NOA
Termino de ponerme los tacones negros que me compré hace dos semanas que gracias a Dios estaban en oferta porque me chiflaron. Son perfectos, cómodos y no tienen un gran tacón, por lo que quedaba a juego con el vestido azul marino de terciopelo que Becca me regaló por mi cumpleaños.
Ayudo a Becca a hacerse la raya del ojo mientras repite una y otra vez cómo va a ligar con cada chico que se le presente. Termino y se para frente al espejo de su habitación, comprobando que su falda de cuero negra no esté arrugada por ningún lado.
La verdad es que Rebecca es preciosa, tiene un precioso y largo cabello negro que le llega hasta la cintura. Muchas veces me lo he intentado dejar así pero no hay manera de que crezca tanto. Le miro, fascinada, y no hay duda de que, con nada, ella destaca donde vaya.
- ¿No te vas a maquillar más? – me dice.
- No, no me apetece. – miro mi móvil y veo un mensaje de Adrien avisándonos que está esperándonos en el coche. – Adrien ha llegado, date prisa.
Unos minutos después, pasamos la entrada de la discoteca, y no puedo evitar poner cara de asombro cuando veo el interior. Una fuente y un piano adorna el centro de la sala siendo así el centro de atención junto a la pista de baile, dirijo mi mirada a las numerosas salas vips que hay. A la derecha hay una barra enorme en la que tres bármanes sirven el alcohol a los clientes.
- Pedíos lo que os apetezca y poner la cuenta a mi nombre, tengo que subir un momento. – Nos indica Adrien, casi chillando debido al ruido de la música. Se aleja un poco, pero se gira y me llama. - ¡Noa!
- ¡Dime!
- ¡Ten cuidado con los chicos! No quiero que a una preciosidad como tú le hagan daño en mi ausencia. – Me sonríe abiertamente a la vez que me guiña el ojo, y finalmente, se va por las escaleras que da al segundo piso y desde donde se puede ver todo el panorama a través de los balcones
- ¿Cuándo dejará de perseguirte? – a Becca siempre le ha parecido ridícula la forma en la que Adrien me coqueteaba.
- No lo sé… ni siquiera hice nada para gustarle. – hice el amago de dirigirme a uno de los sofás de terciopelo que estaba libre, y me senté.
- Ni te hace falta. Por Dios, mírate, tienes una carita angelical. – me coge de las mejillas y las estruja con suavidad.
- ¡Para! Me vas a acabar deformando la cara, pesada. – me saca la lengua y yo me río abiertamente.
Una camarera se acerca a nosotras, nos entrega la carta y se marcha para que podamos pensar qué pedir.
- Creo que me voy a pedir un San Francisco. – decido.
Becca le hace una seña a la camarera y esta lo percibe, a lo que nos pregunta:
- ¿Habéis decidido ya que queréis? – nos dice con una sonrisa amable.
- Mi amiga pedirá un San Francisco y yo quiero… Un Whisky Soul.
- Perfecto, en unos minutos os lo traigo.
Mientras, me permito en observar una vez más todo el escenario y mi mirada para en una chica que acaba de entrar. Me quedo observándola, es una chica espectacular y su presencia es notoria nada más entrar, todos los chicos la miran. Lo que más me llama la atención es su pelo negro perfectamente recogido que queda a juego con su vestido de gala de un carmesí oscuro.
- Oh, esa es Isabella Evans. – Becca me saca de mis pensamientos y me giro hacia ella de nuevo.
- ¿La conoces? – inquiero.
- Más o menos, el padre de Isabella y el mío han hecho negocios de vez en cuando. Su familia es de la más ricas de Londres y según las estadísticas… no puedo negar que la colaboración del señor Evans va a ser muy oportuna.
- Ya se va notando que la pequeña Becca va a formar parte de la empresa de su padre. – Sonrío con orgullo. – Quién iba a pensar que esta mujercita es la misma que en cada fiesta se subía a la tarima de la discoteca y perreaba hasta que no hubiera un mañana.
- Tú tampoco te quedas corta, guapa. – inquiere alzando una ceja mostrando una sonrisa cómplice.
Minutos después, la camarera regresa con nuestras bebidas y las coloca encima de la mesa. Le damos las gracias y retomamos la conversación. Esta vez, insistiendo en que quiere buscarme un chico. Y cómo no, va ojeando a varios de los que le resultan atractivos.
