NOA
Un conjunto de luces blancas ilumina el estadio entero, entrecierro los ojos ante ese inesperado cambio de luz, que hasta hace unos momentos se encontraba casi en la penumbra. Varios jinetes pasan desfilando a pie junto a sus caballos, y se paran ante el juzgado.
- ¿Ves a Becca? – dice mi acompañante en voz baja, todo el mundo se ha callado para no poner nerviosos a los caballos.
- Es la segunda, empezando por la izquierda. – apego mi cuerpo al de Adrien y le señalo - Va a montar a Brabante, uno de los caballos que tengo en el centro.
Me encuentro en el Real Club Pineda de Londres, donde mi mejor amiga va a competir. A mi lado tengo a Adrien, mi superior en la hípica donde trabajo, un chico rubio, alto y pijo de narices. Pero me ha ayudado en más de una ocasión, así que no me queda otra que soportarle.
Las miradas que recibo por parte de otros espectadores son notorias, miro sus vestimentas y la de Adrien y alterno la vista en la mía. La mayoría de los hombres van con esmóquines y las damas con faldas de tubo, sombreros enormes o vestidos casi de gala. Veo ropa costosa a doquier y no me hace falta saber qué marca es para comprobarlo. Yo, en cambio, he tenido que esforzarme en ponerme lo más adecuado para el momento.
Adrien se gira hacia mí y nota la mueca de incomodidad en mi cara.
- No te preocupes – sus ojos azules se clavan en mí gentilmente dedicándome una sonrisa -, lo que importa es que estás aquí por Becca. No tienes por qué preocuparte de lo que piensen los demás.
Le devuelvo la sonrisa, agradeciendo sus ánimos. Solo espero no estropear el vestido azul que Becca me ha dejado, uso una talla más que ella y no quiero ensancharlo. Pido en susurros no tener tan mala suerte de romperlo o ensuciarlo.
- Además…- chasquea los labios y suspira mientras da un vistazo rápido a mi vestido y veo lo que apenas parece ser una mueca-, no se nota mucho que es ropa barata, tu cara bonita lo compensa. Si supiera que la gente hablaría a mis espaldas no hubiera accedido a venir.
Y aquí íbamos de nuevo. Su tono de voz indicaba pena, muchas veces se lo había demostrado. A veces por eso me ayudaba, y no solo porque se sienta atraído a mí. Odio cuando hace comentarios fuera de lugar y solo piensa en sí mismo.
- Eh…- le miro, incómoda, y una grave voz interrumpe mis pensamientos.
- ¡Damas y caballeros! – un hombre habla a través del micrófono, reproduciéndose por todo el estadio -, nos encontramos, de nuevo, ¡en el Real Club Pineda! Es un honor presentar una vez más este certamen, en el que si nada va mal… ¡Este será el vigésimo certamen!
Los aplausos suenan con fuerza y yo miro a Rebecca, que da la sensación de que tiene todo bajo control y yo sé que por dentro está hecho un manojo de nervios, al igual que los demás concursantes. Le sonrío y le doy ánimos a pesar de que no puede verme ni oírme.
El concurso comienza, los concursantes van saliendo, con un tiempo límite de quince minutos cada uno. Becca está tan nerviosa que ha indicado mal a su caballo y ha fallado en un salto. El resto de circuitos los hace casi perfectos.
- Tengo la sensación de que Charles va a ganar el primer puesto. Ese mocoso es un niño mimado, pero tengo que reconocer que su técnica es muy limpia. - comenta Adrien.
- Rebecca le tiene mucho odio. – sonrío al recordar la de veces que ha hablado de él, chillando.
- Tu amiga odia a todo el mundo. – dice mirándome con los brazos en jarras. - ¿Qué persona le cae bien aparte de tú?
Me río sutilmente, tiene razón. Pero porque Becca selecciona bien sus amistades y no deja pasar a cualquiera a su vida. El sonido de un concursante cayéndose del caballo me hace sentirlo por él, pues por esto lo pueden desclasificar de la competición.
Una hora y media más tarde, dan los resultados, y tal como predijo Adrien, Charles quedó primero. Becca, quedó en cuarto puesto.
Me reúno con mi amiga y le doy un abrazo enorme. La alegría que desprende es notoria.
- No me lo puedo creer, que de veinte participantes haya quedado en el top cinco. – me coge de las mejillas y me empieza a dar besos. – Todo es gracias a ti y a tus clases extras.
- ¿Ahora agradeces que fuera tan pesada contigo? – enarco una ceja, sonriendo con malicia.
- ¡Síii!
