.El tiempo seguía pasando veloz, tan veloz como un guepardo persiguiendo a su presa y el aun no lograba avance alguno con respecto a su hijo. Esa tarde hablaría con un abogado para forzar a las cosas a darse; no podía darse el lujo de perder demasiado tiempo antes de que su padre perdiera la cabeza. Él tenía acceso solo a una parte de esa cuantiosa herencia, sin embargo, en su proyecto de vida mas grande necesitaba mucho mas de lo que se le permitía obtener de aquello.Se había arrepentido enormemente de haber abandonado a Isabella, pues no solo era lo que ella y Ferdinand podrían asegurarle, la soledad mism