NOA
Asiento riéndome tontamente. La verdad es que no voy totalmente sobria después de haberme pedido tres cubatas. Nos adentramos en la sala de luz roja que está cubierta con plantas en las esquinas y sábanas blancas aterciopeladas y de repente me siento diminuta. Veo a varias personas y me sorprendo al ver entre ellas a Isabella, la antes mencionada por mi amiga. Al lado de esta, no puedo evitar quedarme embobada con un chico que parece estar durmiendo, con los brazos en jarras y la cabeza apoyada en el respaldo del sofá. Su pelo negro y ondulado cae perfectamente en su cara. Bajo la vista a su camisa negra entreabierta y no puedo arrepentirme más porque me doy cuenta de que me está mirando fijamente y sabe que me ha pillado dándole un repaso de lo más descarado.
Noto que la sangre me sube a la cabeza y muerta de la vergüenza, me giro para pedirle al camarero una copa.
Gran solución, Noa. Solucionando la vergüenza con más alcohol.
- Ven, Noa. – Adrien me devuelve a la realidad y me ofrece un asiento. Rebecca se sienta con una chica que al parecer es de su misma universidad.
- Damas, caballeros… Ya que estábamos conversando sobre la hípica, os quiero presentar a mis chicas de confianza. Algunos ya conoceréis a Rebecca Smith, una de nuestras alumnas en el centro y que hace poco se introdujo en el mundo de la competición. – hizo una pausa para señalizarla. - Y… a Noa López. Es de las mejores profesionales con las que he trabajado, con pasión y dedicación.
Le doy una sonrisa incómoda debido a todos los ojos que se han posado en figura de un momento a otro. Fijo mi vista de nuevo en el chico que está hablando con Isabella. La chica se ríe y una vez más, me sorprende lo guapa que es. No me extraña que la mayoría de los chicos de la sala estén maravillados con ella. Noto que uno de ellos se levanta de su asiento y se acomoda al lado mío.
- Soy Kevin, encantado. – un chico moreno y delgado me sonríe relajadamente.
- Soy Noa. – le devuelvo el gesto.
- Eso he oído. Nunca te he visto por aquí, ¿es la primera vez que vienes?
- Sí, la verdad es que este lugar es impresionante. Mi amiga y yo nos hemos perdido. – río cuando lo recuerdo. Le cuento lo sucedido y el chico se ríe ante ello.
- La próxima vez que vengas, puedo hacerte de guía. – gira su cuerpo hacia el mío, – solo si quieres, claro.
- Dudo que frecuente mucho este sitio, pero, sí, no estaría mal.
- Genial, me has alegrado la noche.
Kevin me da una sonrisa coqueta y yo me sonrojo al instante, llevándome un sorbo de la copa a mis labios. Sigue observándome hasta que vuelve a hablar.
- Me encantan tus ojos. Ahora con esta luz no se ven muy bien, pero apuesto a que a la luz del día son más azules que nunca.
Heredé los ojos de mi padre y cada vez que estamos juntos, no dejan de recordarnos lo parecidos que somos. Adrien escucha este último comentario y salta al respecto.
- Kevin, Noa no suele ser tu tipo cuando ligas. – se ríe y cruza los brazos.
- Es verdad, yo diría que.... – esta vez habla otro chico que se encuentra al lado del misterioso pelinegro. Es moreno y bastante alto. Los músculos de se notan perfectamente a través de su camiseta blanca, - es más del tipo de Alex.
- No digas gilipolleces, Daniel. – oigo hablar al pelinegro por primera vez en toda la velada y su voz ronca me hipnotiza.
Así que se llama Alex…
- Venga, tío. Pero si solo te acuestas con las niñas pijas y santurronas. – inquiere Kevin una vez más.
- La chica no me interesa lo más mínimo. Dejad el tema – Auch, reconozco que eso me picó.
- No te enfades, anda. Solo es una broma. – Isabella le sonríe y luego desvía sus ojos a mí y no puedo lograr saber a qué tanta intensidad en su mirada.
Instintivamente dirijo mi mirada hacia el aludido y veo que sostiene en sus labios lo que parece un cigarro. Lo enciende y al instante huelo que en realidad está fumando hierba.
- ¿Aquí se puede fumar… hierba? – susurro a Adrien.
- Puedes llamarlo porros, petas o como quieras. Pero te aseguro que es de lo más suave que te vas a encontrar por aquí. – me da una sonrisa torcida.
Me sorprende lo distintas que son las discotecas cutres comparadas con las lujosas. En la discoteca de mi barrio hay policías en cada rincón, y en este sitio los guardias pasan olímpicamente de lo que haces.