Adrien aparece ante nosotras sujetando a Brabante, el purasangre alazán. Saco una manzana del bolso y se la tiendo mientras acaricio su cuello.
- Te lo has ganado, campeón, lo has hecho fenomenal. – y en cuatro bocados se zampa su golosina favorita.
Adrien nos coge a ambas de los hombros e intercala sus miradas entre nosotras, aun con su pelo perfectamente engominado. Sonríe ampliamente y nos dice:
- Chicas, esto hay que celebrarlo. Esta noche vamos al Black Life.
Nos miramos ella y yo, con los ojos muy abiertos.
- ¿Hablas de una de las mejores discotecas de Londres? – dice Becca más como afirmación.
- Así es. Invito yo. – suelta nuestros hombros y acomoda su polo metiéndoselo en los pantalones. – Además, tengo asuntos pendientes por allí.
Nos despedimos del equipo y me dedico unos minutos a hacerle mimos a Brabante, para luego irme a casa de Becca.
NOA Termino de ponerme los tacones negros que me compré hace dos semanas que gracias a Dios estaban en oferta porque me chiflaron. Son perfectos, cómodos y no tienen un gran tacón, por lo que quedaba a juego con el vestido azul marino de terciopelo que Becca me regaló por mi cumpleaños. Ayudo a Becca a hacerse la raya del ojo mientras repite una y otra vez cómo va a ligar con cada chico que se le presente. Termino y se para frente al espejo de su habitación, comprobando que su falda de cuero negra no esté arrugada por ningún lado. La verdad es que Rebecca es preciosa, tiene un precioso y largo cabello negro que le llega hasta la cintura. Muchas veces me lo he intentado dejar así pero no hay manera de que crezca tanto. Le miro, fascinada, y no hay duda de que, con nada, ella destaca donde vaya. - ¿No te vas a maquillar más? – me dice. - No, no me apetece. – miro mi móvil y veo un mensaje de Adrien avisándonos que está esperándonos en el coche.
NOA Asiento riéndome tontamente. La verdad es que no voy totalmente sobria después de haberme pedido tres cubatas. Nos adentramos en la sala de luz roja que está cubierta con plantas en las esquinas y sábanas blancas aterciopeladas y de repente me siento diminuta. Veo a varias personas y me sorprendo al ver entre ellas a Isabella, la antes mencionada por mi amiga. Al lado de esta, no puedo evitar quedarme embobada con un chico que parece estar durmiendo, con los brazos en jarras y la cabeza apoyada en el respaldo del sofá. Su pelo negro y ondulado cae perfectamente en su cara. Bajo la vista a su camisa negra entreabierta y no puedo arrepentirme más porque me doy cuenta de que me está mirando fijamente y sabe que me ha pillado dándole un repaso de lo más descarado. Noto que la sangre me sube a la cabeza y muerta de la vergüenza, me giro para pedirle al camarero una copa. Gran solución, Noa. Solucionando la vergüenza con más alcohol. - Ven, Noa. – Adrie
NOA El fin de semana pasó bastante rápido, ya que me tocaba a mí ir a la hípica y organizar las cosas además de tener que alimentar a los caballos y vigilar que todo estuviese bien. Aproveché para montar al terremoto de mi frisón y dar paseos pie a tierra por la montaña. Llegó el lunes, y como siempre, torpe de mí, me levantaba tarde. - M****a, m****a, que no llego. Agarré una ensaimada para comerla por el camino y cogí las llaves de mi casa. Tuve que ir a toda prisa a las clases o el amargado del señor Holmes no permitiría que entrase a su clase. Estudio fotografía, junto con la equitación, es mi vocación. Siempre he soñado con poder fotografiar a la naturaleza en su pleno estado salvaje. Y con los ahorros que gané de mi antiguo trabajo, puedo pagarme el piso y las clases. Veo a mi amigo en una esquina revisando el estudio fotográfico y suspiro aliviada. Me ve y deja de hacer lo suyo para saludarme. - Viviendo al límite, preci
