Liam no podía detener las lágrimas. Su cuerpo se sacudía con cada sollozo, como si todo el dolor acumulado durante años estuviera finalmente encontrando una salida. Derek, que lo observaba desde el borde de la cama, sentía cómo cada una de esas lágrimas desgarraba su corazón un poco más. No importaba que estuviera justo a su lado, sosteniéndolo, amándolo. El peso del sufrimiento que Liam cargaba era una herida invisible que Derek no podía sanar solo con su presencia, y esa impotencia lo consumía.Sin embargo, no iba a rendirse. Con una determinación tranquila, Derek se sentó junto a él, apoyando una mano firme y cálida en la espalda de Liam. Comenzó a masajear suavemente, intentando aliviar aunque fuera un poco de la tensión que se acumulaba en esos músculos tensos por el dolor y la angustia. No necesitaba decir nada; solo estar allí, ser un refugio en medio de la tormenta que arreciaba dentro de Liam.Liam alzó la vista, sus ojos hinchados y rojos por el llanto. Su mirada buscaba alg
Liam abrió los ojos en medio de la noche, apenas adaptándose a la oscuridad de la habitación. Al principio, pensó que quizás seguía soñando, pero al ver a Derek junto a él, durmiendo plácidamente con un brazo sobre su cintura, comprendió que todo lo que había vivido en esas últimas horas no era un sueño, sino la realidad que había elegido. Aquella visión de Derek, tan tranquilo y en paz, le provocó el impulso de besarlo y dejar que todo se descontrolara de nuevo. Pero sabía que al día siguiente Derek tenía que ir a su empresa, y lo último que quería era interrumpir su descanso.Suspiró suavemente y, haciendo un leve puchero, volvió a acomodar su cabeza sobre el brazo de Derek. Se quedó en silencio, observando el movimiento pausado del pecho de Derek al respirar. Justo cuando pensó que él seguía profundamente dormido, la voz ronca de Derek rompió el silencio, sobresaltándolo.— ¿No puedes dormir, cielo? —preguntó Derek sin abrir los ojos, su tono ronco y adormilado.Liam se tensó un po
La habitación se llenó de una tensión palpable tras la respuesta de Derek. El silencio que siguió fue pesado, como si las paredes mismas retuvieran la respiración. Derek observaba cada pequeño gesto de Liam, desde el ligero temblor en sus manos hasta el movimiento nervioso de sus ojos. Sabía que había removido algo profundo en él, algo que no podía deshacerse tan fácilmente con promesas.— Esa es una vida de la que no se sale tan fácilmente, Liam —dijo Derek con voz grave, casi en un susurro, como si no quisiera que esas palabras se volvieran reales al pronunciarlas en voz alta.Liam sintió un escalofrío recorrer su espalda, el peso de esas palabras cayendo sobre él como una losa. Lo había sospechado, quizás incluso lo había sabido desde el principio, pero oírlo de la boca de Derek lo hacía innegable.— Eso quiere decir que sí —respondió Liam, su voz temblando mientras intentaba procesar lo que significaba.El cuerpo de Liam comenzó a estremecerse ligeramente, y Derek lo sintió de inm
Derek estaba sentado frente al volante, pero aún no había puesto el coche en marcha. El silencio dentro del vehículo era cálido, cómodo, mientras ambos se sumergían en la tranquilidad del momento. Liam, sentado a su lado, sentía la mirada de Derek sobre él, intensa y llena de admiración. De repente, Derek alzó una mano y, con delicadeza, acarició la mejilla de Liam, sus dedos recorriendo su piel con una suavidad casi reverente.—Eres tan hermoso —murmuró Derek, su tono bajo pero cargado de afecto, mientras continuaba tocándolo, sin apartar la mirada de su rostro.Liam, con una sonrisa suave en los labios, no pudo resistirse. Se inclinó hacia Derek y lo besó en los labios, un beso breve pero lleno de sentimientos, como si en ese pequeño gesto quisiera decirle todo lo que sentía sin usar palabras.Cuando se separaron, Derek sonrió con ternura y miró hacia el horizonte a través del parabrisas.—¿Qué te parece si esta noche vamos a cenar? —preguntó, todavía con esa calidez en su voz—. Pue
