La mañana en la obra había sido intensa.Con las cuadrillas organizadas y el ruido del cemento mezclándose con el sol, todo parecía avanzar sin pausas. Pero en el rincón de descanso de la oficina técnica, dos mujeres se tomaban un pequeño recreo que no estaba en el cronograma.Silvia dejó su taza sobre la mesa y suspiró con fuerza, como quien deja salir algo que venía guardando hace días.—Che... ¿te puedo decir algo sin que después me lo cobré?Anahir alzó la vista del plano, sonriendo con complicidad.—Mientras no tenga que despedir a nadie, decime lo que quieras ,"aunque hay una rubia que me está dejando los pelos de punta ". eso lo dijo bajando el tono de voz .Silvia rió. Pero enseguida se puso seria.—No sé qué pensar de Fabián.Anahir se acomodó en la silla.—¿Qué hizo ahora?—Nada. Y eso es lo que me desconcierta —contestó Silvia, entre irónica y confundida—. Aparece por la obra, me mira como si fuera su atardecer favorito… y después, ¡pum! Desaparece como si lo hubiese traga
Capítulo 88– Solo Tengo Ojos para Vos Nicolás Martínez no era un hombre que se distrajera fácilmente. Especialmente desde que tenía a Anahir Montes en su vida. Y más aún desde que su matrimonio, que empezó como un acuerdo, se había convertido en su refugio, en su destino, en su verdad. Por eso, cuando la arquitecta senior Virginia Bertozzi comenzó a buscarlo con más frecuencia de lo habitual, él no pensó mal. Al principio. —Nicolás, ¿podés venir un momento? Creo que algo no cuadra con la pendiente del sector ocho —le dijo una mañana, justo cuando él salía de una reunión con los obreros. Él la miró. —Eso se resolvió ayer en el comité técnico. Anahir lo aprobó junto con los ingenieros. Está todo en los planos. —Sí, pero… no sé, me pareció que visualmente hay algo extraño. ¿Me acompañás a revisar? La forma en que lo miró no fue la de una duda técnica. Fue más bien un pedido disfrazado. Un acercamiento innecesario. Pero Nicolás, con la cortesía que lo caracterizab
Capítulo – El Juicio del Caído El edificio del Ministerio de Trabajo hervía de murmullos. La audiencia había sido convocada con carácter urgente, y todos los involucrados estaban citados. Fabricio Castiglioni se presentó con aire de suficiencia, creyendo —como siempre— que todo giraba a su favor. Vestía su mejor traje, se acomodó la corbata como quien se alista para dar una charla, no para enfrentar acusaciones. Lo que no imaginó fue que debía haberse presentado con abogado. Las notificaciones eran claras. Pero él las ignoró. Como ignoraba las llamadas de las empresas financieras, los correos sin abrir, las advertencias de los cobradores. Su mundo se derrumbaba, y ni siquiera lo sabía.Ademas no tenía plata para pagar un abogado. La sala estaba llena. Anahir y Nicolás se sentaron juntos, con la serenidad que da saber que se tiene la verdad de su lado. Fabián Mansilla, apoderado legal del principal accionista del proyecto —aunque pocos lo sabían—, ya tenía los documentos pr
Desde la mente de Fabricio Castiglioni¿Cómo pasó todo tan rápido?Eso era lo único que podía pensar mientras veía los rostros ajenos dentro del juzgado, todos con la seguridad que él ya no tenía.Afuera, el mundo giraba como siempre. Dentro de él, todo colapsaba.El traje impecable que llevaba encima ahora le pesaba como una soga al cuello. El mismo traje que pensó que usaría el día que volviera triunfante al Cinco Estrellas, ahora parecía el uniforme de un hombre condenado.¿Desde cuándo dejaron de tenerle miedo?Raúl hablaba como si no hubiera trabajado para él con devoción. Gerardo lo traicionaba con una voz temblorosa pero clara. Hasta el médico, ese infeliz que firmaba lo que le pedía, ahora lo dejaba expuesto como una rata frente a la jauría.Todos son unos cobardes.Todos me usaron.Todos me deben.Y sin embargo… ahí estaba él. Solo. Sin abogado. Sin poder gritar, sin poder pegar.Cuando vio entrar a Fátima, supo lo que venía.Ella va a decir que fue una víctima. Que no sabía
