Las cosas parecían estar en aparente calma. Aquellos días habían sido soleados y felices, los cielos azules y tardes calurosas habían pasado con cierta tranquilidad a pesar de tener la amenaza de Charles Smith encima.Isabella atendía a los clientes como era ya lo habitual mientras Ferdinand se hallaba en la guardería jugando con los demás niños que resguardaban allí mientras sus padres estaban trabajando. Ya no era un secreto que ella y el amable señor Harrington estaban saliendo, y contrario a lo que había imaginado en un comienzo, todos parecían estar contentos con aquella noticia.Sin embargo, a pesar de que todo aparentemente marchaba de viento en popa, Isabella aún se sentía tremendamente intranquila por la incertidumbre de no conocer cual sería y cuando sería el siguiente paso de Andrea con respecto a Ferdinand; sabia que aquel hombre no se quedaría con los brazos cruzados y que aquella calma era algo meramente pasajero, debía de estar preparada para cuando el hombre comenzara
Los gemidos entrecortados y los suspiros exacerbados, se dejaban sentir en la oscuridad de aquella enorme habitación. Las sensaciones que despertaban a la mas dormida libido, le hacían experimentar a Isabella un momento único como eran todos los que pasaba al lado de su Joseph Harrington.Aquella noche no quería recordar nada, no quería saber nada, tan solo deseaba perderse en la intimidad de aquella habitación cerrada en la que se estaba ocultando del mundo al menos por ese instante. El cuerpo de Joseph se apretaba sobre el suyo, desnudos ambos y disfrutando del otro en aquel acto de intimidad que era solo de ellos dos.Joseph se sentía vivo sintiendo la estreches del cuerpo de Isabella. Besaba sus labios con verdadera ansiedad mientras sentía como cada parte de el mismo respondía a las caricias de ella. Aquel era más que solo un momento de intimidad, aquel acto no era puramente carnal, iba más allá de solo eso. Sintiendo como su propia alma parecía unirse a la de Isabella,
La soledad es el peor sentimiento que cualquier ser humano o criatura puede experimentar, aquella sensación de abandono que trae consigo la perdida del deseo de pelear, sumergen a las personas en un privado infierno personal del que realmente pocos logran salir.Aquella mañana Joseph Harrington escuchaba las risas infantiles del pequeño Ferdinand mientras corría de un lado a otro por prácticamente todos los interminables corredores de su enorme mansión que durante demasiado tiempo fue triste y solitaria, aquella risa inocente parecía expulsar de aquel lugar que fue su propia prisión, aquella oscuridad y soledad que durante lo que pareció una eternidad mantuvo a su hogar congelado en el tiempo.Mirando jugar al encantador hijo de su querida Isabella, no pudo evitar recordar al amado hijo para siempre perdido. Aquellas paredes que encerraban tantas y tantas memorias de tiempos que fueron dichosos, nuevamente recibían en sus ecos solitarios las risitas de un niño. Su pequeño Tristán habí
—Esperamos que vuelva pronto —Esa mañana Isabella atendía a los huéspedes del hotel con la misma tranquilidad y amabilidad que hacia siempre, sin embargo, por dentro sentía morir de la angustia. Ese día seria la primera audiencia sobre el reclamo de paternidad, tenia que llevar a Ferdinand a realizar la prueba de ADN que Andrea había solicitado.El sol brillaba en lo alto y con su luz dorada bañaba los inmensos jardines de aquel hermoso y lujoso hotel, pero ese día la joven madre soltera no sentía el animo de admirarlos, tan solo deseaba que las horas pasaran tan rápidamente como fuera posible para que la noche cayera y todo terminara, al menos por hoy. Sus nervios la estaban carcomiendo, sus ansias le provocaban malestares en el estómago, y toda ella estaba hecha un manojo de nervios.—¿Estás segura de que te encuentras bien? Te miras pálida, deberías descansar un momento, yo puedo cubrirte mientras tanto — decía Miriam mirando como Isabella lucía descompuesta.Suspirando, Isabella