Un rato después, Adrien nos llama al teléfono para que nos reencontremos con él. Nos da indicaciones y después de varios intentos, logramos encontrar la sala en la que se encuentra.
-Joder, no pensaba que Black Life fuera tan grande. – Becca suelta un suspiro y guarda su móvil.
NOA Asiento riéndome tontamente. La verdad es que no voy totalmente sobria después de haberme pedido tres cubatas. Nos adentramos en la sala de luz roja que está cubierta con plantas en las esquinas y sábanas blancas aterciopeladas y de repente me siento diminuta. Veo a varias personas y me sorprendo al ver entre ellas a Isabella, la antes mencionada por mi amiga. Al lado de esta, no puedo evitar quedarme embobada con un chico que parece estar durmiendo, con los brazos en jarras y la cabeza apoyada en el respaldo del sofá. Su pelo negro y ondulado cae perfectamente en su cara. Bajo la vista a su camisa negra entreabierta y no puedo arrepentirme más porque me doy cuenta de que me está mirando fijamente y sabe que me ha pillado dándole un repaso de lo más descarado. Noto que la sangre me sube a la cabeza y muerta de la vergüenza, me giro para pedirle al camarero una copa. Gran solución, Noa. Solucionando la vergüenza con más alcohol. - Ven, Noa. – Adrie
NOA El fin de semana pasó bastante rápido, ya que me tocaba a mí ir a la hípica y organizar las cosas además de tener que alimentar a los caballos y vigilar que todo estuviese bien. Aproveché para montar al terremoto de mi frisón y dar paseos pie a tierra por la montaña. Llegó el lunes, y como siempre, torpe de mí, me levantaba tarde. - M****a, m****a, que no llego. Agarré una ensaimada para comerla por el camino y cogí las llaves de mi casa. Tuve que ir a toda prisa a las clases o el amargado del señor Holmes no permitiría que entrase a su clase. Estudio fotografía, junto con la equitación, es mi vocación. Siempre he soñado con poder fotografiar a la naturaleza en su pleno estado salvaje. Y con los ahorros que gané de mi antiguo trabajo, puedo pagarme el piso y las clases. Veo a mi amigo en una esquina revisando el estudio fotográfico y suspiro aliviada. Me ve y deja de hacer lo suyo para saludarme. - Viviendo al límite, preci
NOA - ¡Chica, estás ardiente! – Rebecca me silba y me obliga a ponerme enfrente de mi espejo. - Tú tampoco te quedas atrás, eh. – y no miento. El vestido rojo ajustado hasta las rodillas acentúa sus curvas y el pelo suelto le favorecía aun más. Yo, en cambio, me puse un top blanco con escote corazón y unos pantalones de cuero granate. Me recojo el pelo en una coleta alta para evitar pasar calor y esta vez, me pongo rímel y me hago la raya de ojos. - ¿Tú te has visto, guarra? Ese culo debería ser ilegal. Pongo los ojos en blanco y ella hace caso omiso dirigiéndose a la cocina. - ¡Oye! – le oigo con voz lejana. - ¡Dime! - ¿A qué vino ese coqueteo con el chico del otro día? - ¿Quién? ¿Kevin? Oigo sus pasos y viene de vuelta con patatas en la mano. - No, el chico este… - chasquea los dedos y frunce el ceño intentando recordar, - el tío buenorro que tiene lunares en la cara. - ¿Alex? -
NOA El beso empieza dirigiéndolo él, pero no tardo en coger las riendas. Le agarro del cuello para atraerle más si es posible. Sus labios carnosos hacen que sea mucho más agradable y madre de Dios, este hombre saber besar muy bien. Su lengua se adentra sutilmente succionando la mía, lamiéndome los labios. Su agarre se endurece e intenta bajar su mano a mis glúteos, pero cuando veo que me quedo sin respiración, me separo de él casi al instante. - Ha sido increíble -. me confiesa Kevin entrecortadamente. Yo le sonrío incómoda. La Noa sobria no podría hacer esto con tanta seguridad, y Becca lo sabe, porque me está mirando pasmada. Escudriño el lugar y veo que Alex se ha ido y ni siquiera me doy cuenta. Me termino mi copa y sé que mañana voy a tener la mayor de las resacas porque me da vueltas todo. ¿Dónde se habrá ido Alex? Me decido a salir a buscarlo ya que, al fin y al cabo, su compañía no es tan mala. Por un momento deseo que hubiera sido él