Derek entró en su oficina como una tormenta imparable, su rabia palpable en cada paso que daba. El simple hecho de haberse encontrado con los periodistas en la entrada de su empresa ya lo había sacado de sus casillas, pero ver cómo exponían a Liam de esa manera, cómo lo arrastraban a su mundo caótico, lo ponía aún peor. No soportaba la idea de que alguien más pudiera dañarlo, ni siquiera con palabras. —Derek, por favor, tienes que calmarte —la voz de Liam, suave pero cargada de preocupación, lo seguía de cerca mientras Derek se movía por la habitación como una fiera atrapada en una jaula.Liam podía sentir la tensión en el aire, cómo la energía de Derek irradiaba ira contenida, y sabía que tenía que hacer algo para tranquilizarlo antes de que las cosas empeoraran. Se acercó lentamente, cada paso calculado para no encender más la furia de Derek.—No puedo evitarlo, Liam —respondió Derek, deteniéndose abruptamente. Se dio la vuelta, mirándolo a los ojos con una intensidad que hizo que
Liam no podía creerlo.Estaba de camino a casa de sus padres, el único lugar que no necesitaba ir en esos momentos y de seguro sería el último al cual iría en caso de no existir otro lugar al cual ir, lo peor era que Derek iba con él y no era buena idea de que su padre lo conociera ahora, cuando aún no se había divorciado. El coche avanzaba por las calles que conducían hacia la enorme mansión familiar, y con cada kilómetro que recorrían, sentía que sus manos sudaban más y más. No podía controlar el temblor en sus dedos, así que los limpiaba constantemente en sus pantalones, intentando deshacerse de la humedad y los nervios que lo consumían.Desde el asiento del copiloto, Derek lo observaba de reojo, captando cada movimiento inquieto, cada suspiro contenido.El silencio en el coche era denso, casi palpable, roto solo por el ocasional sonido de los limpiaparabrisas que luchaban contra una fina capa de lluvia. Liam, concentrado en el camino, apenas podía pensar con claridad. Su corazón
Derek lo siguió con la mirada, tratando de contener la marea de pensamientos que lo asaltaban. Vittorio Carbone era un nombre que traía consigo una historia complicada, llena de poder y acuerdos que se sellaban en las sombras. Mientras observaba cómo Cristian tomaba una botella de whisky, esa sensación incómoda volvía a invadirlo. —¿Le preparo algo de beber, señor Carbone? —ofreció Cristian, su tono cordial, pero con un trasfondo claramente manipulador.—Un whisky, por favor —respondió Derek, sin apartar los ojos del hombre.Liam lo miró de inmediato, sorprendido de que Derek, que solía evitar las bebidas fuertes en situaciones tensas, aceptara una.Cristian regresó con las bebidas y le entregó el vaso a Derek, con una sonrisa calculada en sus labios. Se sentó nuevamente, pero esta vez con una postura más relajada, como si hubiera comenzado el juego y él tuviera la ventaja.— Me gusta tomarme mi tiempo para conocer bien a mis socios, señor Carbone —comenzó Cristian, su tono más liger
Derek estaba inquieto, caminando de un lado a otro en el amplio despacho que compartía con James en la mansión que alguna vez había pertenecido a Vittorio. Sus pensamientos iban y venían, intentando buscar las palabras adecuadas para explicar lo que lo tenía tan preocupado. Decirle a James que Cristian Soto, el padre de Liam, estaba reclamando algo suyo no era un asunto que pudiera tomarse a la ligera. No sólo porque Cristian era un hombre poderoso, sino porque, de algún modo, parecía tener información que ni siquiera Derek, con todo lo que sabía del pasado de los Carbone, había logrado descubrir.James, sentado cómodamente en uno de los sillones de cuero junto al minibar, observaba a su hermano adoptivo con cierta impaciencia. Sabía que cuando Derek se ponía así, era porque tenía algo serio en mente, pero odiaba esperar.—¿Se puede saber para qué me llamaste? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio mientras servía un poco de whisky en un vaso. Su tono era frío, pero lleno de exas