Capítulo – La Última Cena de FátimaLa pasta humeaba sobre el plato, con ese aroma a albahaca fresca y aceite de oliva que siempre le había recordado a su infancia. Pero ese día… no tenía gusto a nada.Fátima Lombardí movía los fideos con el tenedor como si intentara retrasar lo inevitable. Estaba sentada en la cabecera, como siempre, pero se sentía más sola que nunca. Su padre estaba en la otra punta de la mesa, con la copa de vino apenas rozando sus labios, mirándola sin hablar.Ese silencio la taladraba.—¿No vas a comer? —preguntó él, finalmente, con la voz baja, grave.Ella hizo un gesto leve, una sonrisa débil, casi educada.—Sí, papá… estoy… solo que estoy cansada.Cansada. Qué palabra inútil.No estaba cansada. Estaba al borde del abismo.Santiago Durán ya le había dicho que no seguiría con ella ayudándola. Que se quedaba como inversor, sí. Pero no con ella .Ni como aliado. Ni como nada."No quiero que me relacionen con Fabricio Castiglioni. Ni con vos."Está muy turbio todo
Capítulo 83 – El Impacto Bajo CascoSantiago Durán no era un hombre fácil de impresionar. Después de casi tres años soportando la farsa de una relación con Fátima Lombardí, había aprendido a desconfiar. Y más aún, a no entregarse a nada ni a nadie.Porque el amor, para él, se había vuelto una palabra vacía.Vacía desde que descubrió que su novia lo engañaba con su socio. Vacía desde que se enteró que la traición llevaba años, risas falsas, hoteles discretos, reuniones “de obra” donde solo se planificaba cómo sacarlo del juego.Por eso, cuando aceptó la propuesta de Fabián Mansilla para invertir de forma independiente, lo hizo sin mirar atrás. Quería estar, sí. Pero sin ataduras. Sin vínculos. Sin juegos.O eso pensaba… Hasta que ella apareció.**—¿Santiago Durán? —preguntó una voz femenina apenas bajó del auto.Giró con suavidad, ajustando el reloj en su muñeca, con la carpeta del proyecto bajo el brazo.Y ahí estaba.Casco blanco. Camisa blanca ajustada. Jeans oscuros y unas botas d
Capítulo 84 – Una Tarde con Nombre de FamiliaEra uno de esos días en que el viento soplaba con suavidad y la ciudad parecía más amable. Después de semanas intensas en la obra y el proceso judicial en curso, Anahir se tomó la tarde libre por primera vez en mucho tiempo.—Me pedí salir antes —le dijo a Nicolás esa mañana, mientras se cambiaban en el apartamento—. Mis padres vienen a visitarme. Solo por hoy.—Me encanta la idea —respondió él, antes de salir—. Yo pido salir una hora antes, pero tengo que cumplir mi turno en la obra. Aunque sea el inversionista mayor… también soy el capataz. Y vos sabés que no me gusta fallar.—Y por eso te amo —dijo ella, dándole un beso en la boca—. Te espero más tarde. No te preocupes, yo me encargo de todo.**Alrededor de las cinco de la tarde, el timbre sonó.Anahir abrió la puerta con una sonrisa que le nacía desde el alma.—¡Mamá! ¡Papá!Sofía la abrazó con fuerza, emocionada.—Mi niña... qué hermosa estás. Te juro que te veo distinta.—¡Yo tambié
Capítulo 85 – La Ilusión de la TrampaVirginia Bertozzi caminaba por la obra con su casco blanco bien puesto y una carpeta en la mano, pero lo único que realmente cargaba con fuerza era su convicción de justicia equivocada.Porque si alguien había sabido manipularla, ese era Fabricio Castiglioni.Desde que lo encontró viviendo en su mismo edificio —coincidencia o destino, aún no lo sabía—, su mundo cambió. Él, caído, derrotado, marginado… se convirtió en su causa. Le habló de traiciones, de robos, de amores imposibles. Le pintó un retrato oscuro donde él era la víctima perfecta y Anahir y Nicolás, los villanos de la historia.—Yo gané ese proyecto, Virginia. Era mío. Pero ella… ella lo entregó todo por un capataz con cara de bueno. Me destruyeron. Me usaron. Me dejaron sin nada.Y ella, que en silencio siempre lo había admirado, se tragó cada palabra.Se volvió su aliada, su confidente… y ahora, su herramienta.**Virginia no quería seducir a Nicolás.No quería su atención.Quería hac