Miro de nuevo a Alex, a quien esta vez pillo ojeándome sin reparo. Sin saber por qué, el calor regresa a mi cuerpo de nuevo y no puedo evitar ponerme nerviosa. Sé que lo ha notado porque lanza una pequeña risilla por lo bajo sin que nadie se dé cuenta. ¿Se está riendo de mí? ¿Quién se cree que es?
Sin dudarlo, me levanto y todos os ojos se posan en mí con curiosidad.
- Voy un rato a la terraza. Quiero que me dé un rato el aire. – le digo a Becca.
Esta asiente, se ofrece en ir conmigo, pero me niego ya que sé que está disfrutando y no quiero molestarla. Cojo mi bolso y subo a la azotea donde puedo ver la preciosa ciudad de Londres bañada de luces blancas.
Una vez fuera, ato mi pelo en una coleta y agradezco el aire frío que me da en el cuello. Estoy un rato apoyada en la barandilla, oyendo la música de lejos hasta que una voz masculina me sobresalta.
- Bonitas vistas, ¿verdad? – se trata del amigo de Alex.
- No lo puedo negar. – sonrío amablemente, - eres Daniel, ¿no?
Asiente con la cabeza y le da un sorbo a su cerveza.
- Me has caído bien, sería bueno verte más a menudo. – se pone en la misma posición que yo, fijando su vista en mí.
- ¡Y tú a mí! Pensé que seríais los típicos estirados de turno. – puse una mueca exagerando mi comentario.
Daniel soltó una risa abiertamente. - Sí, bueno, la mayoría de los que están aquí lo son. Pero conmigo no te vas a aburrir.
- Entonces… Demuéstralo. – inquiero una sonrisa maligna, - súbete a la tarima y baila un striptease.
- Hey, chica, eso es muy suave para mí. – deja su cerveza ahora vacía en una mesa y hace el amago de irse. – Estamos casi todos en la pista de baile, ¿quieres venir?
- Claro.
Una vez abajo, siento que el nivel de alcohol ha disminuido y mis pasos son menos torpes. Encuentro a Becca y enseguida me uno con ella y su compañera, la cual se hace llamar Julia.
Empiezo a bailar al son de la música y enseguida me sumerjo en ella. Cierro los ojos de vez en cuando para sentir más la canción y no soy consciente de que me están observando una vez que me lo advierten.
- Tía, esos tres chicos están dándote un repaso de narices. Ve a por el de en medio, tiene pinta de ser un fiera en la cama. – inquiere Rebecca.
Miro donde me indica y en efecto, tres chicos con pinta de ser menores que nosotras me observan detenidamente. Y yo, dejando rienda suelta a mi vena extrovertida, me contoneo de forma más sensual manteniendo mis ojos en ellos.
Pienso en acercarme a ellos, pero unas figuras rompen mis pensamientos.
- Hola, chicas. Estamos de vuelta. – Adrien viene acompañado de Alex y Daniel.
- Alex, Isabella te estaba buscando, no consigue localizarte. Está en el ala oeste. – advierte Julia, la chica rubia de pelo rizadísimo.
- Se me ha acabado la batería del móvil, enseguida me paso a buscarla.
Es entonces cuando me permito fijarme más detenidamente al chico que he prestado atención toda la noche.
Es alto. Muy alto diría yo. Perfecto para envolverme con esos músculos. Y para mi desgracia, la camisa entreabierta con los pantalones negros solo consigue que se vea aun más atractivo. Subo mi mirada a su cara y puedo ver con más detalle sus facciones. Es ahí que parece que se da cuenta que alguien le está escudriñando y me mira.
Me paralizo y creo que por un instante se me olvida como respirar. Sus ojos de un color miel se centran en mí y forma una sonrisa torcida.
- Llevas toda la noche mirándome. – se acerca hasta quedar a unos pocos centímetros de distancia y yo no soy capaz de decir nada.
- ¿Te ha comido la lengua el gato? – de nuevo, pone distancia entre nosotros y con eso puedo recomponer un poco mi compostura. – ¿Tanto te gusto como para ponerte a cien?
Decido intentar recuperar algo de mi dignidad y replico:
- No te lo tengas tan creído, tú también me mirabas.
Felicidades, Noa, has conseguido que parezcas una niña de diez años replicándole lo mismo.
- Deberías ser menos engreída, no te creas que te miraba porque me interesases o algo por el estilo. No me gusta ver por aquí a chicas como tú que se hacen las santas.
- Ni a mí me gusta ver gilipollas como tú. – espeto.
