Brock —¿Señor Duque, está seguro que este es el camino? —Me preguntaba Kira. Me encantaría decir que sabía dónde me estaba metiendo, pero la realidad era que cada vez me sentía más perdido. Entre todos creíamos tener aproximadamente unos dos días de camino. Las piernas nos dolían y sabía que dentro de poco se iba a acabar la comida que habíamos traído. Jamás imaginé que íbamos a estar tanto tiempo aquí y temía que poco a poco se nos acabaron las esperanzas. La ansiedad, la preocupación y el miedo... encontraban un terreno fértil en los corazones cuando dudábamos. —Creo que sí, la última vez que tomé el collar… me indicaba ahí, pero francamente todos los caminos y pasadizos son muy parecidos— respondo yo —A mí también me indica qué es por esta parte, en la última bifurcación— decía el sacerdote Ravi y continuábamos porque no teníamos nada más que hacer. Nuestra única guía era el corazón de Nara, que parecía brillar y vibrar de forma diferente si nos desviamos del camino. Era
Naiara —Debo decir que me alegra de alguna manera volver al camino— le digo a mi caballero mientras ya habíamos dejado las montañas detrás. La despedida había sido agradable. Jamás pensé, después de todo lo que había pasado, que me iría del reino de Bhaltar despidiéndome de amigos, pero así había sido. La nueva reina y el nuevo rey nos habían dejado provisiones, consejos, armamento, hombres y además habían contactado a reinos de alrededor que habían tenido problemas con Kai, para que nos apoyaran en cualquier cosa que necesitáramos. Si bien las cosas no habían salido como pensábamos, teníamos un apoyo inesperado, pues yo veía por un esposo y ayuda… habíamos conseguido lo que necesitábamos, y más: teníamos un ejército, aliados, y amigos. —Yo también me alegro de volver y específicamente… libres, siendo tu libre, ante todo— me dice mi caballero contento. Él seguía protegiéndome como si fuese un halcón y nosotros estábamos con los ojos bien abiertos pendientes de si venía algún
LayneLa presencia de tantas personas del reino en el templo esperando mi princesa había sido una gran sorpresa, pero nada como ver a los hombres y mujeres que de alguna manera gobernaron el imperio esperándola aquí. Yo recordaba los momentos en los que pensaba que tener el apoyo de los grandes señores y señoras de Aveyron lo era todo. Y aquí estaban de rodillas ante ella, jurando lealtad y reconociéndola como una verdadera Caelum. Y era fácil ver por qué habían vuelto y hecho algo que nadie pensó que podría suceder. Sus casas estaban acabadas, sus herencias, sus legados. En nuestra ausencia, el mundo tal como lo conocíamos había cambiado y los hombres y mujeres que por siglos habían tenido un poder en las tierras... ahora no eran nada. Habían ido a las fronteras del imperio y la habían cruzado a pie o a caballo. Solo para llegar hasta aquí y hablar con ella, hincarse como pudieran para jurar la lealtad. —Acepto sus juramentos, así como su lealtad, porque el Imperio tiene que rena
Naiara —Una vez más princesa, solo tiene que concentrarse... el poder está muy dentro de usted, pero pareciera que está dormido y tiene que canalizarse mejor—me decía mi señora sacerdotisa Clemen, una que siempre cuidaba a mi Sindri. Luego de que se había corrido el rumor y la noticia de lo que yo había logrado con la luz… ese poder que salía de mí de manera descontrolada, mis señoras se habían propuesto ayudarme. Quizás el tema de la noche larga que había ocurrido aquí mismo en el templo, hace ya mucho tiempo, se podría haber tomado como algo del momento, y yo ahora me preguntaba por qué no la habíamos investigado más a fondo antes. Es posible que todos hayan estado asustados con lo que había ocurrido e inclusive temerosos de que ese poder se desatara de alguna manera. Ese día había sido terrible… y pensar que fue culpa de Kai me llenaba de remordimiento. Tomé decisiones equivocadas… y ahora estaba aquí. Pero ahora simplemente teníamos que aprovecharlo esa fuerza, como decía mi