NOA Veo que se enciende otro porro y saca el mando de su coche. Me pilla y su cara torna en enfado. - ¿Hasta cuándo piensas dejar de seguirme? - Es que no quiero estar sola. - Tienes a tu amiga y a Kevin. - Precisamente no me apetece ver ahora Kevin. – Alex cruza los brazos en jarra cansado. - Tú te lo buscaste, nena – me acusa socarrón. – Ahora atente a las consecuencias. - Por favor… - me arrodillo, hago pucheros y le miro suplicante. - Cuidado con pedirme las cosas así… - se le forma una sonrisa de oreja a oreja, medio burlón, medio pícaro. Me doy cuenta del error y avergonzada, me pongo de pie y estoy segura de que el rojo de mi cara es notorio. - Está bien – se resigna y yo lo celebro interiormente. – Pero, te llevo a tu casa, nada de venir conmigo a ningún sitio. - Hecho. En cuanto le doy las indicaciones, aviso a Rebecca de que voy de camino a mi casa y se alarma. “No t
NOA De nuevo, tengo la sensación de que el fin de semana ha sido un visto y no visto. El domingo se basó en ir a la finca y limpiar el cercado, reponer agua y heno, revisar los caballos… Siempre acabo molida, pero merece la pena por mis pequeños gigantes. Entro a clase sin ganas, me siento en la silla y dejo apoyar mi cabeza sobre la mochila que dejo en la mesa. - Buenos días, nena. – Steve me sacude el pelo dejándomelo hecho un desastre. - Hoy que no me hable nadie, Steve. – entierro mi cara debajo de mis brazos. - Uf, tanto positivismo no, por favor. Demasiado para mí. - Tengo hambre y tengo sueño, no he desayunado por las prisas a llegar tarde. - Siendo Noa no es bueno esa combinación – ríe burlón. – Anda, luego vamos a la cafetería. - Oh, sí. Te amo, Steve, tú sí que sabes. – le lanzo besos exagerados al aire y le sonrío. La profesora entra y lo que dice a continuación hace que se me infle el pecho de felici
NOA El hombre que capta nuestras atenciones, cuyo aspecto es desaliñado, sin duda pone tenso a Alex. El extraño se sienta a mi derecha y pasa el brazo por el respaldo de mi silla. - Vaya, vaya… pero qué tenemos aquí. Menuda preciosidad. – de cerca veo que tendrá poco más de nuestra edad, pero su mal estado físico deja mucho que desear. Se relame los labios, mirándome de arriba a abajo. - Lo que tengas que decir, dímelo en privado, pero a ella no la metas. - No te conviene montarme una escena, Jones. O tu amiga se llevará una mala impresión de ti. – Alex se muestra impasible, parece que se está conteniendo y yo lo agradezco, porque todas las personas del bar ahora nos están mirando. - Dime, preciosa – me coge de la barbilla y me da una sonrisa torcida. - ¿Tú sabes lo que ha hecho este chico que no puede tocarme ni un pelo? Niego, tragando duro. - No, claro que no lo sabes. - Damián, cállate o juro que te parto la puta bo
NOA Esta semana estaba resultando muy estresante, nuestra profesora había decidido adelantar la entrega del proyecto de “Naturaleza” y yo seguía sin tener una sola idea. Ya me había ido un par de veces a la cima de la montaña a fotografiar las vistas, pero seguía sin convencerme, no era ESA fotografía. Estar ahora mismo en la hípica dando cuerda a Brabante siempre me permitía desfogar. Este impetuoso caballo agotaba todas mis fuerzas. - Venga, guarra, ¿qué te parece si el sábado salimos? Pero modo tranqui. – yo ya era inmune a sus pucheros. Les conté a Steve y a Becca lo ocurrido y ellos animaron mi decisión. Sin embargo, ellos notaron mi decaimiento estos días y se hicieron cómplices para poder distraerme. - No sé, Rebe. De verdad que solo me apetece estar en mi casa comiendo helado – y no era por estar deprimida. La verdad es que adoro mi tranquilidad y es uno de los mayores placeres de mi vida. – Además, el domingo temprano tendré que madru