- Sí, bueno, ambos sabemos que estás deseando ver a este gilipollas desnudo en tu cama.
- Ni en tus mejores sueños, imbécil. – me giro sin decir nada más y le digo a Becca que voy a pedir un taxi para regresar a mi piso. Intenta pedirme explicaciones, pero insisto en que ya le contaré cuando nos veamos.
Me quito los tacones y el vestido nada más llegar a casa. Suelto un suspiro de cansancio y me dispongo a limpiarme la cara. Mis pensamientos del chico sexi y misterioso vuelven para atormentarme. Suelto un gruñido, exasperante. ¡Quién diablos se creía para hablarle de esa forma! No puedo negar que era muy evidente que me lo comía con la mirada, pero eso no le daba derecho a ser tan arrogante.
Apartando a ese pelinegro de mi mente me dispuse a meterme en la cama y dormir en lo que quedaba de noche.
NOA El fin de semana pasó bastante rápido, ya que me tocaba a mí ir a la hípica y organizar las cosas además de tener que alimentar a los caballos y vigilar que todo estuviese bien. Aproveché para montar al terremoto de mi frisón y dar paseos pie a tierra por la montaña. Llegó el lunes, y como siempre, torpe de mí, me levantaba tarde. - M****a, m****a, que no llego. Agarré una ensaimada para comerla por el camino y cogí las llaves de mi casa. Tuve que ir a toda prisa a las clases o el amargado del señor Holmes no permitiría que entrase a su clase. Estudio fotografía, junto con la equitación, es mi vocación. Siempre he soñado con poder fotografiar a la naturaleza en su pleno estado salvaje. Y con los ahorros que gané de mi antiguo trabajo, puedo pagarme el piso y las clases. Veo a mi amigo en una esquina revisando el estudio fotográfico y suspiro aliviada. Me ve y deja de hacer lo suyo para saludarme. - Viviendo al límite, preci
NOA - ¡Chica, estás ardiente! – Rebecca me silba y me obliga a ponerme enfrente de mi espejo. - Tú tampoco te quedas atrás, eh. – y no miento. El vestido rojo ajustado hasta las rodillas acentúa sus curvas y el pelo suelto le favorecía aun más. Yo, en cambio, me puse un top blanco con escote corazón y unos pantalones de cuero granate. Me recojo el pelo en una coleta alta para evitar pasar calor y esta vez, me pongo rímel y me hago la raya de ojos. - ¿Tú te has visto, guarra? Ese culo debería ser ilegal. Pongo los ojos en blanco y ella hace caso omiso dirigiéndose a la cocina. - ¡Oye! – le oigo con voz lejana. - ¡Dime! - ¿A qué vino ese coqueteo con el chico del otro día? - ¿Quién? ¿Kevin? Oigo sus pasos y viene de vuelta con patatas en la mano. - No, el chico este… - chasquea los dedos y frunce el ceño intentando recordar, - el tío buenorro que tiene lunares en la cara. - ¿Alex? -
NOA El beso empieza dirigiéndolo él, pero no tardo en coger las riendas. Le agarro del cuello para atraerle más si es posible. Sus labios carnosos hacen que sea mucho más agradable y madre de Dios, este hombre saber besar muy bien. Su lengua se adentra sutilmente succionando la mía, lamiéndome los labios. Su agarre se endurece e intenta bajar su mano a mis glúteos, pero cuando veo que me quedo sin respiración, me separo de él casi al instante. - Ha sido increíble -. me confiesa Kevin entrecortadamente. Yo le sonrío incómoda. La Noa sobria no podría hacer esto con tanta seguridad, y Becca lo sabe, porque me está mirando pasmada. Escudriño el lugar y veo que Alex se ha ido y ni siquiera me doy cuenta. Me termino mi copa y sé que mañana voy a tener la mayor de las resacas porque me da vueltas todo. ¿Dónde se habrá ido Alex? Me decido a salir a buscarlo ya que, al fin y al cabo, su compañía no es tan mala. Por un momento deseo que hubiera sido él
NOA Veo que se enciende otro porro y saca el mando de su coche. Me pilla y su cara torna en enfado. - ¿Hasta cuándo piensas dejar de seguirme? - Es que no quiero estar sola. - Tienes a tu amiga y a Kevin. - Precisamente no me apetece ver ahora Kevin. – Alex cruza los brazos en jarra cansado. - Tú te lo buscaste, nena – me acusa socarrón. – Ahora atente a las consecuencias. - Por favor… - me arrodillo, hago pucheros y le miro suplicante. - Cuidado con pedirme las cosas así… - se le forma una sonrisa de oreja a oreja, medio burlón, medio pícaro. Me doy cuenta del error y avergonzada, me pongo de pie y estoy segura de que el rojo de mi cara es notorio. - Está bien – se resigna y yo lo celebro interiormente. – Pero, te llevo a tu casa, nada de venir conmigo a ningún sitio. - Hecho. En cuanto le doy las indicaciones, aviso a Rebecca de que voy de camino a mi casa y se alarma. “No t