NOA - ¡Chica, estás ardiente! – Rebecca me silba y me obliga a ponerme enfrente de mi espejo. - Tú tampoco te quedas atrás, eh. – y no miento. El vestido rojo ajustado hasta las rodillas acentúa sus curvas y el pelo suelto le favorecía aun más. Yo, en cambio, me puse un top blanco con escote corazón y unos pantalones de cuero granate. Me recojo el pelo en una coleta alta para evitar pasar calor y esta vez, me pongo rímel y me hago la raya de ojos. - ¿Tú te has visto, guarra? Ese culo debería ser ilegal. Pongo los ojos en blanco y ella hace caso omiso dirigiéndose a la cocina. - ¡Oye! – le oigo con voz lejana. - ¡Dime! - ¿A qué vino ese coqueteo con el chico del otro día? - ¿Quién? ¿Kevin? Oigo sus pasos y viene de vuelta con patatas en la mano. - No, el chico este… - chasquea los dedos y frunce el ceño intentando recordar, - el tío buenorro que tiene lunares en la cara. - ¿Alex? -
NOA El beso empieza dirigiéndolo él, pero no tardo en coger las riendas. Le agarro del cuello para atraerle más si es posible. Sus labios carnosos hacen que sea mucho más agradable y madre de Dios, este hombre saber besar muy bien. Su lengua se adentra sutilmente succionando la mía, lamiéndome los labios. Su agarre se endurece e intenta bajar su mano a mis glúteos, pero cuando veo que me quedo sin respiración, me separo de él casi al instante. - Ha sido increíble -. me confiesa Kevin entrecortadamente. Yo le sonrío incómoda. La Noa sobria no podría hacer esto con tanta seguridad, y Becca lo sabe, porque me está mirando pasmada. Escudriño el lugar y veo que Alex se ha ido y ni siquiera me doy cuenta. Me termino mi copa y sé que mañana voy a tener la mayor de las resacas porque me da vueltas todo. ¿Dónde se habrá ido Alex? Me decido a salir a buscarlo ya que, al fin y al cabo, su compañía no es tan mala. Por un momento deseo que hubiera sido él
NOA Veo que se enciende otro porro y saca el mando de su coche. Me pilla y su cara torna en enfado. - ¿Hasta cuándo piensas dejar de seguirme? - Es que no quiero estar sola. - Tienes a tu amiga y a Kevin. - Precisamente no me apetece ver ahora Kevin. – Alex cruza los brazos en jarra cansado. - Tú te lo buscaste, nena – me acusa socarrón. – Ahora atente a las consecuencias. - Por favor… - me arrodillo, hago pucheros y le miro suplicante. - Cuidado con pedirme las cosas así… - se le forma una sonrisa de oreja a oreja, medio burlón, medio pícaro. Me doy cuenta del error y avergonzada, me pongo de pie y estoy segura de que el rojo de mi cara es notorio. - Está bien – se resigna y yo lo celebro interiormente. – Pero, te llevo a tu casa, nada de venir conmigo a ningún sitio. - Hecho. En cuanto le doy las indicaciones, aviso a Rebecca de que voy de camino a mi casa y se alarma. “No t
NOA De nuevo, tengo la sensación de que el fin de semana ha sido un visto y no visto. El domingo se basó en ir a la finca y limpiar el cercado, reponer agua y heno, revisar los caballos… Siempre acabo molida, pero merece la pena por mis pequeños gigantes. Entro a clase sin ganas, me siento en la silla y dejo apoyar mi cabeza sobre la mochila que dejo en la mesa. - Buenos días, nena. – Steve me sacude el pelo dejándomelo hecho un desastre. - Hoy que no me hable nadie, Steve. – entierro mi cara debajo de mis brazos. - Uf, tanto positivismo no, por favor. Demasiado para mí. - Tengo hambre y tengo sueño, no he desayunado por las prisas a llegar tarde. - Siendo Noa no es bueno esa combinación – ríe burlón. – Anda, luego vamos a la cafetería. - Oh, sí. Te amo, Steve, tú sí que sabes. – le lanzo besos exagerados al aire y le sonrío. La profesora entra y lo que dice a continuación hace que se me infle el pecho de felici
NOA El hombre que capta nuestras atenciones, cuyo aspecto es desaliñado, sin duda pone tenso a Alex. El extraño se sienta a mi derecha y pasa el brazo por el respaldo de mi silla. - Vaya, vaya… pero qué tenemos aquí. Menuda preciosidad. – de cerca veo que tendrá poco más de nuestra edad, pero su mal estado físico deja mucho que desear. Se relame los labios, mirándome de arriba a abajo. - Lo que tengas que decir, dímelo en privado, pero a ella no la metas. - No te conviene montarme una escena, Jones. O tu amiga se llevará una mala impresión de ti. – Alex se muestra impasible, parece que se está conteniendo y yo lo agradezco, porque todas las personas del bar ahora nos están mirando. - Dime, preciosa – me coge de la barbilla y me da una sonrisa torcida. - ¿Tú sabes lo que ha hecho este chico que no puede tocarme ni un pelo? Niego, tragando duro. - No, claro que no lo sabes. - Damián, cállate o juro que te parto la puta bo