Capítulo 91 – Un Amor MerecidoLa tensión del día se había quedado encerrada en el edificio del Ministerio de Trabajo. Afuera, el sol parecía más cálido, y el aire olía a libertad.Anahir se detuvo frente a Nicolás, lo miró con ternura y le acarició la mejilla, como si pudiera borrar con un roce todo el dolor que él también había cargado en silencio.—Hoy no es un día cualquiera —dijo en un tono dulce, casi susurrando—. Hoy debemos celebrar... porque la impunidad está cayendo.Nicolás le sonrió sin decir nada. Solo apretó su mano con fuerza, como si en ese gesto pudiera prometerle que, pase lo que pase, siempre estarían juntos.Antes de salir del edificio, Fabián Mansilla y Silvia Herrera, que habían estado presentes en toda la audiencia, se acercaron.—Felicitaciones por lo de hoy —dijo Fabián—. Pero estén atentos. Castiglioni no está bien, lo vi salir como un toro bravo... no sabemos qué puede hacer.Silvia asintió, con el ceño fruncido.—Se lo notaba fuera de sí. Ojalá que todo ter
Capítulo 92 – El Precio del NombreEl olor a desinfectante y el pitido constante del monitor cardíaco eran las únicas cosas que se oían en la habitación.Fátima se quedó de pie, al borde de la cama, sin atreverse a tocar la mano de su padre.Él dormía.O eso creyó.Hasta que escuchó su voz:—Te arrastraste con él, Fátima… —susurró, con los ojos cerrados—. Y arrastraste todo lo que construí en cincuenta años.Ella se congeló. Su corazón tembló como si le hubieran clavado una aguja helada en el pecho.—Papá… —balbuceó—. No fue así. Él me manipuló, me hizo creer cosas…Ernesto Lombardí abrió los ojos con dificultad. La miró. Pero ya no era su niña mimada.La miró como a una desconocida.Como a alguien que había traicionado algo más que la sangre.—¿Y el apellido, Fátima? —preguntó con voz rota—. Era lo único que me quedaba intacto. Lo único que valía más que cualquier edificio, que cualquier cuenta bancaria.Fátima bajó la cabeza, sintiendo que cada palabra la hundía un poco más.—Perdón
Capítulo 93 – Tejiendo la Última TrampaLa puerta del apartamento se abrió de golpe.Fabricio entró como una tormenta, con los ojos inyectados de furia y la camisa arrugada por el sudor frío que le bajaba desde el cuello.Tiró las llaves contra la mesa y cruzó el living con pasos pesados.Virginia, que preparaba la cena con una sonrisa ilusa, se giró sorprendida.—¿Qué te pasa, mi amor? —preguntó, acercándose con preocupación.Mi amor.Fabricio sintió un asco seco en el estómago.No me digas así, pensó.Pero su boca sonrió, domada por la necesidad.—Nada, hermosa… —murmuró, acariciándole el cabello como si fuera un cachorro—. Solo que estoy muy presionado. Están queriendo destruirme, Virginia. Me están tendiendo una trampa y... yo necesito tu ayuda.Ella lo miró, inocente.Dispuesta.Perdida.—¿Qué tengo que hacer?Fabricio tomó su rostro entre las manos, mirándola con la misma intensidad que usaba para derribar los muros de las obras.—Necesito algo muy sencillo. Conseguir las llaves
Capítulo 94 – El Precio de Una Traición La fiesta de inversores estaba en su punto más elegante. Trajes planchados como armaduras, copas de champán tintineando como campanas de guerra, y palabras cargadas de promesas millonarias flotando en el aire perfumado. Anahir, del brazo de Nicolás, caminaba como una reina segura de su rey. Su vestido color vino abrazaba su figura con una perfección que parecía hecha a medida de su éxito. Se movían como lo que eran esa noche: una pareja imbatible, indestructible, destinada a brillar. Pero todo ese equilibrio se tambaleó cuando apareció Virginia. La arquitecta irrumpió en escena con un vestido negro pegado a su cuerpo como una segunda piel, unos tacones peligrosos, perfume invasivo y una sonrisa felina. No era la imagen de una profesional en una reunión de inversores. Era una provocación ambulante. Y ella lo sabía. Disfrutaba del efecto que causaba. Especialmente sobre Nicolás, aunque él no apartaba los ojos de su esposa ni