Capítulo 86 – La Primera GrietaVirginia llegó temprano a la obra esa mañana.Más temprano de lo habitual.Y no porque tuviera tareas urgentes.Sino porque sabía que Nicolás siempre era de los primeros en llegar aunque llegaba con su esposa siempre de la mano.Llevaba una carpeta en la mano, aunque ya sabía de memoria lo que contenía. No necesitaba respuestas. Necesitaba excusas. Motivos para acercarse a él, para cruzarse con Anahir justo en ese momento, para comenzar a jugar.Y lo hizo.—Buen día, capataz —dijo con una sonrisa suave—. Hay algo que no me cierra del avance en el sector D. ¿Te puedo molestar un minuto?Nicolás, con su usual amabilidad, asintió.—Claro. Vamos a ver.Mientras caminaban por el pasillo de hormigón, Virginia lo escuchaba con atención exagerada, como si cada explicación técnica fuese un elogio personal.Y justo cuando Nicolás se agachó para señalar un nivel de base mal marcado…—¿Molesto? —dijo una voz detrás.Anahir.Casco blanco con su habitual pegatina co
La mañana en la obra había sido intensa.Con las cuadrillas organizadas y el ruido del cemento mezclándose con el sol, todo parecía avanzar sin pausas. Pero en el rincón de descanso de la oficina técnica, dos mujeres se tomaban un pequeño recreo que no estaba en el cronograma.Silvia dejó su taza sobre la mesa y suspiró con fuerza, como quien deja salir algo que venía guardando hace días.—Che... ¿te puedo decir algo sin que después me lo cobré?Anahir alzó la vista del plano, sonriendo con complicidad.—Mientras no tenga que despedir a nadie, decime lo que quieras ,"aunque hay una rubia que me está dejando los pelos de punta ". eso lo dijo bajando el tono de voz .Silvia rió. Pero enseguida se puso seria.—No sé qué pensar de Fabián.Anahir se acomodó en la silla.—¿Qué hizo ahora?—Nada. Y eso es lo que me desconcierta —contestó Silvia, entre irónica y confundida—. Aparece por la obra, me mira como si fuera su atardecer favorito… y después, ¡pum! Desaparece como si lo hubiese traga
Capítulo 88– Solo Tengo Ojos para Vos Nicolás Martínez no era un hombre que se distrajera fácilmente. Especialmente desde que tenía a Anahir Montes en su vida. Y más aún desde que su matrimonio, que empezó como un acuerdo, se había convertido en su refugio, en su destino, en su verdad. Por eso, cuando la arquitecta senior Virginia Bertozzi comenzó a buscarlo con más frecuencia de lo habitual, él no pensó mal. Al principio. —Nicolás, ¿podés venir un momento? Creo que algo no cuadra con la pendiente del sector ocho —le dijo una mañana, justo cuando él salía de una reunión con los obreros. Él la miró. —Eso se resolvió ayer en el comité técnico. Anahir lo aprobó junto con los ingenieros. Está todo en los planos. —Sí, pero… no sé, me pareció que visualmente hay algo extraño. ¿Me acompañás a revisar? La forma en que lo miró no fue la de una duda técnica. Fue más bien un pedido disfrazado. Un acercamiento innecesario. Pero Nicolás, con la cortesía que lo caracterizab
Capítulo – El Juicio del Caído El edificio del Ministerio de Trabajo hervía de murmullos. La audiencia había sido convocada con carácter urgente, y todos los involucrados estaban citados. Fabricio Castiglioni se presentó con aire de suficiencia, creyendo —como siempre— que todo giraba a su favor. Vestía su mejor traje, se acomodó la corbata como quien se alista para dar una charla, no para enfrentar acusaciones. Lo que no imaginó fue que debía haberse presentado con abogado. Las notificaciones eran claras. Pero él las ignoró. Como ignoraba las llamadas de las empresas financieras, los correos sin abrir, las advertencias de los cobradores. Su mundo se derrumbaba, y ni siquiera lo sabía.Ademas no tenía plata para pagar un abogado. La sala estaba llena. Anahir y Nicolás se sentaron juntos, con la serenidad que da saber que se tiene la verdad de su lado. Fabián Mansilla, apoderado legal del principal accionista del proyecto —aunque pocos lo sabían—, ya tenía los documentos pr