NOA De nuevo, tengo la sensación de que el fin de semana ha sido un visto y no visto. El domingo se basó en ir a la finca y limpiar el cercado, reponer agua y heno, revisar los caballos… Siempre acabo molida, pero merece la pena por mis pequeños gigantes. Entro a clase sin ganas, me siento en la silla y dejo apoyar mi cabeza sobre la mochila que dejo en la mesa. - Buenos días, nena. – Steve me sacude el pelo dejándomelo hecho un desastre. - Hoy que no me hable nadie, Steve. – entierro mi cara debajo de mis brazos. - Uf, tanto positivismo no, por favor. Demasiado para mí. - Tengo hambre y tengo sueño, no he desayunado por las prisas a llegar tarde. - Siendo Noa no es bueno esa combinación – ríe burlón. – Anda, luego vamos a la cafetería. - Oh, sí. Te amo, Steve, tú sí que sabes. – le lanzo besos exagerados al aire y le sonrío. La profesora entra y lo que dice a continuación hace que se me infle el pecho de felici
NOA El hombre que capta nuestras atenciones, cuyo aspecto es desaliñado, sin duda pone tenso a Alex. El extraño se sienta a mi derecha y pasa el brazo por el respaldo de mi silla. - Vaya, vaya… pero qué tenemos aquí. Menuda preciosidad. – de cerca veo que tendrá poco más de nuestra edad, pero su mal estado físico deja mucho que desear. Se relame los labios, mirándome de arriba a abajo. - Lo que tengas que decir, dímelo en privado, pero a ella no la metas. - No te conviene montarme una escena, Jones. O tu amiga se llevará una mala impresión de ti. – Alex se muestra impasible, parece que se está conteniendo y yo lo agradezco, porque todas las personas del bar ahora nos están mirando. - Dime, preciosa – me coge de la barbilla y me da una sonrisa torcida. - ¿Tú sabes lo que ha hecho este chico que no puede tocarme ni un pelo? Niego, tragando duro. - No, claro que no lo sabes. - Damián, cállate o juro que te parto la puta bo
NOA Esta semana estaba resultando muy estresante, nuestra profesora había decidido adelantar la entrega del proyecto de “Naturaleza” y yo seguía sin tener una sola idea. Ya me había ido un par de veces a la cima de la montaña a fotografiar las vistas, pero seguía sin convencerme, no era ESA fotografía. Estar ahora mismo en la hípica dando cuerda a Brabante siempre me permitía desfogar. Este impetuoso caballo agotaba todas mis fuerzas. - Venga, guarra, ¿qué te parece si el sábado salimos? Pero modo tranqui. – yo ya era inmune a sus pucheros. Les conté a Steve y a Becca lo ocurrido y ellos animaron mi decisión. Sin embargo, ellos notaron mi decaimiento estos días y se hicieron cómplices para poder distraerme. - No sé, Rebe. De verdad que solo me apetece estar en mi casa comiendo helado – y no era por estar deprimida. La verdad es que adoro mi tranquilidad y es uno de los mayores placeres de mi vida. – Además, el domingo temprano tendré que madru
REBECCA Me voy a volver loca. No sé en qué momento quise meterme a estudiar negocios y asociarme con mi padre. Sonrío al recordarlo, desde pequeña padre siempre se ha volcado en su trabajo. Recuerdo que me quedaba pasmada cada vez entraba a su despacho, me cogía en brazos y me sentaba en sus piernas, usando la enorme silla giratoria que hasta el día de hoy sigue teniendo. Me iba enseñando cosas que para un futuro él decía que me serviría. Y no se equivocó. Gracias a él, tengo claro cuando quiero conseguir algo y la forma en la que así lo quiero. Me ha enseñado a tener seguridad y a tener el don de la palabra. Suspiro, cansada. Esto de estudiar me agota lo que no está escrito. Miro la hora de mi iPhone, las doce y veintitrés del mediodía. Padre se queda algunos sábados y yo le llevo la comida. Me dispongo a recoger mis apuntes y me doy un repaso en el espejo de mi habitación antes de salir de mi casa. Enciendo la radio y a medida que su