Layne—Los más necesitados pueden ser acompañados al templo, el resto puede ser ubicado en los pueblos cercanos... quizás algunos sean aceptados en Haggard, ya le estoy enviando un cuervo a Nicasia... y el resto que quiera y pueda luchar, es más que bienvenido a estar con nosotros— explicaba yo dando direcciones. Quizás era ingenuo de nuestra parte no haber adelantado esta situación, estábamos tan encerrados en el reino de Bhaltar, tan alejados, que habíamos perdido cierto contacto con el imperio y el mundo que estaba afuera. Y, en cambio, en Aveyron... la situación empeoraba... y mi princesa era la solución. Realmente recién acabamos de llegar a los bordes del imperio y ya los planes se tenían que cambiar sobre la marcha, estábamos abocados en mapas, cartas y contratos. Había vuelto a lo que era mi vida antes, tramar, averiguar debilidades y fortalezas. Ahora nuestra compañía es más grande y teníamos que empezar a entrar entre los árboles y empezar a dividirnos por varios caminos
Naiara Había terminado arropada y acomodada con grandes capas. Mi caballero oscuro había intentado disuadirme ya varias veces en el camino, pero yo estaba determinada: no quería vivir otra farsa de matrimonio, no quería arriesgar mi felicidad en pro del imperio. Quizás sonará egoísta, y no propio de una princesa. Pero yo estaba convencida de que no seguir el destino nos iba a traer problemas. —Tú eres mi destino... —le decía mientras caminábamos de vuelta nuestro asentamiento, y veíamos a lo lejos los soldados que cuidaban a todos nosotros. —Y cuando el destino está escrito en las estrellas, no puede ser cambiado. Ir contra ese destino es penado por la diosa... pues ella lo ha escrito por alguna razón, todos lo saben— le susurraba yo mientras él prácticamente me tenía tapada para que nadie me viera. Él suspiraba por milésima vez. —Tenemos tiempo para pensar eso… ahora necesito que te abrigues… no quiero que te enfermes… por favor Naiara…— decía mientras me tenía abrazada. Amab
Dashi —Estoy bien Dashi... de verdad...— decía él mientras yo me aproximaba dentro del asentamiento de los soldados. Luther se oponía a tener un tratamiento diferente al de sus hombres, y eso yo por supuesto lo admiraba. La batalla había sido rápida y sumamente efectiva y a cada día que pasaba yo me maravillaba más del ejército del sur. No solamente eran unos meros soldados, sino que se comportaban como una familia. Y de alguna u otra manera, habían hecho que yo me sintiera parte de ellos. Yo me acercaba a él prácticamente sin poder evitarlo, él era un hombre realmente grande y acostumbrado a hacer las cosas a su manera, pero yo había visto que había quedado herido, aunque seguramente para él no era gran cosa. Tomaba una de las vendas que tenía ahí y un poco de agua y le hacía señas para que se apartara y me dejara ayudarlo. Yo limpiaba con cuidado la herida en su brazo y veía que tenía muchas cicatrices, sabía que para un soldado eso no era gran cosa, inclusive podría ser sí
Layne—Princesa ... creo que por fin está encontrando el camino— le decía la sacerdotisa. Y era verdad, Naiara había empezado a apuntar con sus manos como si estuviera a esos puntos que habían colocado los soldados, haciendo que cayeran unos muñecos de paja. Era un excelente forma de entrenamiento, y se había dispuesto todo cerca del bosque para que ella se preparara. Habían pasado días desde que llegamos a Haggard y teníamos una especie de descanso. Este había sido mi hogar por tanto tiempo, siempre que volvía de mis viajes, aquí encontraba la paz. Y debía decir que con la nueva Condesa... todo estaba mejor que nunca. Ella había tomado el control y había organizado todo con mano dura, pero también con inteligencia Y lógica. Haggard funcionaba como una rueda perfecta, y si yo tenía alguna preocupación de que sufrirían por algún ataque, eso se había esfumado inmediatamente en lo que había visto la preparación de los soldados, el armamento y toda la estrategia que ella había planifi