—Entonces, procedemos a tomar la muestra de ADN —Isabella sentía sus nervios casi dominándola por completo al ver como aquellos hombres se acercaban hasta su pequeño Ferdinand para tomar aquella muestra que básicamente la habían forzado a entregar para comprobar que Charles era el padre de su hijo. —Auch, ¡Mami! Eso me dolió — lloro el pequeño Ferdinand al sentir aquel pinchazo. Isabella apretó fuerte a su hijo contra su pecho para consolarlo, sin embargo, ella era quien realmente necesitaba el consuelo, después de todo, aquello tan solo significaba el comienzo de una batalla que Charles haría lo que fuera por ganarla. Aun no comprendía la razón de todo aquello; el hombre jamás se intereso en saber nada de su hijo hasta aquellos precisos momentos en que nada tenia sentido para ella. Toda aquella situación la estaba alterando más allá de lo soportable, pero sabia que tenia que mantenerse serena a pesar de todo. Joseph miraba a Isabella mientras consolaba al pequeño Ferdinand. Aquel
El café de la taza comenzaba a enfriarse mientras los ojos de Amaia miraban sin perder detalle de aquel joven hombre frente a ella que parecía tener demasiado para decir.—El hijo de Isabella es tambien mi hijo, pero ese malnacido de Joseph Smith parece tener intención de intervenir siempre —Lo había alcanzado unas calles delante de los juzgados. Se había presentado ante el joven hombre como Amaia Lemaitre, la prometida de Joseph Harrington y le había básicamente rogado que le dijera lo que sabia sobre aquella mujer y su hijo, los mismos que no se separaban del lado del hombre de sus obsesiones.Apenas le había dicho aquello y el joven Smith, como se había presentado ante ella, no había parado de hablar y hablar. Ahora sabia que el era el padre de aquel niño y el ex prometido de la mujer que le robo las caricias de su hombre.—He iniciado una demanda por la custodia de mi hijo, se que Isabella no permitirá que la separen del niño, y realmente cuento con ello — decía Charles mirando a
—Todo está listo, ¿Pero para que querías que hiciéramos maletas? ¿A dónde iremos? — preguntaba Isabella con curiosidad, después de que Joseph le había pedido preparar una maleta con mudas de ropa de ella y Ferdinand suficientes para un fin de semana.Joseph sonrió. — Es una sorpresa — respondió.La sonrisa de Joseph, sin embargo, se había borrado casi en su totalidad una vez que le dio la espalda a Isabella. Había hablado con su detective, y lo que habían descubierto era mucho mas de lo que había supuesto al comienzo.“El hombre es estéril, por ello necesita del niño para poder convencer a su padre de que es un hombre serio que ha formado una familia y tener acceso a su herencia, según lo dicho por su ex prometida, no tiene ni siquiera el año desde que sufrió el accidente que lo dejo incapacitado para tener mas hijos, las fechas coinciden, fue en ese momento que mando a su gente a Palermo para averiguar sobre la señora Bianco y su hijo, además, eso no es todo, lo vieron recientemente
El olor salino del mar inundaba sus sentidos. La belleza de aquel paradisiaco destino era francamente inigualable. Aquel sueño era ciertamente una realidad, y poco o nada había pensado en Charles y sus planes desconocidos. Isabella se sentía tranquila, quizás, era tan solo por estar en aquel hermoso lugar rodeado de océano y tan lejos de su amada Palermo.Miraba a Ferdinand corriendo alegremente en la playa mientras no podía evitar pensar en lo diferente que era todo ahora. Habían sido momentos realmente duros, muchas veces no sabía si comerían bien al día siguiente entre el debate de pagar el arrendamiento o comprar una buena cantidad de despensa para sobrellevar el mes…ya no tenia porque preocuparse por ello.Joseph corría tras Ferdinand mientras ambos pasaban una agradable mañana de juegos en la arena; su amado Joseph le había pedido expresamente el relajarse y disfrutar de aquel momento sin pensar en nada ni nadie más, asegurándole que nada malo ocurriría con ello. Ferdinand se ha